Siente

La Jornada del Afecto


Desde hace 23 años hemos dedicado en el Instituto Alberto Merani un mes a la expresión del afecto. Se trata de un bello ritual en el que los niños y las niñas escriben a sus compañeros y profesores un mensaje de cariño, afecto y amistad. Primero se vincularon todos los profes y estudiantes, pero muy pronto también lo hicieron los padres y trabajadores. Los egresados siempre han estado presentes, porque quieren volver a pasar los recuerdos por su corazón. Es una jornada creada para que florezcan las palabras y sentimientos que habíamos querido expresar, pero que, tal vez, nos había faltado valor para hacerlo. Es también una buena oportunidad para tramitar emocionalmente algunas reconciliaciones pendientes. El día de la entrega de mensajes, la sensibilidad está a flor de piel y resulta impertinente realizar una clase, ya que toda la comunidad está congregada y conmovida, leyendo los mensajes que ha recibido.



¿Cómo inició la Jornada del Afecto?


La iniciativa surgió en 1997, cuando la profesora Luz Stella Guarín, del área de Ciencias Sociales, quiso ayudar a que florecieran las expresiones afectivas de sus estudiantes. Quería cultivar la empatía y recordarles que somos lo que somos gracias a los otros. Sin duda, lo sigue logrando. Contrario a lo que se cree, la educación sufre más por falta de ideas que de recursos. Esta bella idea ha permitido que, durante más de dos décadas, miles de mariposas circulen en los corazones de los niños, jóvenes, padres, profesores y trabajadores.


¿Qué impacto ha tenido sobre la comunidad Meranista?

Los niños y jóvenes que viven con padres autoritarios son los que más sufren en estos tiempos, porque se eleva la posibilidad de recibir golpes en un ambiente en el que predomina el temor, el encierro, el estrés y la incertidumbre. Han agregado inseguridad a sus angustias.

Hemos vivido en una sociedad que acostumbró resolver de manera violenta los problemas. Lo hemos visto en las calles, cuando un carro cierra a otro o en las discusiones sociales, en redes y aún en los debates políticos, que suelen terminar en insultos y descalificaciones. Por ello no debe extrañarnos que también las familias tiendan a ser violentas. Según el estudio realizado en la Universidad de la Sabana en 2019, el 52% de los padres golpea a sus hijos con un objeto externo. Puede ser un palo, el cinturón o un zapato. Lo peor, la mayoría de ellos justifica y defiende la violencia que ejerce sobre sus hijos. “Endurece su carácter”, “los hace más berracos”, “a mí me golpearon y vea lo equilibrado que soy”, suelen decir los agresores, sin dimensionar que los niños golpeados obedecen, pero quedan dañados por dentro. Sus hijos deterioran la imagen que tienen de sí mismos, se empequeñecen emocionalmente y se vuelven huraños y amargados. Dejan de confiar en los otros.