Ni por caridad ni por deber: Práctica Social
Por: Equipo de Comunicaciones
La Práctica Social, conocida por algunas generaciones como Alfabetización o Trabajo Social, nos remonta a los últimos años de la educación media, en la que tuvimos la oportunidad de conocer ciertas personas que fueron necesarias en ese momento de la vida para valorar las oportunidades que teníamos en ese momento. Esta experiencia, despertó un sentido social que se prolongó en la vida profesional y desestabilizó esa corta visión de nuestra cotidianidad que se enmarcaba de la casa al colegio y viceversa, llena de comodidades y algunos problemas superfluos, en comparación con otras realidades.
En el IAM, los estudiantes de Proyectivo B realizan su Práctica Social, tal y como lo establece la Ley 115 de 1994, que reglamenta la obligación de los estudiantes a prestar este servicio. Esta práctica, hace parte del currículo y del proyecto educativo, requisito indispensable para obtener el título de bachiller.
Para la elección de esa práctica, los estudiantes eligen las organizaciones con las que quieren trabajar durante solo un semestre. Según la Profesora Mariela Guerreo, quien ha coordinado todo el tema de Prácticas Sociales durante los últimos cuatro años, los jóvenes dedican tres horas a la semana para visitar las fundaciones. Menciona que se han tenido experiencias con la Cruz Roja, con la Fundación MIA, con Un Techo para mi País, San Mauricio, entre otros, y asegura, que estas fundaciones han permitido que se generen dinámicas de aprendizaje sobre las condiciones y dificultades que viven ciertas poblaciones, ya sea con discapacidad cognitiva, en situación de abandono, drogadicción, situación de calle y adultos mayores en centros de atención.
“No es una práctica caritativa ni asistencialista”, enfatiza Mariela. Dice que el objetivo es desestabilizar la realidad, la zona de confort y la manera de ver la vida de los estudiantes para ampliar la cosmovisión del mundo que los rodea. La meta es que aprendan a considerar esa responsabilidad social en la construcción de su proyecto de vida.
De esta forma la asumió Felipe Soto, de Proyectivo C, a pocos meses de empezar su vida universitaria. “Ese enfoque de apoyar a otras personas que motiva la práctica, ya está en mí muy presente para que haga parte de la construcción de mi proyecto como profesional. Es también una manera de retribuir a la vida, los privilegios que he tenido y que me han transformado y llevado a muchas oportunidades”.
En la organización que eligen, determinan cuál va a ser su aporte, no de cosas materiales sino a través de actividades, trabajo voluntario y servicio. Durante el semestre, deben registrar en un diario de campo todas sus percepciones y aprendizajes de lo que viven en esta etapa.
Al finalizar su práctica, los estudiantes de Proyectivo B socializan el diario de campo con los estudiantes de Proyectivo A y de Proyectivo Alfa, quienes se preparan desde ya para hacer el relevo. Este 2018, por ejemplo, los jóvenes que hicieron la Práctica Social en la Cruz Roja realizan un taller sobre Primeros Auxilios en el Instituto, por exigencia de la organización y del IAM.
Para Santiago Martínez, de Proyectivo B, la experiencia le ayudó a relacionarse con un contexto distinto a su cotidianidad, que, para él, fue muy importante conocerlo porque persuadió la manera de ver su realidad; mientras que, para Andrés Felipe, su práctica le ayudó a superar la dificultad que tenía en autonomía y solidaridad, ya que, para el segundo semestre del 2018, hubo un considerable cambio en cuanto a su empatía y descentración.
Más allá de conmover a los estudiantes por las dificultades de otros contextos, ellos deben tener presente que la Práctica Social no se reduce al cumplimiento de un requisito para graduarse, sin duda, es tan sólo un llamado a temprana edad para evitar a toda costa convertirse en parte de una ciudadanía indiferente e indolente y, para motivar el trabajo voluntario que contribuya con el desarrollo de nuestro contexto social y político.
En el IAM, los estudiantes de Proyectivo B realizan su Práctica Social, tal y como lo establece la Ley 115 de 1994, que reglamenta la obligación de los estudiantes a prestar este servicio. Esta práctica, hace parte del currículo y del proyecto educativo, requisito indispensable para obtener el título de bachiller.
Para la elección de esa práctica, los estudiantes eligen las organizaciones con las que quieren trabajar durante solo un semestre. Según la Profesora Mariela Guerreo, quien ha coordinado todo el tema de Prácticas Sociales durante los últimos cuatro años, los jóvenes dedican tres horas a la semana para visitar las fundaciones. Menciona que se han tenido experiencias con la Cruz Roja, con la Fundación MIA, con Un Techo para mi País, San Mauricio, entre otros, y asegura, que estas fundaciones han permitido que se generen dinámicas de aprendizaje sobre las condiciones y dificultades que viven ciertas poblaciones, ya sea con discapacidad cognitiva, en situación de abandono, drogadicción, situación de calle y adultos mayores en centros de atención.
“No es una práctica caritativa ni asistencialista”, enfatiza Mariela. Dice que el objetivo es desestabilizar la realidad, la zona de confort y la manera de ver la vida de los estudiantes para ampliar la cosmovisión del mundo que los rodea. La meta es que aprendan a considerar esa responsabilidad social en la construcción de su proyecto de vida.
De esta forma la asumió Felipe Soto, de Proyectivo C, a pocos meses de empezar su vida universitaria. “Ese enfoque de apoyar a otras personas que motiva la práctica, ya está en mí muy presente para que haga parte de la construcción de mi proyecto como profesional. Es también una manera de retribuir a la vida, los privilegios que he tenido y que me han transformado y llevado a muchas oportunidades”.
En la organización que eligen, determinan cuál va a ser su aporte, no de cosas materiales sino a través de actividades, trabajo voluntario y servicio. Durante el semestre, deben registrar en un diario de campo todas sus percepciones y aprendizajes de lo que viven en esta etapa.
Al finalizar su práctica, los estudiantes de Proyectivo B socializan el diario de campo con los estudiantes de Proyectivo A y de Proyectivo Alfa, quienes se preparan desde ya para hacer el relevo. Este 2018, por ejemplo, los jóvenes que hicieron la Práctica Social en la Cruz Roja realizan un taller sobre Primeros Auxilios en el Instituto, por exigencia de la organización y del IAM.
Para Santiago Martínez, de Proyectivo B, la experiencia le ayudó a relacionarse con un contexto distinto a su cotidianidad, que, para él, fue muy importante conocerlo porque persuadió la manera de ver su realidad; mientras que, para Andrés Felipe, su práctica le ayudó a superar la dificultad que tenía en autonomía y solidaridad, ya que, para el segundo semestre del 2018, hubo un considerable cambio en cuanto a su empatía y descentración.
“Unas de las actividades más significativas que compartimos con las poblaciones con las que estamos interactuando, es el Día del Afecto. Para mí es importante que ellos vengan porque cambian nuestro espacio, y no me refiero a las instalaciones sino a las personas. Es una manera de dejar entrar a nuestro hogar a esas personas que son externas pero que se convierten en parte importante de uno”,agrega Andrés Felipe.
Más allá de conmover a los estudiantes por las dificultades de otros contextos, ellos deben tener presente que la Práctica Social no se reduce al cumplimiento de un requisito para graduarse, sin duda, es tan sólo un llamado a temprana edad para evitar a toda costa convertirse en parte de una ciudadanía indiferente e indolente y, para motivar el trabajo voluntario que contribuya con el desarrollo de nuestro contexto social y político.