El enigma de los sueños olvidados
Justo después de despertar, todos los habitantes del pueblo se dirigieron inmediatamente a la plaza general con una sensación de vacío. Todos se reunieron, y aunque no intercambiaron una sola palabra, entre ellos sabían que desde esa fría mañana todo cambiaría. Las expresiones de angustia, miedo y desconcierto eran lo único que se podía visualizar en los rostros de las personas.
Las semanas anteriores, con el auge de las ferias y las festividades propias del pequeño pueblo, a nadie se le había pasado por la cabeza que los significados reales por los qué estaban celebrando estuvieran siendo olvidadas por completo. Ahora, ese día, estaban pagando las consecuencias. La noche anterior, iluminados por la luna llena, las personas, cada una reunida con sus familias y amigos, disfrutaban de aquella festividad, el número 12 del mes, sin acordarse siquiera de porque estaban celebrando.
Ahora, ese día, las tradiciones se habían olvidado, y los sueños también lo harían. Ese día frío en el pueblo, los integrantes empezaron a olvidar lo qué habían soñado el día anterior, y el anterior y el anterior.
—¿Y qué pasará ahora? —Preguntaban los niños. A nadie le gustaba la extraña sensación de saber que han soñado algo pero no acordarse de él. Cada sueño, cada expectativa, se iba desvaneciendo de sus cada vez más grises mentes.
Nadie sabía qué responder, qué decir, cómo actuar. Cada pensamiento era igual al anterior: no hay nada que se pueda hacer. Los pensamientos, antes llenos de ideas y de color, ahora se limitaban a pensar en el pasado. La palabra “Aspiración” cada minuto se borraba más de sus mentes, y ya no existía la capacidad de pensar más allá, ya se había perdido la capacidad de soñar.
Todos en la plaza juntos, aunque al tiempo muy lejos en alguna parte de sus oscuras mentes, decidieron buscar alguna solución. Se preguntaron entre ellos, a ver sí detrás de alguna cara de angustia había un ápice de optimismo, de solución.
Cuando llegó el turno de Gtazia ella se limitó a decir :
—¿Nadie se acuerda ya de Vetuza?— Nadie respondió. Claramente no tenían ni la menor idea de lo que hablaba. Tal vez algunos de los más viejos tenían un vago recuerdo de ese nombre en algún rincón de su mente, pero era tan sutil qué no llegaban a sentirlo.
—Tal vez es por eso qué estamos como estamos—Reflexionó un momento y miró al este, donde estaba el bosque. —Yo aún conservo mis sueños, porque aún creo en lo que ella decía.— sin esperar el permiso de nadie, Gtazia empezó con la historia. — Este mismo día, siglos atrás, en el mismo pueblo, una vieja diosa, de nombre Vetuza, había venido a la tierra para admirar a la naturaleza y a la vida. Era una diosa conocida por ser alegre y risueña, llena de sueños para el mundo. Tambien era una fiel protectora de los sueños, “porque soñar siempre será posible” decía. Ella fue la inspiracion de este pueblo, de nuestros ancestros, de nuestros abuelos, para fundar y mantener un pueblo como el nuestro, lleno de sueños y de aspiraciones. — Miro esta vez al cielo, y finalmente dijo: — Los sueños son la razon por la qué existimos, por la qué estamos aqui—.
Los habitantes del pueblo, después de oir y recordar fragmentos minúsculos de aquella historia, empezaron, poco a poco, a acordarse de pequeñas cosas, pequeños recuerdos de aquella chispa mágica que yacía olvidada en el fondo de sus almas. Algunos incluso llegaron a acordarse de pequeños momentos de sus sueños, y con estos recuerdos también llegó una cálida, aunque pequeña sensación de esperanza.
Al sentir esto, las personas empezaron a recobrar un ápice de certidumbre, un pequeño haz de luz en la completa oscuridad de sus mentes. Todos, aun sin hablar, cerraron los ojos casi al tiempo, y empezaron a forzar su mente. Voces distorsionadas de alguna reunion familiar, risas en las salidas en las madrugadas a buscar leña, las frias caminatas en el bosque buscando a algun animal para cazar… No. Aun tenian qué ir más alla, escarbar aun más profundamente en sus más borrosos recuerdos, buscando encontrar algo, una idea hablada por algun pariente, un viejo vecino, alguien que hubiera hablado de ese algo que sabian que necesitaban recordar, pero que no sabian muy bien que era…
Pensando, pensando. Todos sabian que habia algo propio del pueblo, que necesitaba ser recordado, algo qué saltaba y se movia dentro de sus mentes, como sí necesitara salir a la luz, a su consciencia. Cada uno recordaba sus experiencias, nunca fuera del pueblo, tiempos dificiles, otros alegres. Pero independientemente de lo que sentian en esos momentos, cada uno comprendió qué lo único que habian usado para superar y disfrutar de esas situaciones, habia sido soñar. Soñaban con que mañana seria mejor, con que en unos años eso por lo que estaban pasando no importaría, con la sonrisa de otra persona al verlos de nuevo.., y asi con cada pequeño recuerdo que pasaba por sus mentes.
De repente, todos, con los ojos cerrados, escucharon una voz, un pequeño susurro de algun recuerdo olvidado, que ahora les decia y les recordaba quien les habia enseñado a soñar. Era esa Diosa, de nombre Vetuza, quien era por la cual se celebraban esas epocas, y sin embargo nadie se habia acordado. Pero en ese momento, después de recordar por qué soñaban, las personas redescubrieron esa chispa de magia que habitaba en ellos: Sus sueños.
Las personas, ahora sentadas al rededor de una calida fogata en la clara nochede aquel dia 12 del mes, volvieron de nuevo al recuerdo de aquella familiar historia, qué, después de mucho tiempo habia sido desempolvada y recordada por todos. Cada uno en su mente volvía a aquellas imágenes pintorescas que sus abuelos les susurraban cuando eran niños, y poco a poco empezaron a experimentar ese sentimiento tan bonito de sentirse vivo. Habían encontrado sus sueños, habían encontrado su vida.
Finalmente, todos reunidos al rededor de la fogata, prometieron que por nada del mundo volverían a dejar de soñar. Se acordarían de sus tradiciones cada día y agradecerian siempre el hecho de soñar.