“Déjame ser la luz que encienda a la humanidad” esas palabras resonaban mi cabeza cada vez que veía en alguna dirección. Bajé la mirada por la empolvada ventana, tratando de pasar mi vista debajo de las luces y el caos que dejaban atrás las estelas de las estruendosas balas de plasma, que acribillaban a los edificios de la calle a donde pertenecía. Divisé en el suelo a un grupo de personas desamparadas y escondidas tras los escombros caídos de los edificios dañados durante el bombardeo orbital.
-las heridas de mis hermanos son tratables, no me necesitan aquí. - dije en voz baja para mí mismo, mientras veía a mi madre retirando las esquirlas de cuarzo de la pierna rota de mi hermano menor.
- ¿Porque quiere salir a salvar a los desconocidos? – era la pregunta que alguien más le hubiese hecho
-Hay alguien abajo. – insinué. - ellos están cubiertos en los escombros, si no hacemos nada, las balas acabarán por perforar sus cráneos de lado a lado cual escalpelo…-
- ¿Qué quieres decir? – Preguntó su hermana al instante. - ¿Cómo piensas ir a una calle llena de muerte solo con el afán de hacerte el héroe? – Dijo su hermana, con el pálido y sangrante rostro apoyado sobre una bolsa con hielos apenas más calientes que su expresión facial.
- Ellos no escogieron estar ahí. – dije. - ¿Por qué ellos tienen que perder la oportunidad de vivir bajo las manos de aquel que tiene la decisión, por qué es justo que ellos paguen el delirio de iluminación de un mandatario? –
- ¿Porque parece que siempre quieres que te arrebaten tu oportunidad de vivir también? – se quejó mientras retiraba de sus mejillas de la bolsa de hielo. -Ellos fueron causantes de la determinación que los guio hasta aquí, ahora ellos apagan nuestra luz con su rebeldía, ellos atacaron a este mandatario del que hablas como un monstruo. -
El tiroteo no paraba de apresurar las palabras, cada segundo mas era un segundo menos en su luz. Cual viento apaga una llama las balas despojaban la esperanza de las almas de los hombres, y poco a poco, la libertad de estos quedaba sepultada. Lumen por lumen, el brillo de los cañones en llamas reducía las pocas flamas de libertad que exclamaban estos atrincherados hombres.
Un hombre joven hacía ya sus plegarias para pobres dioses que amparen el camino hacia su supuesta luz, sin saber que no eran más que canticos para ceder su voluntad. - ¡Salva mis deseos que nunca son más grandes que los tuyos, salva mi alma solo si lo deseas, escucha mis cánticos solo si existes, o solo si lo deseas, también has de tu presencia una guardia para mi nombre, solo si lo deseas! - Exclamó una y otra vez el hombre. Cobarde como pocos, eso es lo que era, un hombre sin voluntad, que incapaz de aguantar su propia llama, busca que alguien más la sostenga, pero pobre hombre, me da lástima, solo perdió la voluntad de luchar por sus deseos.
Aun escuchando las patéticas plegarias de un hombre rendido a la religión, aun después de pelear por su voluntad para al final someterse a la de alguien superior, era un humano. Quería salvarlos a todos, así quizás su lucha tenga sentido otro día.
- ¿Y si puedo salvarlos? – exclamé – Si gano tiempo podremos salir con ellos de la ciudad -.
- ¿¡Y qué hay de tu familia!? – gritó su ya preocupada hermana. - ¿Porque te sigues oponiendo? ¿Qué tiene de malo ser un seguidor más?, ellos se opusieron, y mira lo que hicieron, los trajeron hasta aquí. –
Mi hermana volteo el rostro hacia la habitación en donde mi madre limpiaba la infectada herida en la pierna de mi hermano menor, ella solo sollozaba por la situación, mientras mi hermano hacia lo posible por no preocuparla. Los disparos apenas recorrían las vacuas habitaciones en pisos inferiores, o quizás no vacías del todo, pero si desprovistas de su luz.
Nuevamente miré a mi hermana, que aun con la vista perdida en la herida de mi hermano, dejaba caer lagrimas de sus ojos. Debía hablar.
-ellos pelearon por su libertad, los hombres y mujeres que se esconden tras escombros decidieron pelear contra alguien que escoge un camino determinado para ellos. – dije mientras lentamente me separaba del lado de mi hermana. - Pero no decidieron ser agredidos por ser opositores. dime si es justo que ellos vivan bajo reglas y decisiones que unos pocos les imponen. dime si es justo que ellos ganen a los que pelean por ellos mismos y su mundo -.
- ¿y si nos atrapan qué!? – gritó mi hermana de nuevo. – moriremos también, ¿porque no aceptas tu maldito destino, tan difícil es dejar de buscar esa estúpida libertad? no todos pueden tenerla ¡acéptalo! –
Sus ojos no podían seguir soportando las lágrimas, no podía torturarla más, pero mi decisión no iba a cambiar. Me dirigí hacia ella con unas últimas palabras antes de irme.
- es de cobardes no tomar el destino por tu mano cuando eres capaz, te conviertes en el ancla de una sociedad oscurecida por la sombra de los que subyugan al resto, por eso es que te pido que me des una oportunidad, la de dejar de ser esa ancla, déjame ser la luz que encienda los caminos de la humanidad. –
Tras pronunciar la última palabra, corrió directamente a la puerta desprendida que separaba el interior del departamento del pasillo. Las miradas de su madre, hermano y hermana eran punzantes durante el recorrido, pero era una oportunidad de realmente conseguir que alguien pueda pelear por su libertad. La percepción del movimiento se le distorsionaba a cada paso que daba a contra corriente. cada movimiento podía significar una caída por los rotos peldaños de las escaleras de emergencia. Cada segundo de bajada de los 8 pisos representaba un riesgo, pero solo hacían falta la determinación del hombre y su capacidad de lograr sus deseos, que mas que emplear su propia y pequeña libertad
-Ellos tienen las armas y los números, el poder, un obstáculo a la libertad del que no lo posee, pero valla herramienta para el que si es capaz de usarlo. Aun con estas, mi alma no estaría rota si ahora mismo flaqueara y muriera ¿cómo me rompería sí sé que morí peleando por la más grande de las convicciones? –
Estas reflexiones nunca fueron propias o quizás sí, él no lo sabía. pero resonaban esas palabras sobre el hueco de su alma en cada peldaño que bajaba de esas frondosas escaleras. No era un acto natural pelear ya cuando todos han soltado las riendas ¿Pero que otro acto de libre albedrio quedaba?
Los últimos 2 pisos de bajada se hacían largos, pues se encontraba ya cansado. Al llegar abajo, no alcanzaron a descansar sus pies antes de lanzarse directo a la salida. Grieta tras grieta, las luces que recorren el pasillo mostraban la catástrofe de los primeros bombardeos y las balas que impactaban la fachada. Al salir de las cavernosas paredes agrietadas, dilucidó cada bala por separado, diferentes unas de las otras, algunas más rápidas, algunas más grandes. Un par de impactos de las balas en su cuerpo seria más que suficiente para arrinconado en el piso sin vida, todo hubiese sido por nada. Treinta metros hacían falta para llegar, pero se hacía eterno cada paso. Las cargas explosivas de las balas más grandes se disparaban hacia los edificios, dejando caer los escombros sobre el campo. Los obstáculos llovían como si ese dios cruel admirado por ese patético hombre rezaba hubiese querido que unas cuantas voluntades se apagaran en su nombre. Un paso en falso podría causar un golpe en la cabeza contra rocas de mármol, cuarzo y granito. Avanzar rápido no era fácil con el terreno en su contra, pero su voluntad era mayor que la potencia de cientos de sus balas quizás por eso es que ninguna impactaba, le tenían pánico a su libertad. Doce metros, quince metros, la distancia recorrida se hacía mayor, pero no era seguro que llegaría. Veintidós metros, veinticinco metros, las piedras con las que la barrera estaba construida también resultaban un estorbo para poder cruzar, el tropiezo en falso desvió su cuerpo hacía uno de sus tiros, chispas rojas se desprenden de un impacto directo al hombro. Santos sean los poderes otorgados por un desconocido dios, que capaces de redirigir la energía del impacto lo libran del daño. La energía redirigida al piso es cortante cual espada invisible.
Tras el desbalanceo, logré recuperar la marcha y ya cruzados los treinta metros, rodee el ultimo escombro. Los vi de cerca a esos pobres hombres, sus caras reflejaban terror, ellos habían perdido la voluntad de pelear, pero dejaron escapar una pequeña sonrisa de esperanza al verme. Estire mi mano como una promesa más de libertad.
El rostro de alegría nerviosa se oscureció más pronto que tarde, unas sombras de aves gigantes cruzaban la ciudad en lo más alto del firmamento.
- ¿naves? ¿Tenemos refuerzos? – pensé rápidamente, pero no era alegría lo que veía en los rostros de los ahora asustados rehenes. Cenizas empezaron a caer, y con ellas se fueron las ultimas esperanzas de algo de libertad. Me di la vuelta completamente mientras veía los pisos superiores ser arrancados de el resto, dejando una nube de escombros en el aire, que cual pluma los miraba caer. Uno de los escombros que habían volado por el aire no tardo en encontrarse en mi trayectoria, aumentando cada vez más su velocidad hasta el inevitable impacto. Rocas mas pequeñas se desprendieron por el lugar, nuevamente, el dichoso poder hizo su trabajo, la velocidad de el escombro fue reducida a cero en un momento. Las chispas rojas que emergieron del impacto nuevamente se extendieron por el suelo y el aire, como cortes invisibles los cuales terminaron por alcanzar a varios de los pobres rehenes que no habían sido aplastados, todos fueron reducidos a añicos en un momento.
El las naves que habían pasado por el lugar se encargaron de un bombardeo, pero es triste que los misiles aun no distingan aliados de enemigos. El bombardeo fue eficaz, los disparos cesaron y la calma reinó por al menos un momento.
Tan pronto como el caos frenó, las preguntas invadieron su ya cansada mente.
- ¿Así que para esto usan el poder los que lo tienen? ¿Por qué no puedo ser esa luz de la esperanza contra el poder? ¿Por qué las armas no llegan a las manos de quien las necesita? -. Pregunta tras pregunta pasaba por su cabeza.
Cubierto de polvo, sangrando y con la visión borrosa, ve aterrizar lentamente las naves de sus verdugos, robando su atención una vez más, aun poder sin mirar el edificio donde habitaba antes.
- ¿así que vinieron a terminar su trabajo? – pregunte con una voz insuficiente y destruida.
- ¡es un civil herido! – escuche decir a lo lejos, ¿eran aliados entonces? ¿Venían a vengarnos por fin?
- ¡armen posiciones defensivas y preparen los siguientes ataques aéreos, este fue un éxito! – dijo lo que aparentemente era un general. El shock fue instantáneo, acababa de entender que eran los míos los que bombardearon toda la zona. los que peleaban con las armas capaces de someter a los demás, eran los que profesan la vida y la libertad, que sería del más libre, sin la capacidad de eliminar la libertad de otros, nosotros nunca fuimos libres, lo son quienes disponen de poder. Ahora las piezas encajan.
- ¿Como fui tan ciego ante verdades tan lógicas? Pensé tras notar la fuerza de los libres que estaban en frente. los hombres que tenía ante mí, eran los hombres más libres de toda la huma…
Un disparo de plasma golpeo la espalda de uno de los soldados que daban la espalda al aparentemente derrotado enemigo. La sangre salía a regueros mientras el cuerpo muerto del hombre caía por la pequeña montaña de escombros sobre la que se posaba. El rompecabezas estaba completo, solo los más fuertes eran libres, libres de imponer su verdad, sus deseos, pero estos hombres no son libres por sus armas, son los esclavos de las responsabilidades que les da su libertad, obedecen, son ciervos. Creo que entiendo, déjame serla luz que guie los caminos humanos, déjame ser el único que brille, para ser el guía de lo correcto, déjame ser el más libre, déjame ser la luz que nunca deja que otro brille, la luz que oscurece a los que menos brillan. eso recorre mi cabeza en estos momentos, estos pensamientos eran míos y cuando por fin vuelvo a ver hacia arriba, en lo que fue alguna vez mi hogar, a través de la sucia ventana rota, ya no diviso a los hombres indefensos, veo a los esclavos de la libertad ajena.