Huele a Frío

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Hacía frío esa noche. El aire olía a frío... y a muerte. Nunca había hecho tanto frío en las montañas como aquella noche. La lluvia caía lenta y casi con dulzura. Ella era la cómplice de los actos de la muerte. Las montañas y el bosque eran los testigos ... .y los lobos...ellos eran los trabajadores de la muerte esa noche. Ya estaban listos, esperando. Pronto la lluvia, los lobos y la muerte estarían cerca de lograr su propósito.

Afuera de la cabaña, en medio del bosque, caía la lluvia, que resonaba con fuerza en las tejas de barro. Lycon, con el pelo negro hecho un nido, miraba por la ventana. Siempre estaba deseoso de salir a jugar con la tierra mojada, con la lluvia…. También quería jugar con los lobos. Deseaba salir de la cabaña por lo menos una vez en su vida. Quería sentir más que roca bajo sus pies. Toda su vida había vivido en una cabaña a mitad del bosque y de las montañas, pero su hermana mayor Keirya, no lo había dejado poner un pie fuera desde que nació. Una vez, Lycon le preguntó a su hermana por qué no lo dejaba salir a jugar afuera. Ella lo miró jamente con esos ojos tan grises y tan pálidos que tenía, y con el pelo castaño recogido en una trenza. Se sentó a su lado y explicó sus razones.

- No quería que los lobos te hicieran daño ese día. Ellos querían comer y yo quería salvarte, Lycon. Escucha, desde que tengo memoria vivo en esta desolada cabaña. Mis padres me enseñaron a leer y a escribir. Me enseñaron a nadar en el río y a trepar por los árboles más altos. Me enseñaron a despellejar conejos y a desplumar aves. Más tarde aprendí a luchar contra animales pequeños y a tender trampas en el suelo y en lo altos de las copas de los árboles. Lo último que aprendí de ellos fue que más allá del Gran Roble, era territorio de lobos y que nunca debía cruzar aquel árbol. Mis padres nunca tuvieron intención de abandonarme, pero así fue. Keiry se tomó una pausa para respirar, y continuó:

- Ese día la comida escaseaba en la montaña. Mis padres se adentraron en el bosque y cruzaron el Gran Roble. Me dijeron que me quedara en la cabaña, esperándolos. Canté y canté en susurros hasta que anocheció. Mis padres nunca regresaron.

Cada vez que miraba por la ventana y veía cómo subía la tímida luna en la noche negra, mayor era mi desesperación. Mis padres me habían ordenado que no saliera de la cabaña hasta su regreso. Yo fuí el a mi palabra ... .solo hasta que empezó a asomar el sol al otro día. Me metí un cuchillo entre la ropa y salí en busca de mis padres, de mi amada familia, de algo a lo que aferrarme. Me daba miedo cruzar el Gran Roble, pues yo solo era una niña de once años con un cuchillo a medio alar contra una manada de lobos hambrientos y nadie sabrá qué más cosas. Caminé hasta que el sol subió a lo más alto del cielo después de cruzar el Gran Roble. La buena noticia fue que los lobos no tenían hambre. La mala noticia que tuve que afrontar fue que no me estaban buscando porque mis padres ya los habían alimentado.

Sentí un vacío feroz en el estómago cuando lo comprendí. Quería tirarme en el suelo fangoso y llorar hasta el anochecer, pero mis padres me habían enseñado a no quedarme mucho tiempo en un lugar peligroso. Volví lenta y cabizbaja por donde había venido. No había dado ni veinte pasos cuando escuché las dentelladas de los lobos a mi espalda. Al escucharlos, quise vengar a mis padres y corrí por donde donde escuchaba el sonido de dientes y chirridos con mi “grandiosa espada” desenvainada.

Cuando llegué, vi a dos lobos peleando por alguna presa, los demás estaban concentrados en la pelea. Sin embargo, debí hacer demasiado ruido al intentar trepar a un árbol, ya que todos levantaron la cabeza y luego, las orejas. Al parecer, ni la presa por la que luchaban ni yo les llamó tanto la atención como un sonido al oeste, pues abandonaron a la presa y partieron en dirección opuesta al sonido.

Bajé del árbol para revisar por qué estaban peleando dos miembros de la manada anteriormente y encontré algo que cambiaría mi vida. Juré que siempre lo protegería.

- ¿Qué fue lo que encontraste Keirya? –Lycon la miraba con los ojos como platos--. Dime!
- Pues te encontré a ti. – Lo rodeó con uno de sus fuertes brazos -Eras muy pequeño pero los lobos no te habían hecho nada …. Aún.

“Me pregunto qué habría pasado si no hubiera llegado yo. También me pregunto de donde saliste. Yo vivía en medio del bosque y esperaba nunca encontrarme alguien como yo, a parte de mis padres. Hmmm, pues sea como sea, yo te traje a mi cabaña y te di alimento y te cuidé.

No te dejo salir porque no quiero perderte, Lycon. Perdí a otros por dejar que sea fueran. No te perderé a ti también.

Por esta razón en seis años no has salido de aquí y por esa razón espero que no me vuelvas a preguntar cuando puedes salir a jugar afuera.”

-Ummm. ¿Por qué me llamaste Lycon? – Sabía que no podría volver a preguntarle a su hermana sobre salir, por lo que se contentó con hacer esa única pregunta-.
- Porque te encontré entre los lobos. Un nombre adecuado para un lobo es Lycon.
- No has pensado que tal vez ellos eran mi manada?, ¿no has pensado que tal vez me protegían de algo?.
Tal vez debí quedarme con ellos cuando era bebe. Tal vez ellos eran mi manada.
- Cuántas veces debo decírtelo Lycon – El comentario hizo enojar a Keirya-. Ellos tienen garras y dientes feroces… y en las noches aúllan, danzan en la oscuridad y le cantan una canción a la muerte. Nosotros no somos lobos, Lycon. Tienes mucha suerte de que yo te haya encontrado. Yo soy tu … manada, si así lo dices. Ellos te matarían sin pensárselo dos veces. Lycon, por favor no sigas pensando en los lobos. Ya tienes seis años y estoy bastante ocupada.

Todas esas ideas pasaron como un vendaval por la mente de Lycon mientras veía la lluvia caer y estrellarse en la tierra de la montaña, dos días después de aquella conversación. Ahora, él tenía ocho años y Keirya diecinueve. Ella siempre decía que su hermano ya tenía edad para comportarse como una persona grande y valiente.

¨¿Como demuestro mi valía si ni siquiera me deja salir de aquí?¨ pensaba Lycon con amargura. ¨Por suerte ya lo tengo todo listo, hoy es el día .... debo decir, hoy es la noche.

Lycon lo había preparado todo para esa noche lluviosa y oscura. Llovía con fuerza, era la noche perfecta. Justo la noche que Lycon estaba esperando. ¨ Le demostraré que soy valiente. Me voy a jugar con los lobos. Me voy con mi manada. Ella dijo que me encontró entre los lobos, es porque entre los lobos debo estar. Nunca volveré aquí, me volveré un lobo y luego ....¨ La voz de Keirya interrumpió sus pensamientos.

- Hoy huele a frío, Lycon. Hace frío y huele a frío. Hay mucha lluvia afuera. Eso es mala señal ….si. Lo siento en mí Lycon, ¿tú no?. Hoy huele a frío – en voz baja susurró-, hoy huele a muerte. En n, será mejor que durmamos temprano hoy.

Se acurrucaron juntos en un colchón de plumas que, según Keirya, estaba allí desde antes de que ella naciera. Lycon se aferró a ella para conservar el calor y Keirya lo abrazó. Lo último que ambos escucharon fue la lluvia caer en una noche oscura y sin estrellas.

Keirya dormía cuando a Lycon lo despertaron, como cada noche, los aullidos de los lobos en la lejanía.

¨Vaya, esta noche están inspirados, le componen una linda canción a la luna¨ pensó Lycon mientras luchaba por salir del confuso abrazo de Keirya sin despertarla. Cuando logró salir del colchón se sintió con ganas de seguir. ¨Hoy es la noche indicada, hoy huele a frío¨.

Con pasos sigilosos, caminó hasta la cocina de la pequeña cabaña, levantó una roca plana, que conformaba parte de la supercie del suelo pero que estaba despegada. Lycon la había utilizado para esconder una daga que hace tiempo le robó a Keirya. La miró y casi sintió pesar por su hermana el día que la perdió.

¨Ella no es mi hermana de verdad, son los lobos que cantan a la luna por las noches. No tengas pesar, no tengas miedo¨. Se dijo Lycon para sus adentros mientras tomaba una bolsa de caza y metía adentro la daga. También metió unas tiras de carne seca y un pantalón de repuesto. Estaba listo para ir a ver a su manada y decidido a quedarse con ella.

Lycon no tenía zapatos, pues nunca había puesto un pie fuera de la cabaña. Cuando lo hizo, miles de sensaciones de placer, ira, esperanza y al mismo tiempo desesperación llegaron a las plantas de sus pies y le subieron rápidamente a la cabeza. Una vez afuera, cerró la puerta rápido pero con cuidado, de lo contrario despertaría a Keyra. Lycon corrió, corrió y corrió lo más rápido que puedo lejos de la cabaña, hacia adentro del bosque. Cuando la boca le sabía a sangre, se encontró frente al Gran Roble. Se quedó un momento respirando agitadamente mientras lo contemplaba desde abajo. Se sentía impotente mientras que el árbol se sentía poderoso.

¨Soy muy pequeño y estoy indefenso en un bosque peligroso y grande… no, NO, este es mi hogar y yo soy un lobo y le canto a la luna. Los lobos no sienten miedo jamás.¨

Lycon pasó el Gran Roble y continuó corriendo. Sentía la tierra húmeda y muy resbaladiza bajo sus pies descalzos. Se sentía vivo por primera vez. Tocaba la lluvia con las manos y la sentía en la cara mientras corría. Sentía también como las ramas de los arboles le arañaban los brazos, la cara, los pies y el alma. Se detuvo de su disfrute al escuchar una canción, aullido cercano.

¨Me están llamando, quieren que también yo me una a su danza, a la noche y a su canto a la luna¨

Lycon respondió al llamado de su manada con su mejor aullido. Echó a correr de nuevo, esta vez más rápido. ¨Los lobos siempre fueron mi manada, de lo contrario, cuando Keirya me encontró, ya me habrían hecho daño. Esta noche me voy a encontrar con mi verdadera familia. Me convertiré en uno de ellos y nada ni nadie me arrancará de mi manada. Ellos me van a aceptar, lo sé, lo presiento¨. Continuó corriendo, cada vez más lejos de la cabaña.

Se detuvo para tomar agua en un arroyo. Sintió pisadas, no eran humanas, desde luego. Pronto, estaba rodeado de lo que Lycon llamaría su manada.
- Estoy aquí amigos!. Ustedes son mi verdadera familia. Keirya me dijo que me había salvado de las fauces de los lobos hace ocho largos y casi interminables años. Eso era mentira, siempre lo pensé. Ahora estoy con ustedes, soy uno de los suyos. Miren: Auuuuuuuu, auuuuuuu. Puedo aullar como los lobos. – Lycon sonreía. Los lobos lo miraban con extrañeza y hacían un círculo a su alrededor. Sin embargo, no lo atacaban-. Vengan, acérquense. ¿Qué es lo que esperan? Yo….

De una roca alta salió un lobo muy grande del color de la nieve. Clavó los ojos amarillos en Lycon y lo miraba desde arriba con curiosidad. Los demás lobos retrocedía ante él. Lycon hizo lo propio.

- LYCON! Dónde estás Lycon!!! – Desde lejos se alcanzaba a escuchar la triste y desesperada voz de Keirya-. Quédate donde estés, ya voy!!.
- Keirya. Shhh, es Keirya – Lycon se mordió el labio-. Si se mueven nos descubrirá y me llevará de vuelta a la cabaña. No quiero volver, quiero danzar a la noche y cantar a la luna con ustedes. Quédense quietos todos. No hagan …..

Era muy tarde como para intentar gritar, el lobo blanco le había caído encima y le clavaba los dientes en el cuello. Su sangre pintó el suelo lentamente de rojo y todo terminó. Tal vez no terminó como hubiera querido el niño, pero terminó.

Keirya llegó tarde. Logró espantar a los lobos del cuerpo inerte y desgarrado de Lycon, pero no podía devolverle la vida a su hermano. Lo abrazó como antes lo había hecho cuando él estaba vivo y podía sentirla. Keirya lloró y lloró, y lloró, tirada en el suelo, sintiéndose ....no lo sabía. Había perdido a su familia, de nuevo. ¨Siempre supe que esta noche alguien moriría¨. Se quedó allí, quieta, bajo la lluvia y llorando por su hermano. Un hermano que murió por creerse lobo.

La muerte logró su propósito ese día. Y Lycon, desde las estrellas, comprendió que no solo olía a frío, sino a muerte. Comprendió que los lobos no danzan a la noche, danzan a la oscuridad. Comprendió también que los lobos no le cantan a la luna, ellos cantan a la muerte.

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