

Comenzó con un saludo y, de forma casi inmediata y sorprendente, lo sentimos los dos. Fueron tres los momentos necesarios para que nuestros corazones empezaran a latir en sintonía, y con solo cuatro palabras lo supe: tú serías mi persona. Las cinco rosas que me regalaste siguen en mi florero favorito, ese que está junto a los seis libros que me recuerdan a ti. Han pasado siete días desde que me sorprendiste con las flores, sin embargo, como si las acabaran de cortar, están intactas. Desearía que ocho fueran los días de la semana para disfrutar más tiempo contigo porque ni nuestros encuentros de nueve horas son suficientes. Vamos a conocernos y a aprender cómo amarnos, diez años bastan, parece mucho tiempo, pero, por suerte, el tiempo siempre está de afán.
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