AULA DE ÍCARO CONTEXTUAL
El dragón y la dama


Estaba yo sentado en esa silla en la que siempre que la encontraba, se alumbra todos los sentimientos tan fuertes como una llamarada; una llamarada de fuego de la boca de un dragón; un dragón volando muy muy alto… el dragón descubría las nubes, una sustancia indescriptible muy esponjosa. Mi piel nos escondió, reposaba brillando espejo de la bella dama bella y cariñosa, con un arma dulce y sofisticada tanto que para un plebeyo como yo era difícil entenderla, pero eso me hacía amarla más que a nada.
Se acercaba pero aquella persona aun prevalecía sobre los otros, realmente estaba confiada y segura. Después de todo me sentía como en casa, sin pensarlo dos veces intenté seguirla, pero no por todo lo que paso antes de que me gustara, la amara, la adorara, sus ojo sus sonrisa y alma, cada roce hacia estremecer mi cuerpo.
Por el miedo temor de morir hoy, aquí, en mi último suspiro, como cuando se rompe los huesos el caer contra el piso amarillo reluciente por el limpiador de piso. Estaba mojado y me caí y mojé a mi abuelita y vómito… de cabra, un animal bastante alocado que siempre traía buena suerte y recuerdos invadían mi mente cada momento libre donde podía pensar cómo fracasar sin quererlo y también deseándolo tan profunda y locamente. Solo quería llevármelo o robármelo. Mi paisa comprende que aquí es robar o ser robado, mano, este es un atraco, manos al suelo y relojes que se detenían cuando no los veo, haciendo de la vida, un sufrimiento eterno.
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