Ganadores concurso de Cuento ÍCARO 2022

21 de noviembre de 2022
Portada
Logo Ícaro
ÍCARO
ESCRITURA CREATIVA IAM



Para los organizadores y el director de íCARO el profe Iván Montoya fue muy gratificante ver la producción literaria de los participantes en esta edición del concurso. Además, por contar con el valioso apoyo del estudiante de Proyectivo Jacobo Peña como jurado invitado.

Luego de leer y analizar algunos aspectos literarios y técnicos, los jurados determinaron que, por el impecable ritmo literario, el trasfondo y las imágenes poéticas que se intercalan al contar la historia, y resuenan al compás del conflicto entre el ser humano y la naturaleza, el cuento "La sombra del tigre" del estudiante Andrés David de la Cruz de Proyectivo, fue el mejor cuento de este 2022.

El segundo puesto, se lo otorgó a la estudiante de Contextual Juana Calderón con el cuento "Una flor para el amor", por la elegancia de su estilo lírico, y el contraste entre metáforas que, mediante la fantasía, evocan los espíritus del amor, la traición y la venganza.

Y, por la increíble originalidad narrativa que subyace a la sencillez de su historia, y el manejo del espacio como parte de la filosofía del protagonista, Simón Córdoba de Contextual obtuvo el tercer lugar con el cuento "La jovialidad de subir y bajar escaleras".




La sombra del tigre

Portada Cuento

Por: David De la Cruz

La casa había estado desolada desde la mañana, y habría estado así toda la tarde de no ser por la familia que volvía del pueblo. La casa se había inundado de un calor abrazador, fruto del sol de las 2 de la tarde. Aquel pequeño hogar pudo haberse tratado de una hermosa parada de hotelería, de no ser por el pueblo que quedaba colina abajo.

El niño había adelantado a su madre y subía con pequeños saltos la colina. La madre, a metros detrás de él, sólo podía ver una pequeña figura delgada que con determinación luchaba contra la inclinación de la colina y se hacía camino. La madre llevaba dos bolsas, una en cada mano, en una traía las verduras y en la otra traía la carne.

El pequeño de 9 años subía y subía, zigzagueaba soltando virutas de tierra seca con sus zapatos, solo quería llegar a casa. Entonces desde el pico de la colina empezó a divisar el techo de la casa, a cada paso divisaba la uniforme pintura soportando el techo, y ya solo le quedaban unos metros para ver la puerta principal. El pequeño niño siguió trepando la colina hasta hallar al tigre. El tigre estaba echado como un tapete, regordete, en frente de la puerta principal, como aguardando paciente la lejana puesta del sol. Las manchas negras del tigre parecían abiertas como heridas, el pecho blanco era difuminado por el tapete y lo que lo hacía distinguirse más de la casa era el pelaje brillante y anaranjado que tenía. El niño abrió los ojos, y ni siquiera se había ruborizado cuando ya estaba bajando por la colina en busca de su madre. Tambaleándose y conteniendo la respiración con quejidos, llegó hasta donde su madre, el pequeño con la sutileza de no gritar, pero le explicó con temor a su madre lo que se hallaba en la puerta de la casa.

- Mamá, ¡ahí hay un tigre, HAY UN TIGRE!
- ¿Cómo que un tigre? ¿Qué estás diciendo?

La actitud del niño se le hizo inusual a la madre, pero el pensamiento de que simplemente él pequeño había visto un gato muy gordo en la casa la apaciguó. -En serio mamá, no miento, ahí hay un tigre- masculló el niño como para no ser escuchado por el felino. La madre al ver el rostro intranquilo del hijo miró colina abajo, en busca del padre del pequeño, y con firmeza al no ver a nadie lo llamó. El niño se estremeció de inmediato, y en seguida se lanzó hacia la cintura de su madre, sosteniéndola con fuerza le dijo que por favor no volviese a gritar, que el tigre les podría encontrar.

La madre cada vez más inquieta solo sostuvo a su hijo con debilidad. Entonces el padre del niño apareció, detrás de una roca llevando la carretilla oxidada con las compras restantes. - ¿Qué ocurre? - La voz gruesa del hombre se escuchó extrañada por la llamada de su mujer, pero ésta sólo le respondió que se acerara. -Papá, en la puerta hay un tigre, creo que aún está sentado, pero no sé, ¿qué haremos?

El señor solo soltó una pequeña risa, que desapareció al ver el rostro serio de su mujer -De acuerdo, voy a revisar- Entonces el padre del pequeño dejó la carretilla trancada en el pasto y subió colina arriba. Cuando divisó el marco de la puerta principal sintió que iba a echarse a reír, pero al ver como el tigre desde el suelo estrechaba sus ojos y estiraba una de sus patas, como amenazándolo de muerte, se aterrorizó.

Tuvo que regresar a paso ligero y conteniendo la inquietud en los ojos, solo cuando llegó hasta donde su esposa dijo con un suspiro -Si, hay un tigre enfrente de la casa- La mujer soltó una de las bolsas sin cuidado alguno y se llevó una de las manos a la boca.

- ¿Qué? ¿Un tigre? ¿De dónde ha salido? - El hombre solo pudo negar con la cabeza. -Creo que hemos de llamar a los militares, o a los…- La mujer entonces lo interrumpió -Ni se te ocurra, no los llamaremos. Prefiero que traigas la escopeta y ya, no los quiero a ellos aquí, ni se te ocurra.

El hombre entonces al ver que el sol se ocultaba, cercano a lo que él conocía como las 5 de la tarde, comió un poco y luego buscó la escopeta. La encontró en la choza donde guardaba sus herramientas, y tiempo después tuvo que volver con paso ligero, hasta llegar donde su mujer y su hijo reposaban. Las bolsas habían estado varias horas en el pasto, e incluso ya a la mujer le estaba desagradando el hedor de la carne cruda, entonces el hombre sin apenas despedirse le dio un beso en la frente a su esposa y le dijo a su hijo que se tapara los oídos, y que no se acercase a la casa hasta que él volviera. Subió entonces la colina, recordando la tranquilidad que tuvo la primera vez que vio al felino, y notó cómo el atardecer empezaba a ser devorado por la noche, las nubes flotaban en un lienzo anaranjado que se teñía en el cielo. Recordaba entonces al tigre, al tigre echado sobre el tapete.

Divisó entonces al animal, éste miraba impávido hacia la profundidad del bosque, pero al ver al hombre levantar el alargado cañón, flexionó las patas como un arco tensionado. El hombre se paralizó al ver los ojos amarillentos levantarse, pero en un arrebato apretó el gatillo, y un destello amarillo explotó en el aire. El tigre se apartó de la puerta de un solo salto. Con una enfermiza elegancia el tigre parecía esperar un segundo disparo. El hombre escuchó el grito asustadizo de su hijo, y apuntó ahora el cañón hacia la criatura que se empezaba a teñir de una oscuridad nocturna. Volvió a disparar, pero para ese momento el tigre ya se había abalanzado hacía en frente. El pelaje ni siquiera parecía erizado al ver los cartuchos. El hombre de repente había tomado entonces un aspecto cadavérico. Se recarga el arma, con extraño frenesí, pero ahora el tigre ya había dado dos saltos, se tensaron las patas traseras y preparando las garras, el tigre se lanzó al hombre que apenas logró disparar una tercera vez. La pata trasera del tigre desapareció y solo un pelaje concluía en el costado Se escuchó un ronco quejido del animal, pero este, logró tumbar al hombre, la escopeta se comprimió entre el pecho de la bestia y el sujeto. Aunque el tigre agonizaba de dolor, aquel impulso violento aterró al hombre, tirado a merced del felino, pero justo antes de conocer las fauces de la fiera, se escuchó una pregunta triste pero clara - ¿Ya no está? ¿Ya huyó?

El tigre separó la mirada del rostro del hombre, solo para mirar la curva de la colina. Entonces, aunque aplastando el tórax del sujeto, el tigre corrió agazapado, colina abajo. El padre del niño se incorporó y gritó en un arrebato de dolor, tomó atientas la escopeta y se tambaleó hacia la colina. Pudo ver una sombra oscura bajar sin freno alguno hacia las dos siluetas que se hallaban llenas de miedo. Por un momento el hombre ya privado de cualquier raciocinio quiso pensar que el tigre no iba por su familia, sino que iba por la carne, por la carne que habían comprado en el mercado, que no iba por su esposa y su hijo.

Más tarde pudo llegar la policía, tres tiros de escopeta habían resonado hasta llegar a la ciudad. Los oficiales se impresionaron al divisar a un hombre sollozando colina arriba, con un par de cuerpos desfallecidos en los brazos. Los policías intentaron preguntar por lo sucedido al hombre ensangrentado, pero, aunque el hombre intentaba hablar, sus propios alaridos, se lo impidieron.




Una flor para el amor

Portada Cuento

Por: Juana Calderón

Érase una vez, cuando aquella criatura vagaba por la oscuridad, hambrienta de sueños pues no podía soñar, no desde que por amor cedió su alma perdiendo la poca esperanza que le quedó. Curiosa dama, de ojos vacíos y corazón roto de la que, pocos pensarían, es humana. Hermosa, orgullosa, caprichosa, dolida y princesa, única heredera del Imperio de la Orquídea, prometida de un duque, para muchos, ideal. Vida que parecía perfecta: sin preocupaciones, un futuro brillante, una fiel sierva y un gran compañero a su lado, sin embargo, todo caería a pedazos el día considerado el más feliz de una mujer… El día de su boda.

El baile de su festejo fue toda una locura. La nación extasiada por la fiesta —más que nada porque, temporalmente, bajarían los impuestos al no tener que pagar por sus excentricidades— auguraba perfección, hasta que decidió salir a contemplar las flores en su jardín, reconocido en el imperio por tener las más hermosas y de mayor variedad. Su edén personal. Mientras caminaba, detrás de un árbol logró escuchar un sonido indecoroso, aquel que solo se emite en la privacidad de la pareja.

Al principio no se quiso acercar, pero la curiosidad, la misma del gato, la llevó a acercarse discretamente. Grande sería su sorpresa al ver que la pareja se componía por su esposo y su sierva.

—Entonces…, ya estás casado con esa malcriada…
—Mataré a los imbéciles de sus padres. Se creen buenos monarcas y una vez nos coronen... —Dijo sonriendo el ahora príncipe.
—La haremos correr con la misma suerte que ellos y serás libre de gobernar como emperador —Completó la sirvienta con aire de felicidad.
—Tú serás mi emperatriz —carcajeó. La malcriada no sospecha nada.
Sin poder expresar palabra, la princesa corrió hasta su alcoba y echó a llorar. Que trágica ironía: todos se regocijaban y ella lloraba en su celebración, manchando su vestido blanco.

Una fría brisa atravesó la alcoba, entrando por la ventana abierta, produciéndole un escalofrío. Tambaleándose caminó hacia el balcón, preguntándose, llena de ira, cómo calmar ese dolor. El cielo nocturno no tenía luna. Ensimismada escuchó una tenue voz de niño: —¿La venganza apaciguaría tu dolor?

Un escalofrió recorrió su espalda. Una sonrisa, maquiavélica y aterradora, precedió la aparición de una pequeña figura, a lo que ella con tranquila y fría voz replicó:

—¿Qué sabes de mi dolor?
—Yo como su siervo lo puedo entender. No como esa mujer, su criada, que le dio falsa lealtad... Pídame lo que desee se lo daré. Solo pido un pequeño pago.
La princesa, sin cuestionar mucho la idea, aceptó. Sus padres consentirían cualquier petición para que consiguiera lo que quisiera. Ahora quería ver a los traidores sufrir.
—¿Tenemos un trato ama? —dijo sonriente, extendiendo la mano buscando un apretón
—Sí —Resonó la respuesta en arrogancia estrechándole la mano aún enguantada
—Bien.

Tan pronto como esa palabra salió de la boca del niño, de su unión empezó a liberarse un líquido viscoso y oscuro. La princesa rápidamente quitó la mano y cayó al suelo, asqueada a punto de gritar. La criatura le puso su dedo en la boca para que se mantuviera en silencio.

—Ya está hecho… —Dijo susurrándole al oído con voz escalofriante— Tres, dos…

Siendo interrumpido por gritos provenientes de la fiesta llamando a la princesa para partir el pastel, que, tambaleándose se levantó notando que la criatura había desaparecido.

Bajó las escaleras con su cabeza en alto, luciendo porte y clase. Abajo, en primera fila, se encontraba el descarado príncipe y su traicionera sierva conservando sus sonrisas hipócritas. El primero, al verla, le dijo que parecía “Una hermosa flor” tomándole la mano. La segunda levantó con humildad la cola del vestido de novia.

Una vez bajó el último escalón vio que ambos amantes cayeron al suelo gritando de dolor, vomitando pétalos de rosas multicolor y espinosas enredaderas saliendo de sus ojos. Los presentes horrorizados, incluyendo a los padres de la pareja, callaron al ver formarse un hermoso rosal carmesí con dos cadáveres entrelazados en sus ramas.

Las carcajadas de la tranquila princesa resonaron al interior del salón mientras avanzaba hacia el floral adorno para atravesarlo sin importar que a cada paso rasguñaba su rostro, su boca, sus ojos, su piel. Espinas penetraron su cuerpo, desgarrándole el vestido, ante la aparición de un niño, su siervo, que ahora, vuelto hombre gritó:

—Las alimañas se convierten en hermosas plantas en flor... Me quedaré con la orquídea más bella del jardín.

Tomó de la mano a la ciega princesa asegurando a los regentes del Imperio de la Orquídea su cuidado. Prometió que, a quien desease verla, solo debería pasear por el que fuera su edén personal, donde reposaría por la eternidad.

Diciendo esto, todo fue humo y se esfumó con la princesa, esposo y amante sin dejar rastro.




La jovialidad de subir y bajar escaleras

Portada Cuento

Por: Simón Córdoba

Tap, tap, tap. Resonaba en aquel cerrado sitio, rebotando por las paredes de concreto olvidadas. Tap, tap, tap. Se oía desde las ventanas sin vidrio que se asomaban en las escaleras, tap, tap, tap. Se oía el sudor caer al ritmo de los pasos, tap, tap, tap. Retumbaba su mente con gran regocijo. ¿Tap tap tap? Nunca se preguntó ni dudo de los pasos que daba con gran fuerza y vigor. Tap, tap, tap, relataban aquellos músculos forzados por el largo trayecto con gran amor y pasión. Tap, tap, tap relataba aquella persona que subía doce pisos y esos más de 100 escalones que, entre el concreto, el polvo y los cadáveres de insectos presenciaban cada momento de dolor en el que muertos se reposaban sobre la barandilla demostrando su debilidad.

Para muchos que veían subir y bajar aquellos escalones, pero para él era un simple jugar. Se veían rasguños y notables moretones en sus piernas que no le impedían seguir subiendo, su cara mostraba una gran sonrisa que parecía falsa, tal vez fingida, que era algo de lo que él ni se percataba. Tap, tap… frenó en seco al ver la puerta con un letrero verde y números que mostraban antes ser blancos. Dejó de marcar los pasos al llegar al piso con el que sin esfuerzo se camina, acercó su empolvada mano a la oxidada y dañada manija hasta que en el aire freno y aquellas falsas entidades vivientes en las escaleras como ventanas, escalones o paredes veían horrorizados como retrocedía lentamente hasta volver a dejar la mano recta verticalmente dar un paso atrás y un giro de 180º; y volvió a mirar hacia las escaleras con deseo de volver a sentir aquella jovialidad con la que vivió aquel momento que le hacía chorrear saliva al imaginarlo y, volvió a sonar el Tap pero en vez de subir más tal vez embobado volvió a las rutas de huellas que dejo en los escalones preparado para recorrer lo mismo demostrado en aquel pie posado en el escalón de piedra con bordado de metal dorado que estaba bastante empolvado lo que opacaba su brillo.

Tap, tap, tap hacía que los marcos de los ventanales cayeran al piso por la determinación e hicieran una bomba de polvo, tap, tap, tap notaban las gotas de sudor que como cuando uno encuentra un deja vu se extraña y decidieron ocultarse de nuevo entre los poros, tap, tap, tap temblaba la mente al sentir tanto placer que dejó la mente volar, tap, tap, tap, realmente se preguntaban los escalones, ¿realmente alguien puede apreciar esta bobada? Tap, tap, tap explotaban los músculos que entre hilachos mantenían el pie entonando aquella percusión para los chillidos de ratas, que en conjunto formaban una melodía de una jovialidad de otro mundo. Tap tap tap, hacía temblar las puertas que rechinaban de alegría al ver a alguien pasar dos veces con tanto entusiasmo viendo ahora que aquellos moretones y rasguños habían desaparecido entre el sudor y el amor. Tap tap tap TAP sonó una extraña nota fuera del concierto producida por el pie ser apoyado contra la puerta del primer piso para impulsarse y volver a subir sin preguntarse nada, parecía como una droga. Al ver entre la puerta afuera un bello ascensor lleno de fila, que su metal era pulcro y brillado cada día.

Aun se escuchaban aquellas gloriosas pisadas, pero ya no se relataban como un majestuoso libro ya que toda la audiencia había desaparecido, tanta complacencia de ser apreciados los había aniquilado. Él sin percatarse de que no había nada con los ojos cerrados repitió el proceso con imaginarios tap, tap en el oxígeno. Al subir flotando, pero repitiendo la misma ruta, sus piernas estaban en un extraño estado en el que estaban tan adoloridas que normalmente dejarían caerte poniéndote en una situación en la que solo puedes esperar hasta la recomposición de las piernas; pero como en una película por conveniencia de algún guion de alguien, seguían andando y la persona esta vez decidida abrió la puerta inexistente con tal jovialidad que, parecía poesía su misma vida en aquel momento. Sus piernas volvieron a la realidad y los huesos apagaron la sinfonía, pero antes de eso la mano se apoyaba en una manija nueva que marcaba el hogar del sujeto.

Él no se volvió dejando atrás el placer, encontrándose con felicidad a su familia. Al recorrer toda su ruta, vemos que, en los escombros de las escaleras, una sustancia gris que eran malas jugadas que le jugó el día, desplegadas acá pero este ritual las eliminaba, simplemente agradeciendo.

Agradeciendo lo que para algunos en remotos tiempos, fueron las piernas con las que se daban largas caminatas pero lo que ahora era un mito viviente en esa persona; y la magia que dejó en los escombros e incluso en el aire con un viviente tap tap tap que resonaba en tu mente al tocar los escombros motivándote y corriendo dejando pisadas parecido a disparos haciendo temblar el asfalto, llenándolo de mala energía y de vibraciones hermosas que parecían enfermedades, contagiando a todo bicho y persona, llenando la ciudad de la sinfonía, destruyendo el mundo dejando solo humanos, invencibles a incluso lo inimaginable con el simple agradecimiento.