Portada
Logo Ícaro
ÍCARO
ESCRITURA CREATIVA IAM



A través de la historia de la humanidad, los seres humanos no habían podido encontrar una forma de salir sanos y salvos de sus relaciones amorosas, convirtiéndose en víctimas de sus propias acciones. Pero todo cambió en la modernidad, con el avance de las tecnologías, los riesgos de terminar con el corazón hecho trizas aumentaron exponencialmente. Se llegó a tal punto en que la sociedad decidió tomar medidas para regular sus propias relaciones amorosas. Con los disturbios de 2011 se estableció la primera policía del amor, que sigue vigente hasta el día de hoy. ¿Pero fue una buena idea?



Primera historia:

Julia y Mario se conocieron en la universidad, en una clase de la facultad de ciencias sociales. Desde el primer momento en el que interactuaron su destino estaba decidido. Como no podía controlar sus problemas con sus padres, Julia siempre buscaba ese control en sus relaciones, mientras que Mario necesitaba controlar porque esa era su naturaleza como persona. Al inicio, su necesidad por el control los separó, pero al cabo de conocerse, saber que compartían esa misma necesidad por el control los hizo sentir menos solos. Al cabo de unos meses decidieron comprometerse a una relación monógama, pero lo mismo que los juntó los separaría eventualmente. Después de no mucho tiempo como novios empezaron a surgir tensiones, y ambos se vieron en la necesidad de buscar personas que les dejaran asumir el control.

Julia siempre era quien buscaba a Mario para arreglar los problemas, pero después de un tiempo se cansó, entonces empezó a recurrir a Alejandra. Alejandra era su amiga, quien siempre estaba ahí para ella cuando Mario no podía, por eso fue tan fácil para Julia engañar a Mario con Alejandra. Mario no tardó en darse cuenta que algo no estaba bien, entonces decidió visitar el apartamento y encontró un sostén que sabía que no era de Julia. Decidió llamar a la policía del amor. La policía del amor llegó al apartamento y empezaron a inspeccionar todo a la vista, con la tecnología especial de infidelidades detectaron que se trataba de Alejandra. Contactaron a Julia y a Alejandra. Una vez se encontraron los tres, Mario no podía creer de quién se trataba. Alejandra que siempre lo intentaba seducir, Alejandra que siempre le decía que terminara con Julia, Alejandra con quien él también engañaba a Julia, y la policía del amor no tardó en deducirlo.



Segunda historia:

Jorge llevaba tiempo fuera de sus casillas. Todo empezó cuando lo expulsaron de la universidad. Su expulsión de la universidad no duró más de un mes, fácilmente la familia de Jorge pudo matricularlo en otra universidad aun más prestigiosa que la anterior, sin ningún retraso ni pregunta alguna. Esa fue la primera vez que Jorge le gritó a su novio. Tomás lo ignoró pensando que solo lo hacía por expresar su frustración con la situación. Pero no fue la última vez. Con cada frustración en su vida sus niveles de agresión hacia Tomás aumentaban.

Tomás estaba cansado, no podía seguir siendo el desquite de Jorge. Decidió llamar a la policía del amor. Se dirigió a la estación de policía. Atendieron a Tomás, le preguntaron qué pasaba en su relación y le expusieron las distintas opciones legales que tenía, pero Jorge llegó a la estación de policía. Después de la llegada de Jorge, la policía empezó a cambiar la manera como trataba a Tomás, le preguntaron si estaba seguro de la veracidad de sus afirmaciones, si no era meramente una exageración. La policía dijo que no había pruebas para establecer que Jorge agredía a Tomás, solamente estaba en la cabeza de Tomás. Le recomendaron seguir con Jorge, y le decían que no tenía nada de qué preocuparse. Lo que Tomás nunca supo es que Jorge le pagó a la policía para no manchar su nombre familiar y les rogó para que convencieran a Tomás de que no lo dejara.



Tercera historia:

Desde la primera vez que Catalina vio a Santiago quedó profundamente enamorada, de esos amores a primera vista, incluso mejores que en las películas. Catalina ya estaba empezando sus treintas, no pudo evitar sentirse halagada con la atención de Santiago, atención masculina que pensó que se quedaría en sus veintes. Santiago la llamaba todas las mañanas, en todas sus citas le regalaba flores, desde tulipanes hasta margaritas, y siempre decía que ninguna era tan bella como su Catalina. “Su Catalina”, a ella le encantaba sentirse de alguien, aunque no sería así por mucho.

Catalina estuvo con Santiago por un año antes de decidir vivir juntos, ignorando las advertencias de sus amigos, amigos que aprovechaban cada oportunidad que tenían para decir lo controlador que era Santiago y cómo sus llamadas diarias no eran genuinas, sino una forma más de controlar su vida. Cuando Santiago supo que los amigos de Catalina hablaban de él a sus espaldas decidió hablar con ella, haciéndole saber que lo criticaban desde su envidia, y que al final del día ella era suya y de nadie más. Así, poco a poco Catalina tenía cada vez menos amigos, hasta que solo quedó su familia. Ya no tenía un sistema de apoyo, y ni siquiera pudo darse cuenta hasta que fue muy tarde. Con el tiempo el espíritu de Catalina ya estaba doblegado, entregado enteramente a Santiago. Se convencía a sí misma de que esa era la única manera de ser feliz, y como muchas veces le había dicho su novio, nadie la iba a querer como él lo hacía.

Catalina tenía el hábito de almorzar cada dos semanas con su hermano Guillermo. En uno de sus almuerzos acababa de discutir con Santiago y su hermano se dio cuenta cuando la vio de que en el fondo, aunque ella supiera que su relación no estaba bien, no iba a hacer nada para salir de ella. Guillermo intentó hablar con Catalina, pero solo decía que Santiago la amaba y nada iba a interponerse entre ellos dos. Su hermano no tuvo otra alternativa que llamar a la policía del amor, porque el “amor” es ciego, incluso cuando te hace daño.