

Hibiscos como caricias vuelan como mariposas, un piano en el lago, un viaje a Rusia, un buen abrigo, y mi amiga, la cálida sangre. Nadar al correr, y volar al caer ¿Qué más puedo pedir del olor a llantos desenfrenados, cuya meta es cobijarme en su paisaje realmente imaginado?
¡Oh, espera! ¿Ya estoy levantado? 4: 30 A. M., al parecer, ¿qué debía hacer? Exacto, debo ir al colegio, qué horror.
Entre las ardientes gotas de agua sobre mi cabeza, recuerdo que olvidé mi sueño ¿Qué era exactamente? Recuerdo algo sobre un piano, tenía... ¿mariposas?... Un cambio de temperatura abrupto.
¡Ahora recuerdo! Un piano en un lago, pero si bien recuerdo las cosas, eso es estúpido. ¿Un piano en un lago? Maldición, debí estar muy loco, y si tal vez… ¡Ouch, jabón en el ojo! Verdad, debo salir de aquí, y tomar la toalla duele mucho, me recuerda una suavidad a mi corta edad de 3 o 4 años, siendo secado por mi mamá, o mi abuela, pero también me aleja del flujo del agua cálida que tenía en la cabeza, en fin, otro minuto perdido en el día.
Saliendo de aquí, el vapor queda en el aire, golpeando el reflejo, haciendo que quede una neblina en el tacto de mi mamá, lleno de familiaridad, y con el mismo ardor del agua, sería bello poder volver a esos años donde lo único que me importaba eran sus abrazos, pero debo apagar la segunda alarma del día en mi teléfono. Tal vez aquel piano me hubiese dado el agitado sonido del agua, dejando de lado sus cuerdas firmes y contrarias a su suave sonido.
¡Por fin he olvidado el sueño! Ahora puedo terminar de arreglarme, subir a desayunar e irme corriendo antes de perder el mismo bus, B16, B de bobo por ser quien me recoge hacia mi meta, 16 de mi edad anterior, el regalo de ese bus es entonces recordarme lo bobo que era a los 16, y eso puede no haber cambiado, mucho menos en 3 meses de esta nueva edad. El 16 se parte en 1 y 6, 1 porque es lo que me toma subir y buscar espacio dentro del transporte, y 6 porque son 6 veces ese mismo minuto, estación por estación debo cambiar de posición, otros 6 minutos perdidos. Pero alto, hasta ahora voy a desayunar, así como en todos los días anteriores y posteriores.
Aunque ya perdí comiendo, pues inundado por querer tomar el cubierto y ver la bella oscuridad previa al amanecer, recuerdo cómo el alimento no está en mi alma, se debe encontrar en mi estómago, y así es como se olvida aquello que tu paladar disfrutó. Pude haber desayunado mariposas, y sentir su vuelo dentro de mí, haciendo desaparecer la oportunidad de salir del alma. Tengo hambre, olvidé mi desayuno, pero sí desayuné, solo olvidé qué, no siento que haya comido, ¿qué hacer al respecto? Debo lavarme los dientes, bajar nuevamente las escaleras, poner el dentífrico en el cepillo es un acto con total hastío, (se necesita calcular la cantidad exacta en el pequeño espacio del cepillo, y no quiero pensar desde tan temprano), pero lo compensa con su sabor a menta que llena el vacío del desayuno olvidado, qué agradable gusto, es prueba de que no perdí mis sentidos. Ya debo partir, subir esas escaleras de nuevo, madera, madera de bello árbol talado, asesinado, 16 escalones, 16 bobos como yo nuevamente. La dirección contraria a B16 (bobo de 16 años en 6 minutos) se llama K16, una muestra del desastre que me retorna a mi hogar, con la K del Karma que debo pagar, y de nuevo el mismo 16 del B, son direcciones contrarias que me llevan a lo mismo: soy un imbécil que se siente cobijado por las nubes. Las escaleras terminan con un suelo lleno de baldosas de cerámica, minerales perdidos, minerales que me dieron el placer de caminar sobre ellos, roca que debo involucrar más a mi vida, roca viva, roca, roca, roca, PIEDRA. Así es, la piedra es la misma roca, más pequeña, tan pequeña que me hace tropezar. Levantarme cuesta en la madrugada, sobre todo al caer de la escalera, pero levantando mis ojos veo a Olaf, mi gato, joven, de un año, con su energía volcánica, ja, su signo es Aries. Su maullido quita el dolor de la caída. Vuelvo a subir, otra tortura para el árbol y la roca. Olaf me trae más viento, pero derrumba mi necesidad de caer, y es gracias a una montaña maternal que recobro mi necesidad, mi abuela. Despedirse de mi abuela es un dolor inmenso, aun si solo me voy al colegio, ella espera verme de regreso, y yo espero verla con los ojos abiertos antes de imaginar un terrible escenario.
Siento que algo falta, sí, mi planta, mi gran compañía, un Bonsai. Por entre sus ramas se pueden ver esos 9 mundos, recordándome que estoy en el Midgard, en ese paisaje divino, creado con escarcha, una gigante de la cual depende el mismo Midgard, de todo su cuerpo. Las nubes y el cielo salieron de su cabeza, pero la tierra de su carne, los ríos de su sangre, y de sus huesos las montañas, cosas que por un instante se me olvida que tengo, todo por la falta de roca que hay en mí.
El Bonsai es acompañado precisamente por piedras preciosas, de las cuales necesito aprender. Por favor, enséñame a actuar, enséñame a tener el barro en mis alas, barro tan limpio como la sangre palpitando, barro de construcción, barro responsable de mi fuerza y resistencia. Sin embargo, quiero el cielo, volar es posible, caer es lo que me dará el Karma, vine para volar, y aun así, caer debo.
Ahora sí todo está listo para partir, voy hacia mi tortura, camino al colegio, lugar de mi roca, de mi barro. Antes de cruzar la puerta para salir, devuelvo la mirada, y ahí mi otro gato, aquel que lleva conmigo desde mis 4 años. Me mira con su rostro y ojos profundos, y trae de regreso la última frase del sueño olvidado: “Quiero ser el viento, pero necesito de la firme tierra”. Podría pasar mi vida buscando la tierra, y no moriría yo en vano, pues creer significa poder abrir los ojos para poder tocar el mundo. Y será ese golpe rocoso dentro de mí el causante de mi tacto deseado.
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Alucinaciones
María Paz Vacca - 21 de junio de 2022