Looderish
Crónica del antipunteo literario

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ESCRITURA CREATIVA IAM



Punto. Coma. Pasado participio del plural.

Una historia se construye con base en la estructura gramatical del idioma en la que está contada. Sujeto, predicado, sustantivo, tiempos verbales y puntuación.

Punto. Coma.

Una historia se construye a partir de una temática a indagar, se caracterizan los personajes física y psicológicamente y se enmarcan en un determinado contexto social.

Punto.

Una historia se construye con un inicio, luego se desarrolla su conflicto, y se llega al desenlace, donde se disuelve la tensión protagonista vs. antagonista.

¿O no?

Una historia puede surgir de los lugares más inesperados, en los momentos más inesperados. La existencia de la historia es como la aparición de un seis en los dados, o la esperanza de que no llueva ese día como lo había hecho el resto de semana. La aleatoriedad es siempre el comienzo de la historia, la fuente misma de la energía azul.

Existen beneficios de crear una historia.  Cada uno teje su camino día a día, pero con frecuencia no tenemos control sobre él. Podemos cambiar solo lo que nos consiente nuestro contexto, podemos ir tan lejos como las reglas de la vida nos lo permiten. En cambio, en un proceso de creación todo es posible. No tiene que ser la escritura, no tiene que ser un arte. Puede ser tan solo un movimiento de tu mano, o un objeto tirado en la calle. Puede ser una brisa del verano, un recuerdo, una persona, o la sensación que genera una canción. Puede ser una figura geométrica, un lavamanos o un perro ladrándole a un árbol. Puede ser cualquier cosa, mientras te genere una sensación lo suficientemente fuerte para generar una chispa en tu interior, y ahí sí hacer lo que más me gusta a mí en la vida: imaginar.

Cuando uno comienza a imaginar, no hay nada que lo detenga. Es como si desconectáramos nuestra ubicación geográfica y nuestro GPS temporal. No hay barreras entre lo falso y lo real. Imaginar no significa necesariamente crear una trama concreta. Escenas sueltas de una película imposible, conceptos abstractos que combinan sabores con sonidos y colores, una emoción que solo un ser humano inmortal flotando en el espacio podría sentir. Todos estos elementos pueden ser el inicio de una historia. Tan solo esos son los pilares de nuestros universos, la materia prima de toda idea.

Las historias no están regidas por un inicio, un nudo y un desenlace, sino por millones de sensaciones desordenadas que no obedecen a ninguna regla de lo real. Esas son las bases de la producción de la energía azul, y entre más azules seamos, más felices y amables seremos también. Ese es nuestro nuevo GPS. Y a partir de allí, lo que queda es sencillo, no en términos de nuestra dimensión, de esta realidad que nos limita, sino en términos azules. Lo más importante ya se hizo allí, en ese pequeñísimo instante de imaginación infinita. Luego escribes el libro, o pintas el cuadro, o bailas la canción, o resuelves la ecuación, o ganas el partido de baloncesto. Al final nos daremos cuenta de que esos mundos imaginarios no están incluidos dentro del real. Nuestra dimensión no es la fuente, sino todas las demás. Esos espacios de imaginación fueron los que crearon nuestro universo, y marcaron para siempre, con grandes o pequeñas acciones, la realidad en la que vivimos. 

Todo esto es para aclarar que lo mismo que se siente en la escritura, es posible experimentarlo en cualquier otra actividad que apasione a la mente humana. En mi caso, el mundo de la literatura es el que ha ocupado este espacio, y es el que más energía azul me ha brindado desde pequeño, a pesar de que su mayor producción fue realizada en los últimos tres años que pasé escribiendo y publicando mi libro, Looderish Hsiredool: Interdimensional.

Pero, ¿para qué? ¿Para qué escribir un libro a tan corta edad? ¿Qué de útil puede tener pasar horas y horas frente a un computador tecleando una, y otra, y otra vez durante meses y años? Antes de comprender que las respuestas a estas preguntas son por completo innecesarias, pensé mucho en ellas.

Tal vez no haya nada de útil, en el sentido estricto de la palabra, en escribir un libro o emprender cualquier otro proyecto que no sea parte de lo estrictamente necesario, y lo apegado a la regla estándar de comportamiento, y sin embargo lo hice, porque la gran mayoría de veces lo útil es antónimo de lo valioso. Por lo tanto, no tenía que preocuparme de responder un “¿Para qué?” o un “¿Para dónde?”. Después de todo, el camino que recorrería seguiría siendo azul, así me hiciera llegar a Marte, a Urano o a Júpiter, y eso es todo lo que debería importarnos.

La escritura, la creación literaria, el relato, el cuento o la novela, no son una obra de arte gramatical. No hay unos pasos, ni un indicador universal de si lo que estás escribiendo es bueno o malo. Al fin y al cabo, lo importante no es publicar, sino escribir. Publicar tiene sus beneficios. Por ejemplo, al publicar, puedes compartir la emoción que sentiste al escribir tu obra con los demás. La publicación es un acto de amabilidad, pero no es un acto necesario. Lo único necesario, al menos para mí, y en el mundo de Looderish Hsiredool, es y será siempre imaginar.

Esa es mi recomendación a cualquiera que quisiera comenzar a escribir, aunque por supuesto yo también estoy apenas empezando, y ninguno realmente termina, porque si algún escritor lo hiciera, viviría el resto de su vida sumido en el aburrimiento. Si escriben, no planeen, no organicen, no piensen, ya luego tendrán tiempo para hacer que la historia tenga sentido, pero si no lo tiene, ¿qué más da? Conviértanse en agentes del antipunteo literario. Niéguense a la regla de lo gramatical. Tengan la seguridad de que el mismo interés y la misma alegría que invirtieron escribiendo el texto es la que el lector sentirá al terminar de leer su historia y, por lo tanto, no importa el punto ni la coma, ni el pasado participio del plural: importan la rabia, la tristeza y la alegría de sus personajes, importan los pasos que dan y los que no dan, importa el espacio doblegado por el tiempo y el tiempo doblegado por el espacio e importa la más minúscula metáfora o el mensaje más directo que quieran transmitir con su escrito. Importa, sobre todo, que para ustedes esa historia importe, y que haga parte de su vida, incluso si no la publican y no llega a ser parte de la vida de nadie más.

Emociónense, asústense con las decisiones de los protagonistas de su historia, mantengan en suspenso el futuro de la narración, incluso para ustedes mismos. Sorpréndanse con cada página, cada párrafo, cada palabra. Hablen de las estrellas, de las montañas, de los pensamientos emocionantes y las emociones pensantes, de un lápiz, de un perro, de lo que sea. Escriban como leerían cualquier otro libro, sin conocimiento de lo que sucederá a continuación, con inocencia, con ternura, con asombro, con locura.

Luego hagan una prueba: si al terminar su escrito se sienten tristes, se sienten vacíos, sienten que algo irreparable acaba de romperse en su interior, si se sienten incapaces de salir de la inescrutable y solitaria oscuridad hasta volver a escribir una historia, entonces felicidades, acaban de crear algo verdaderamente hermoso.

Esa es, para mí, la eternizadora magia de la literatura. La capacidad de ser a la vez el arte más sencillo y el arte más hermoso. La capacidad de esbozar una sonrisa en la tierra de las caras tristes, o derramar una triunfante lágrima en medio de la más falsa e hipócrita utopía política. La capacidad de crear belleza en cualquier tiempo y cualquier lugar, con tan solo un movimiento de la mano, de la mente y, sobre todo, del corazón. La de nacer de un dado y no morir nunca, la de mirarse a los ojos con el papel en blanco, y caer perdidamente enamorado de la luz del computador.