AULA DE ÍCARO PROYECTIVO
Memorias “Cuando las flores volvieron a crecer”


En el país de las historias inconclusas
En las historias se habla siempre de un inicio, un nudo y un desenlace. Cada una de estas etapas es esencial para el desarrollo de la trama. La realidad de nuestra nación, sin embargo, parece carecer de uno de aquellos pasos. Colombia es el país de las historias inconclusas; de los inicios dolorosos y los nudos de incertidumbre; de las heridas crónicas de la violencia y la impotencia del estado. Muchas veces, el dolor de las víctimas nunca tiene desenlace, muchas veces su nudo se extiende hasta el infinito.
Con frecuencia, aquel nudo de dolor pasa inadvertido ante las miradas de quienes no hemos sido perjudicados de manera directa por el conflicto armado. Se desliza en las raíces de nuestro pueblo, carcome cada centímetro de la tierra, y aún así parecemos restarle importancia.
El verdadero valor de “Cuando las flores volvieron a crecer”, más allá de todo el esfuerzo que Proyectivo Alfa gastó realizándolo, es la posibilidad de contribuir, desde la educación, a la responsabilidad social más importante que tiene hoy la juventud de Colombia: la memoria y no repetición del conflicto armado. Es, ante todo, un intento por encontrar el desenlace de aquella historia, un cruce de dedos para romper el nudo del infinito, y brindar, mediante el arte, una gota de pintura de esperanza ante el dolor de las víctimas, una flor amarilla de reconciliación.
“Si hay verdad, hay futuro”
La historia del proyecto inicia gracias a la actividad “La escuela abraza la verdad”, tras la entrega del informe final de la comisión de la verdad. En el Merani abrieron una convocatoria para enviar obras de arte que respondieran a las historias de vida de las víctimas, y difundieran un mensaje de esperanza en las diferentes comunidades afectadas. Al curso, que venía de cierta manera fragmentado desde los años de la pandemia, le pareció una idea muy valiosa hacer un producto audiovisual entre todos, pues como bien es sabido, el cine es una unión entre todas las artes. Los escritores del salón harían el guion; a quienes les apasionarse la actuación se convertirían en los protagonistas; los músicos se encargarían de la banda sonora y los editores de la postproducción. El curso, entusiasmado, de inmediato escogió a los cabecillas del proyecto, y comenzamos nuestro trabajo con la esperanza de poder terminarlo antes del plazo máximo.
Nos dividimos en seis departamentos: Dirección, guion, actuación, música, vestuario, fotografía y edición. A partir de estos grupos comenzamos con el trabajo, separado en tres etapas fundamentales: preproducción, producción y postproducción.
Los primeros que se pusieron las manos a la obra fueron los guionistas, quienes direccionaron el rumbo de la historia, plantearon cada escena y su significado. A continuación, actores, músicos y vestuario comenzaron su proceso de planeación. A lo largo de la travesía que fue grabar el cortometraje, hubo varios retrasos y discusiones. No obstante, para la fase de edición ya estaban casi todos los problemas sorteados, y logramos terminar el cortometraje antes de la fecha límite.
El producto final recogió el esfuerzo de cada departamento, y construyó la historia de una madre víctima del conflicto armado, amarrada a las heridas de sus pies y su historia, por las encrudecidas cadenas de una desaparición forzada. Seis secuencias audiovisuales narraron la historia de la protagonista y sus zapatos.
Primera secuencia: Heridas en los pies, heridas en el alma
Nuestra historia comienza cuando Mamá recoge un manojo de hojas del suelo, las cuales se le caen y luego regresan a sus manos. En esta escena, la primera toma se grabó a la inversa. Cuando se va a dormir, deja sus zapatos en el suelo. Al despertar, su calzado ha desaparecido, por lo que empieza a buscarlo dentro de su hogar, sin éxito. Al ver que sus zapatos no se encuentran en casa, Mamá sale desesperada hacia el bosque. A medida que avanza a través de la naturaleza, carente de amparo y de calzado, sus pies comienzan a sufrir las heridas de vientos, piedras y cansancio.
Queríamos enfatizar en el sentido de esta búsqueda, porque nuestra idea era mostrar el sentimiento que tiene una víctima al no encontrar a un familiar o ser querido. Nuestra intención era transmitir la frustración y desesperanza que son suscitadas a una persona en una situación así. Sobre todo, exponer las heridas que las víctimas van adquiriendo a lo largo del tiempo por el dolor y la incertidumbre que sienten durante todo su proceso de búsqueda.
Segunda secuencia: La impotencia de los sauces
Luego de una larga búsqueda, Mamá encuentra a un grupo de sauces, a quienes suplica ayuda para encontrar sus zapatos, pero estos la ignoran y simplemente señalan a otro sauce, dejando a Mamá dando vueltas en el bosque, rogando una y otra vez a cada árbol, hundida en el cíclico abismo de las miradas indiferentes. Al final de esta escena se puede ver a lo lejos como otra persona que tiene las mismas heridas que Mamá se acerca a hablar a uno de los sauces.
El sentido de los sauces en el cortometraje, es representar el vacío causado por la ausencia de un estado impotente, hostil e indiferente ante las víctimas del conflicto armado.
Tercera secuencia: En el fondo del balde
Mamá encuentra un balde en el que lava las heridas de sus pies y queda completamente en shock, pues observa su calzado a lo lejos. Con la emoción desbordándosele del alma, Mamá va corriendo a recoger los zapatos, pero se da cuenta de que ahora están pintados de negro. Trata de lavarlos para que recuperen su amarillo, pero sus intentos son en vano.
Cuarta secuencia: Cien noches, un sueño
Mamá pasa cien de noches sin dormir hasta que, precisamente durante última de la centena, lo logra. En aquel momento entra en un sueño, una toma en el que todo es blanco y negro. Todo a excepción de una hermosa mariposa amarilla, que alza su vuelo y llena a Mamá de esperanza. En el sueño, Mamá encuentra de nuevo sus zapatos, que han recuperado su color amarillo.
Quinta secuencia: Flores amarillos
Cuando Mamá despierta, descubre que de la palma de sus pies han brotado flores, que del mismo color de sus zapatos, se alzan sobre todas las adversidades, y abanderan con orgullo la vida de la protagonista.
Sexta secuencia: Comunidad, flores, pintura y paz
En la última escena del cortometraje, al compás del cambio de la música, Mamá encuentra un camino de personas conformado por más víctimas como ella. A medida que camina con su nuevo calzado hecho de naturaleza, brinda a sus semejantes la misma alegría que el sueño le obsequió a ella: flores que sanan las heridas del espíritu. Al final, todas las víctimas, cubiertas de flores, caminan hacia Mamá, quien sostiene unos tarros de pintura sobre sus brazos. Luego de empapar su cara de los tres colores de una patria adolorida, pinta a una de las víctimas, le pasa los frascos y comienza una cadena de contagio de pintura y esperanza. Una vez todas las víctimas han sido pintadas, con la nostalgia el alma se van caminando, dejando sola a Mamá y finalizando el cortometraje.
El llamado de un colectivo
Este proyecto recoge las ideas de 21 estudiantes que decidieron sensibilizarse, y cada uno, desde sus fortalezas, aportar algo a la lucha por la paz, desde saber editar un video hasta crear una historia. Fueron muchas las discusiones entre el curso, pero también muchas las alegrías compartidas al sentir que lo estábamos logrando. Un grupo con varias debilidades en integración y escucha, transformó su perspectiva gracias a este proyecto, pues todos trabajamos con el objetivo de lograr algo como comunidad. Cuando preguntamos sí podíamos hacerlo como colectivo, los profesores se asombraron de que deseáramos hacer algo como curso por iniciativa propia. Fue cuando nos dimos cuenta de que realmente estábamos avanzando.
Se perdieron grabaciones, hubo momentos en donde el tiempo apretaba cada vez más, los niveles se cruzaban y el estrés subía, pensábamos que sería mejor dejar hasta ahí, pero con el apoyo de cada integrante del curso, el sueño se materializó en hechos concretos, y estuvimos a la 1 de la mañana terminando de editar nuestro corto.
El 31 de octubre, en la jornada de dialogarte, “Cuando las flores volvieron a crecer” fue premiado con el primer puesto en el concurso de “La escuela abraza la verdad”. Quizás el momento en el que el jurado terminó de pronunciar las palabras de su veredicto haya sido el instante en el que más nos sentimos unidos como grupo. Por vez primera, la emoción se encendió en el corazón de no solo unos pocos involucrados, sino del colectivo completo que trabajó con todo su esfuerzo en el proyecto cinematográfico, y en la iniciativa por romper con el egoísmo de nuestras burbujas sociales.
No hay indicio más claro que este, al menos desde nuestra experiencia en este viaje extraordinario, de que la memoria tiene un poder transformador insuperable, más grande que las atroces heridas de más de seis décadas de conflicto armado, más grande que nosotros mismos, más grande que cualquier indiferencia de los sauces, espina en el suelo o sangrado de los pies. Nuestra aspiración es que, a todo quien se anime a ver e interpretar el corto, se le transmita al menos una pizca de la emoción que nosotros sentimos al producirlo. Que sirva como ventana a la memoria hecha metáfora. Que promueva el anhelado desenlace de nuestras historias inconclusas. Que el amarillo de sus zapatos perdure en el tiempo ante las borrascas blancas y negras, y que si llegase a ser analizado por una víctima del conflicto, aunque sea durante un instante, llene su espíritu de esperanza.
Unitolecrainte.
Con cariño,
Proyectivo Alfa.
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Mariposario
22 de noviembre 2022