Nuestra experiencia en el Merani


Desde que nuestro hijo estaba en el jardín infantil empezamos a pensar en cuál sería el mejor colegio para él. Mi esposo y yo teníamos en nuestra mente al Merani y no nos equivocamos. Siempre quisimos un colegio donde nuestro hijo pudiera pensar y expresarse de forma libre, donde no “tragara entero”, donde se preguntara y reflexionara por todo y pudiera ser él mismo siempre, sin temor a equivocarse, donde fuera más importante su actitud y sus valores, que la forma en que se viste o se peina.
Teníamos un poco de recelo por la pedagogía utilizada en colegios de educación tradicional, por experiencias propias y ajenas, por ejemplo, el hecho de que años atrás en algunos colegios era obligatorio que todos llevaran el libro indicado para determinada asignatura y las clases de esa materia se limitaban a que todos abrieran el libro en la misma página y leyeran al tiempo, lo que simplificaba las clases de geografía o historia a un coro de voces infantiles. Si alguien por distintas razones no podía llevar el libro, estaba condenado al fracaso en esa materia. ¿Por qué? Porque ese método de enseñanza monótono, pasivo y aburrido conllevaba a que se perdiera el interés en el aprendizaje y se perdía de vista lo realmente importante, pues el repetir al tiempo palabras sin análisis alguno, pocas veces daba buenos resultados.
Yo particularmente tuve profesores buenos, regulares y malos, pero lo que quiero compartir es que donde estudié se preocupaban más por aspectos externos que por la persona en sí. Cada semana nos revisaban el largo de la falda, nos obligaban a usar balacas blancas para evitar peinados “inadecuados”, nos revisaban el largo de las uñas y que no estuvieran con esmalte. A los niños, que llevaran siempre su pelo corto y ¡ni pensar en ponerse un arete!, era motivo de expulsión, o como mínimo, de matrícula condicional. ¿Es eso realmente importante? ¡No, no lo es!
Por ejemplos como este y muchos más que seguramente muchos de quienes leen este texto conocen. Mi esposo y yo teníamos claro que lo que buscábamos para nuestro hijo era un colegio donde el aprendizaje no dependiera de leer o no al unísono el mismo texto, sino donde les enseñaran a pensar, a leer críticamente, a debatir y a respetar a los otros, a sus sentimientos y a sus ideas. Donde no importe cómo van vestidos por fuera, sino lo que llevan por dentro, sus inquietudes, sus talentos, sus emociones, sus miedos, sus anhelos, y puedan desarrollar su personalidad y aprender las cosas realmente importantes de la vida.
En medio de esta búsqueda llegó a nuestros oídos el Merani, indagamos mucho y acá estamos, tranquilos por haber tomado una buena decisión por el bienestar de nuestro hijo. Pertenecer a comunidad meranista ha sido muy enriquecedor, estamos felices de año tras año entender un poco más al colegio, su lenguaje particular y su pedagogía (ya comprendemos cuando escuchamos de niveles, reelaboraciones, requisitos, nota Z, pedagogía dialogante, jornada del afecto, día meranista, balance actitudinal, etc.) y de ver a nuestro hijo feliz, desarrollándose en un ambiente libre pero exigente, ver sus avances, sus logros, cómo gestiona sus emociones y su amor por su colegio, sus compañeros, sus profesores, el conocimiento y la vida misma.
Algo muy importante para compartir: ¿Nuestro hijo es feliz en el Merani? ¡Claro que sí! Desde que ingresó en el año 2020 nos lo expresó, incluso en una época tan complicada como ese año por el confinamiento por la pandemia, en donde veía a sus profesores y amigos solo a través de la pantalla del computador, un día cualquiera de abril, de repente me dijo: “mamá, gracias por ponerme en el Merani”. Con eso lo digo todo. Si le gustaba su colegio en virtualidad, ahora que lo disfruta presencialmente como debe ser, le gusta mucho más, y eso nos da tranquilidad.
Y por supuesto, no voy a decir que todo es perfecto, de hecho, nada terrenal lo es, el Merani es un colegio maravilloso y muy completo, conformado por personas muy preparadas, empáticas y amables, pero que son finalmente eso: personas, humanos, seres terrenales de carne y hueso, emocionales, que siempre tratan de hacer y dar lo mejor de sí, pero que son lo que todos somos: humanos con virtudes y defectos, con aciertos y yerros, así que sobre nuestra experiencia en el Merani, puedo finalizar con una frase de una canción de Pablo Milanés: “no es perfecta, mas se acerca a lo que yo simplemente soñé”.
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