CICLO CONCEPTUAL

La Marca Negra 2.0

23 de noviembre de 2022
Portada
Logo Ícaro
ÍCARO
EXCELENCIA IAM


Para la clase de la profe Ángela Prada tuvieron que leer "La Isla del Tesoro”. En los primeros capítulos se habla de una "marca negra" que le impusieron a un capitán, y que le daba 6 horas de vida para organizar sus cosas. Así que la profe le pidió a sus estudiantes que se imaginaran lo que harían si les pusieran "la marca negra" ¿en qué invertirían esas 6 horas?

Un trabajo que se destacó fue el de Martina Fonseca de Conceptual C, quien hizo un ejercicio mucho más extenso, luego de escuchar algunas recomendaciones de su profe y posterior reelaboración. Este fue el resultado:

Por: Martina Fonseca - Conceptual

Estaba ahí, atemorizado; había oído de la marca negra ya hace mucho, pero no había entendido cómo se sentía. Una intimidación es más que eso; es un miedo constante, saber que algo va a pasar y no poder cambiarlo.

¡Seis Horas!, seis horas para hacer lo imposible, seis horas para mi fin del mundo, mis peores pesadillas serían realidad. Perdería mi refugio, el ron. Mi única debilidad, el ron. Cada vez que tocaba el ron sabía distinto, y si no lo prevenía, sería permanente.

Lo único que podía hacer era ir con el Espíritu del Negro para convencerlo de que me quite La Marca.

Sabía que iba a ser difícil; El Espíritu no era un chiste, era cosa seria. Llevaba más de cinco siglos infundiendo miedo a los marineros, haciendo que fueran a la muerte. Su aura era tenebrosa y lúgubre. Te lo puedes imaginar negro, ¿verdad?, pues… No, era de un color rojo verdoso y olía a pescado salado con agua. ¿Te da risa?, espero que no porque él lo sabría y no sería divertido para ti.

Si de milagro no tenía La Marca en seis horas, ellos vendrían por mí, lo cual no sería más agradable. Pero no tenía tiempo que perder, tenía que ir con él, convencerlo de que me quite algo que ni estoy seguro de qué tengo.

. . .

Estaba cansado, sentía que me desintegraba. El Espíritu vivía en una cueva; para los que creen que la tierra es plana, queda en el borde de la tierra. Para los que no, vive en medio del Océano Atlántico. El mapa estaba en mi viejo baúl de marinero, pero no podía ir solo. Llevaría a Jim conmigo. Mi camarada Jim me ayudaría, y si no aceptaba, lo sobornaría, pero esto, oh jojo, era de vida o muerte.

. . .

El viaje fue tranquilo, un par de olas y eso fue todo.

Al principio pensé que Jim no iría, tuvo una discusión con su madre (su padre había muerto y era tan solo un niño). Al final, no sé cómo, ni quiero saberlo, convenció a su madre y salimos enseguida.

Se preguntarán, “¿Cómo llegaron en menos de seis horas?”, bueno, pues, cuando eres un marinero experimentado te sabes algunos atajos.

Cuando llegamos todo estaba oscuro, percibía su presencia y supongo que Jim también.

Todo estaba triste y no tenía idea de la verdadera forma del Espíritu, pero, sabía que, no iba a ser muy feliz. Pero me sorprendí. No veía nada, pero si escuchaba una voz, de pronto apareció una momia de color rojo verdoso con un toque de arenisca, no tenía ojos ni mucho menos.

Empezó a pronunciar esto:

–Soy el Espíritu del rojo verdoso. Sé por qué viene aquí y no…

–Pero, señor –interrumpí–, es mi vida, no la puedo perder.

De pronto hizo una cara de decepción, (o al menos eso creo, ya que, al ser una momia, sus expresiones no eran claras) como si fuera un tonto o peor.

–Ya sé por qué viene –prosiguió– y no…

–Ya sé, pero por favor –interrumpí de nuevo–, tenga piedad de este pobre marinero –dije mientras se me quebraba la voz.

–Cállese –espetó furioso– déjeme terminar. Ya sé por qué viene –dijo mientras yo pasaba saliva–, y no, no tiene la marca negra, como le dice la cultura popular –farfulló.

Jim abrió los ojos como platos, me miró y me dijo moviendo los labios “¿en serio?”, de forma que el Espíritu no lo escucho, espero.

–¿Cómo osaste venir aquí? –preguntó el Espíritu. –Sabes los riesgos, y de no ser por tu amiguito, ya te habría fulminado.

– De nada –dijo Jim entre dientes.

–Jim, –prosiguió el Espíritu– procedente del Aldmirante Benbow, –dijo con cierto todo de admiración–, huérfano de padre, y traído aquí por este sucio, grosero, malgeniado, terco, arrogante y obstinado capitán, ¿por qué aceptaste hacer esta calamidad?, ¿entrar en mi cueva, andar con este horrible marinero, hacerle caso a todas sus “aventuras” ?, eso no es digno de una persona tan noble, ¿verdad? –replicó.

Todo lo que había dicho de mí era bastante ofensivo, pero tenía razón, ¿por qué Jim me acompaño?

La verdad –empezó Jim–, no lo sé; digamos que tengo una fe ciega en él.

¿¡Qué!? –pensé-, nadie había confiado “ciegamente en mí” y ahora, un crío que conozco hace no más de un mes dice eso. Quedé sorprendido con su respuesta y el Espíritu no era la excepción.

–¿Cómo? –dijo el espíritu mientras abría las cuencas vacías de los ojos–, está… bien, como recompensa por tu coraje y lealtad… –dijo mientras perdía ese toque único suyo de arenisca– tendrás el mapa para venir a mi cueva, ubicada en la isla del tesoro, y cuando tengas edad –dijo con voz penetrante y decidida–, serás el nuevo portador del Espíritu del rojo verdoso –a lo lejos un trueno retumbó–, mientras tanto vive tu vida –dijo como si no tuviera importancia–, y cuando creas que estás listo, ven, y tendrás el poder del mar y la fuerza del fuego en la palma de tu mano –dijo subiendo la voz como un tirano, aunque después río al sentir la tensión que había en la sala.

–Wow –dijo Jim conmocionado– qué maravillosa oferta –dijo con cuidado mientras caminaba de un lado al otro asimilando la información–, pero… –tragó saliva– la razón por la que me lo ofrece es la razón por la cual debo negarme.

Se produjo un silencio incómodo para Jim y el Espíritu, y de telenovela para mí.

–¿Estás seguro, Jim? –dije con cautela y rompiendo el silencio.

–Sí, estoy seguro.

–Pues haces bien –dijo el Espíritu–, otro marinero emprendió el mismo viaje buscando riquezas, y las encontró, ouh y muchas –dijo soltando un silbido, después suspiró y continuó con un tono más grave y burlón–, su nombre era Pew –dijo reprimiendo una carcajada. –Le ofrecí ser el Espíritu del rojo verdoso, y tener riquezas, poder y mucho más; aceptó, pero yo sabía que no era noble, así que el Espíritu lo dejó ciego. –Por un momento pensé que era el ser más ruin y despiadado, pero recordé que él era solo el portador del Espíritu real. Se fue de la cueva maldiciéndome y llamándome Dirk.

Claro –pensé– ¿cómo pude ser tan tonto?, ¿cómo no me di cuenta?, el mendigo ciego era Pew y el Espíritu era Dirk.

Solo quería probarte muchacho –prosiguió la momia sin ojos–, sabía que no serías tan tonto.

De pronto me sonrió de forma sarcástica, mientras decía con los labios “después arreglamos” y se volvió hacia Jim.

–Y bueno –dijo, mientras brillaba un polvo rojo verdoso con olor a daltonismo–, eso ha sido todo, pero antes de que se vayan… Nadie se puede enterar de esto, porque si una sola alma se llega a enterar… –dijo acercándose tenebrosamente hacia nosotros.

Jim hizo un gesto de aprobación y salió de la cueva.

–¿Bill? –dijo el espíritu con desprecio.

–¿Qué quieres engreído Espíritu de color inexistente? –pensé en alto.

–Veo el futuro, y no es bueno para ti, y no creas que el presente va a ser mejor –dijo mientras se prendía en llamas y adoptaba distintas formas salidas de una pesadilla. –Serás castigado –dijo subiendo la voz y haciéndola más satánica–, y el Ron no es el castigo de la Marca, una Marca que por cierto sí tienes. “¿¡Qué!? Me mentiste a mí y al niño”–dijo imitando mi voz. –¿Qué esperabas, ¿qué te trajera flores?, malo es un cumplido comparado con lo que soy. Tenemos una cuenta pendiente y no querrás saber que pasará contigo.

De pronto explotó, y me entraban cenizas en los pulmones mientras él se reía a carcajadas. Después todo quedó oscuro y en silencio, y ahí entendí que estaba muerto.