CICLO PROYECTIVO
Tejiendo eternidades
El siguiente texto fue elaborado para la asignatura de Lectura Crítica. Su propósito fue el construir un juicio de valor argumentado, esta vez en torno a los temas del amor, Dios y la muerte en la obra de la poeta norteamericana Emily Dickinson. Trabajo realizado por las estudiantes Abril Rodríguez, Ana Sofía Torres y Eva Almenárez, destacado por el profesor Iván Montoya y el profesor Manuel Nieto.
“El amor es anterior a la vida, posterior a la muerte, inicial de la creación y el exponente de la respiración.”
-Emily Dickinson
Emily Elizabeth Dickinson fue una poetisa nacida el 10 de diciembre de 1830 en Amherst, Massachusetts y fallecida el 15 de mayo de 1886. Sus poemas sólo fueron publicados después de su muerte, pero aún así llegó a ser una de las poetas más reconocidas del siglo XIX por la forma de abordar algunos de los temas más recurrentes en sus poemas, como la muerte, el amor y Dios. Las interpretaciones de Dickinson sobre estos temas generan tanto desacuerdos como opiniones en común entre sus lectores.
Como lo mencionamos, Emily Dickinson desarrolla una visión muy interesante de la muerte, el amor y Dios. Aunque los muestra como un complemento de su vida, duda de su existencia. Podemos ver en sus escritos que el amor hacia Dios es intenso, al punto de ser inmortal; y que la muerte es un evento romántico y contemplativo que lleva a un reencuentro profundo con Él. Es así como la autora logra una visión crítica a través de la reconstrucción y el cuestionamiento de conceptos cotidianos, e ideas que trascienden a lo largo del tiempo. Además, no solo lo logra con los intrigantes temas de su poesía, si no a través de su especial manera de narrar sus pensamientos, cómo dice Harold Bloom, “La originalidad literaria alcanza dimensiones escandalosas en Dickinson, y su principal componente es la manera en que piensa a través de sus poemas”. Justo por esto hemos decidido analizar los tres temas principales que ella expresa en su poesía, y así, que Dickinson nos enseñe lo extenso de su pensamiento y de su sentir.
La muerte, vaya concepto extenso, consiste cotidianamente en la separación del alma del cuerpo o la cesación de la vida, pero la visión de Emily Dickinson se extiende a otras dimensiones. La muerte, lejos de ser un evento catastrófico y doloroso, como lo solemos entender, es un suceso preciado y natural, llegando incluso a ser contemplativo. Quizá la muerte no es aterradora, quizá debamos admirarla y encontremos esperanza en ella. Es así como Dickinson nos transmite sentimientos profundos desde la angustia e incertidumbre hasta la esperanza y serenidad que se quedan retumbando en nuestra mente. Frente al tema de la muerte, la autora aborda una desesperación desmesurada, pero lo hace de manera cognitiva, como menciona Harold Bloom en su capítulo “EMILY DICKINSON: ESPACIOS EN BLANCO, TRANSPORTES, LO OSCURO” de su libro “El canon occidental”.
¿Por qué hablamos de “lo contemplativo” en la muerte? Lo contemplativo nos introduce en un estado de meditación y cuestionamiento. Y en el caso de la muerte, lo vemos como la admiración divina, visión que la autora trata en varios de sus poemas. Dickinson ve la muerte como un suceso divino, contempla la muerte, y en algunos de sus discursos pareciera que la deseara.
“Porque yo no podía detener la muerte –
bondadosa se detuvo ante mí –
en el carruaje cabíamos sólo nosotros –
y la inmortalidad.
Lentamente avanzamos – sin apuro
yo puse de lado mi labor y mi ocio,
por su cortesía –
pasamos por la escuela, donde jugaban en el recreo – del patio
– los niños.
Pasamos por los contemplativos pastos del campo –
pasamos por la puesta de sol –
o más bien – él nos pasó –
el rocío caía trémulo y frío –
pues sólo de gasa, mi vestido –
mi esclavina – sólo de tul –
nos detuvimos ante una casa que parecía
una protuberancia de la tierra –
el techo apenas visible –
la cornisa – en el suelo –
desde entonces – siglos pasaron – y aún
me parece más corto que aquel día
en que por primera vez intuí que las cabezas de los caballos
apuntaban a la eternidad –”
En su visión poética y contemplativa, la muerte es un proceso reflexivo, eterno, indispensable. La muerte conoce toda nuestra vida, ahora, toda la vida deberemos conocer la muerte. A diferencia de muchos otros poetas, Dickinson habla de la muerte como algo delicado, tranquilo, un susurro sereno en la inmensidad de lo desconocido, una tranquilidad indispensable en el silencio de la noche. En este poema por ejemplo, nos damos cuenta de cómo la muerte la lleva a rememorar los recuerdos de su vida hasta llegar a la “protuberancia de la tierra”, que hace referencia a su tumba.
Aun así, la muerte es mucho más que eso. Dickinson nos cuestiona, ¿Será bella la muerte? ¿La muerte nos pertenece, o somos nosotros que le pertenecemos a la muerte? ¿De verdad hay algo más allá, o solo queda el vacío? Debemos amar la muerte, ese increíble proceso que se convierte en algo preciado, trascendente y único. Pero ahí es donde nosotras decimos, que aunque esto sea verdad, por romantizar la muerte no debemos dejar de lado los placeres de la vida, no debemos distanciar el amor en la vida sólo porque existe otro en la muerte. La muerte es la continuación de un amor en vida hacia la naturaleza, hacia las personas, hacia Dios. Es el encuentro en un plano mucho más extenso, porque el amor es una completud que perdura incluso después de la muerte. En el siguiente poema, se refleja como el amor es de un carácter intenso, inmortal e incondicional para Dickinson, ejemplificando parte de su concepción del concepto.
“¡Para siempre a su lado caminar –
lo más pequeño de nosotros dos!
cerebro de su cerebro –
y sangre de su sangre –
dos vidas – un ser – ahora –
para siempre probar ese destino –
si es dolor – la mayor parte –
si es dicha – entregar mi parte
por ese bienamado corazón –
toda vida – para conocernos el uno al otro –
a quien nunca podemos conocer –
y de tanto en tanto – un cambio –
llamado cielo –
raptos confraternizados de hombres –
¡solo para descubrir – lo que nos perturbaba –
sin el léxico!”
Dickinson habla de un amor eterno, de un amor que conecta profundamente dos almas, como una sola. Un amor dispuesto a perdurar y trascender los límites de la vida,llegando a un plano más allá. Concretamente, señala su encuentro a través del amor con Dios, y cómo este fundamentará su ahora y su después. Dios está presente y conectado a cada parte de la vida, incluso, aunque se sienta ausente y no se muestre explícitamente, la humanidad pasará junto a Dios todos los momentos de dolor y dicha eternamente, ya que están unidos sin necesidad de la presencia.
Este enfoque del amor con respecto a Dios, es una de las ideas fundamentales de su poesía. Menciona que el amor a Dios es inmortal y le da sentido a la vida, a pesar de cuestionarse abiertamente, su destino final es amar a Dios. Emily Dickinson era calvinista, una corriente religiosa protestante que aborda la idea de la autoridad suprema de Dios sobre la humanidad y la naturaleza humana, de seguirlo y admirarlo frente a todas las cosas. Estas creencias tienen relación con sus escritos, pero ella no cree ciegamente, sus valores se ven expresados en el cuestionamiento a la divinidad. Esto está influenciado por su crianza académica de Lectura, que la hace cuestionarse hasta su propia fé. Para Dickinson, Dios es la autoridad que fundamenta y complementa la humanidad, sin embargo deben ser cuestionadas sus doctrinas, su adoración y la forma cómo se manifiesta.
“¿Por qué te amo, Señor?
Porque –
el viento no requiere que el pasto
le conteste – porque cuando él pasa
no puede permanecer en su sitio.
Porque él sabe –
y no lo sabes tú –
y nosotros no lo sabemos –
bastante para nosotros la sabiduría es así –
el relámpago – nunca preguntó al ojo
por qué parpadeó – cuando él pasó –
porque sabe que no puede hablar –
y razones no contenidas
– de hablar –
son contenidas – por seres más delicados –
la salida de sol – Señor – me conmina –
porque él es el sol naciente – y yo veo –
de modo – que –
te amo a Ti –”
Este poema expresa un amor profundo e incondicional hacia Dios. El yo poético no necesita respuestas para amarlo, y la lleva a preguntarse, ¿por qué no las necesita? Aborda una comprensión de su adoración y amor, que lleva consigo la aceptación de esta incertidumbre. El amor no solo se basa en respuestas verbales, ni en la presencia concreta. El amor a Dios es tan natural como el paso del viento y el relámpago.
A pesar de su fe religiosa, Dickinson cuestionaba los principios calvinistas, especialmente la forma cómo se manifiesta Dios. ¿Por qué las personas esperan que Dios les hable directamente como una voz omnipotente en medio de la noche diciéndoles “este es tu destino”? ¿De verdad esperan algo así? Este gran poder y manifestación ni siquiera va en el lenguaje, Dios está presente en todas las formas, aunque no se pueda ver, escuchar o tocar. Él guía un camino en su vida, fundamenta lo que es el “ser”.
¿No demuestra esto su peculiar forma de pensar? Propone temáticas acerca de la existencia que generan duda y cuestionamiento a través de su complejidad intelectual, intensidad literaria y gran inspiración poética. Tiene un estilo particular y difícil de imitar, la manera en la que separa sus palabras, juega con las metáforas, busca nuevos horizontes. Nadie alcanza su "intrincado intelecto", en palabras de Harold Bloom. Realiza una visión crítica caracterizada distanciarse de las ideas simplistas y tomar posturas reflexivas a partir de conceptos cotidianos como la muerte, el amor, Dios, la naturaleza y la vida, para transformarlos en un cuestionamiento constante, teniendo así diversidad de ideas frente a temas importantes pero poco tratados de estas formas debido que son expuestos socialmente como una verdad absoluta e incuestionable. No impone ideas al lector, pero desarrolla un juicio propio, donde lo desconocido trae consigo la maravilla, y es así como el lector se siente invitado y atraído por su poesía. Dickinson habla desde el "yo", su visión del mundo, pero incluso así llega a conceptos globales y extensos contenidos sociales.
Según Wislawa Szymborska la inspiración nace del "no sé". La duda y el cuestionamiento expanden nuestras alas. Un poeta genuino se encuentra flotando constantemente en una nube de incertidumbres y jamás diría que todo está descubierto o que algo no puede cambiar. Si así lo decimos, Emily Dickinson es una poeta genuina, inspirada e inspiradora. Cualquier conocimiento que no conduzca a nuevas preguntas expira fácilmente, y los cuestionamientos que realiza Dickinson no son nada sencillos, al contrario, invitan a una reflexión tan profunda que abarca todo a su alrededor, y al mismo tiempo no logra abarcar realmente lo que se quiere. Su impacto ha sido muy influyente, ha motivado a diferentes artistas y movido al mundo de la poesía.
¿Tenemos que estar de acuerdo con Emily Dickinson entonces? No necesariamente. Nosotras tenemos nuestra propia visión crítica que Dickinson nos ha invitado a hacer. Nos ha invitado a creer en el amor intenso y eterno, en su compleja manifestación y carácter trascendente, así mismo, hemos podido explorar la muerte como un concepto más allá del miedo y del concepto cotidiano. Pero no solo nos hemos impregnado de sus ideas, nos empuja a múltiples dudas adicionales. ¿De qué manera estamos viviendo el amor? ¿Si no creemos en Dios, con qué nos encontramos al momento de morir? ¿Será con aquello que más amamos durante la vida? Los significados que aborda Dickinson frente al amor de Dios, resultan anacrónicos para nosotras, especialmente porque no compartimos su misma fe y pensamiento, así que para nosotras el amor no se fundamenta únicamente de esto, la idea de amar a Dios como fundamento se transforma. Tal vez el amor sí nos hace quienes somos, pero no de la misma manera.
¿Es la muerte algo bello? Lo es, y no de una forma suicida, contemplar la muerte no es afirmar que no disfrutamos nuestra vida, esta adoración a la muerte solo se refiere a la aceptación natural del suceso y de entenderlo como una realidad, una realidad más allá del miedo que podemos experimentar en cualquier momento, y complementará nuestra alma para llevarnos a una nueva oportunidad.
Lo asombroso de Dickinson no solo radica en su habilidad para crear belleza única en sus versos, sino también en su valor para explorar las cuestiones más fundamentales de la existencia humana que solemos abordar desde una misma mirada siempre. Emily Dickinson, nos invita a sumergirnos en sus pensamientos, a descubrir lo que se encuentra más allá de lo que creemos ser realidades de nuestro mundo, que lejos de lo simple, se encuentran llenas de incertezas y complejidades sin fin. No solo cuestiona parámetros sociales en su momento, nos hace cuestionarnos a nosotras mismas de nuestras creencias y pensamientos recurrentes, disponernos a la contemplación. Con su manera especial de reflexionar y su estilo innovador del lenguaje, nos brinda un mundo extenso de emociones desesperantes pero liberadoras, una realidad renovada del amor, de la muerte, de Dios, y de nuestras vibrantes voces que solían ser pasajeras, pero ahora pueden ser exploradas en profundidad. Es así como Dickinson trasciende a lo largo del tiempo y en la amplitud de nuestros corazones. Compartiendo sus versos por el viento de la eternidad.
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