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FAMILIAS IAM


El país vive uno de los momentos más difíciles de su historia política. Los extremos cada vez se separan más y resulta complicado ver con claridad la mejor opción para guiar este barco llamado Colombia durante los próximos años.

Hoy, involucrarse en el panorama político resulta necesario; no tomar posiciones y evitar sumergirse en la realidad del país, además de mezquino, es irresponsable y nos hace cómplices, así sea por omisión, de la inminente catástrofe que se avecina para una nación que parece haber extraviado su rumbo.

En este papel de involucrarnos es inherente el riesgo de apasionarnos, de tomar posturas basadas en lo emocional, en lo que nos gusta o no nos gusta, en lo que nos parece adecuado o no. ¿Y este apasionamiento por qué resulta peligroso en la situación actual del país? Porque no somos seres aislados, tenemos familias, y los que somos padres hablamos de ese contexto en casa. ¿Es adecuado contextualizar desde la emoción y no desde la razón?

Los más pequeños escuchan, observan, en su día a día tienen a disposición cientos de canales informativos para empezar a formar sus ideas iniciales de lo que sucede en el país: ‘’que este es el candidato del cambio, que este es el que nos llevará al abismo, que este sí acabará con la corrupción…’’. En estas frases, tan comunes hoy en día, hay mensajes que se replican a través de una persona de 5 o de 80 años.

Nuestros hijos ya están expuestos a tantos datos, sin filtro alguno, que una falta de contexto puede empezar a formar ideas erróneas y llevar a personas que hasta ahora dan los primeros pasos para entender el mundo a apasionarse por los prejuicios políticos de otros. Por eso resulta necesario hablar de la situación del país en casa, alejándose de las emociones, del juicio moral hacia una persona para desacreditar propuestas que simplemente no se analizan por la barrera emocional que se antepone.

Contextualizar de manera adecuada, dejando ser, opinar y pensar, así se debe hablar de la situación del país, de la difícil decisión que requiere un Estado que naufraga por los mares de la incertidumbre. Porque si nos detenemos a pensar, la discusión desde la emoción que tenemos en casa por posturas diferentes se traslada al trabajo, al colegio, a las reuniones entre amigos, y así va creciendo la burbuja que carece de argumentos y solo se infla de lo que le gusta o le parece a cada individuo.

No debería ser difícil sentarnos en casa, involucrarnos como ciudadanos en la política y analizar punto por punto el entorno, cuáles son las propuestas de cambio, contextualizando y respondiendo por qué sirve o por qué no sirve una opción. Es complicado, pero debe ser menester dejar atrás la frivolidad que acompaña gran parte de la “información’’ que, lejos de aportar, ayuda a que los extremos se distancien moviendo las fibras más básicas de cada persona que se identifica en uno u otro lado.

¿Qué relevancia tienen datos personales propios de las secciones más interesantes de las revistas del corazón en una campana política que decide el futuro de un país? Una pregunta tan simple nos puede hacer tomar conciencia de qué información debemos filtrar o dejar pasar, porque esos mismos datos, o esas ideas, llegarán a nuestras casas, y si no somos responsables con la contextualización, simplemente seremos cómplices de sembrar ideas nocivas en los más pequeños, o nos enredaremos en polémicas sin salida con los adolescentes, básicamente porque estamos cargados de argumentos sin relevancia que nos encargamos de repetir y defender sin conciencia alguna.

Sí, la situación del país es profundamente compleja. Si no fuera así, podríamos sentarnos a conversar de política sin tanto reparo. Pero ese panorama no es solo responsabilidad de los políticos de turno que, en efecto, han desarrollado su labor deficientemente, también es de cada habitante de este país que no ha sido consciente del poder de la información que transmite a su círculo más cercano, porque al final esos círculos salen a enfrentarse con otros en batallas sin sentido, en luchas de quién tiene o no la razón, situaciones que se alejan de encontrar puntos comunes desde los cuales construir ideas, soluciones o propuestas.

Es necesario que hablemos de la situación del país en casa, contextualizando, sí, pero no como se ha hecho hasta ahora.




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