Ícaro Memorias 2022 Proyectivo C

Mateo
Araque Mendoza

Mateo Araque Mendoza
22 de noviembre de 2022
Foto: Sebastián Zamudio


“Al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente, no pasa un día en que no estemos al menos un instante en el paraíso”.


Jorge Luis Borges


Vaya ejercicio tan complejo es referirse, con la limitación de solo unas cuantas líneas, a doce años de mi vida. Es desafiante ordenar una oración tras otra mientras un torbellino de reminiscencias y de sentimientos invaden intempestivamente mi mente, pero es una riqueza inmensa poder hacerlo. Al final soy la persona que soy por lo que puedo recordar.

De la mano de mi memoria he dado paseos largos e intrincados, hasta esos instantes en los que abría con curiosidad mis ojos para descubrir un mundo nuevo, lleno de otros niños pequeños que al igual que yo se perdían en un colegio para ellos inmenso. Recuerdo las mañanas frías, los mediodías soleados y los atardeceres intensos que año tras año aparecían en los cielos. Recuerdo a todas aquellas personas que, con pequeños o grandes detalles, a manera de un martillo y cincel, me han ayudado a pulir y dar forma al ser humano en el que me he convertido. Para el momento en el que escribo esto la melancolía ha atravesado y entrado con paso fuerte por la puerta de mi corazón, ya nada puede detenerla.

He de reconocer que algunas veces he deseado con intensidad que el tiempo no sea como un río, en el que por más que lo intente no puedo volver a vivir un momento, tal como no puedo volver a sentir el agua que me ha tocado, por un efímero segundo, y ha seguido su curso. Pero al pasar el tiempo me he dado cuenta de que esa imposibilidad, ese poder vedado al humano de regresar en el tiempo, es sumamente hermoso. Lo que hace tan especiales todos esos momentos de euforia y tristeza, de tranquilidad y frenesí, de felicidad constante y de abatimiento, es que nunca podré volver a ellos. Tuve la posibilidad de presenciarlos, ahora es momento de dar gracias por ellos y darles un espacio cálido y cómodo en mi mente y corazón.

Gracias. Gracias a todas las personas que me han acompañado en esta aventura. En estas palabras, en las que con tristeza y alegría me acerco un poco más al final de mi vida como estudiante del Merani, quiero agradecer profundamente por estos doce años que jamás olvidaré a mis profesores, compañeros y a todas las personas tan especiales que se han ganado un altar en mi corazón: Aleja, Laura (Ahijada), Morris, Daniel, Nico, Andrés, Larinchi y Pachón. No diré adiós, a todos quiero decirles “tupananchiskama”, una palabra quechua que quiere decir en español: “hasta que la vida nos vuelva a encontrar”.