Ícaro Memorias 2023 Proyectivo C

Ana Catalina
Cortés Flórez

Ana Catalina Cortés Flórez
30 de noviembre de 2023
Foto: Sebastián Zamudio


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Tarda en llegar
y al final
hay recompensa
en la zona de promesas.
Mercedes Sosa & Gustavo Cerati

Con el tiempo, el colegio se ha convertido en mi zona de promesas. En estos once años que han pasado, mi vida se ha plagado de promesas y sueños por cumplir. Promesas acerca del futuro, donde algunas que se cumplían y otras que se quedaban como ilusiones. Sueños que buscaban a la Catica del futuro, que se preguntaban acerca del amor, de sus amigos, sus miedos, de qué tipo de persona iba a ser y por más de que me imaginaba los escenarios más utópicos nunca pensé que iba a llegar a ser la persona que soy, la Catalina de 16 años que está a punto de graduarse del IAM. Le escribo a esa Cata del 2012, a la que le gustaba tanto soñar y estaba enamorada de la vida, va este texto, porque sé que le gustaría saber qué pasó con todo lo que en algún momento fantaseó.

Uno va cambiando mucho con el tiempo y nada vuelve a ser lo mismo. Como dijo una vez Heráclito: “Nadie se baña dos veces en el mismo río”. He cambiado tanto que me sorprende ver quiénes son mis amigos, ver qué me gusta hacer o quiénes ahora son los profes en los que yo confiaría mi vida. El cambio puede generar miedo, dolor o puede descolocarte muchísimo, pero es inevitable, tenemos que abrazarlo y aceptarlo.

Siento que todo el mundo le pone mucha presión a este texto. Dicen que va a ser tu legado en el colegio, que tienen que ser las 600 palabras más trascendentes que se hayan escrito en la historia del Merani. Yo creo que nuestro legado es el amor por la gente, los lugares, los recuerdos; es el amor que sentía al ver a mi hermana todos los días en el colegio, el amor que me generó Moyita cuando me dió un libro por primera vez, el cariño que me generaba tomarme fotos con mis amigas en Conceptual y entrevistar pinturas de gatos. Mi legado va a estar en el intercambio con el colegio de Perú, en las clases de Lelito, donde me iba bien o en las de Muñoz, donde sacaba 0,3 en los niveles; en cada soleada donde no sabía bailar; mi legado va a estar en cada vez que lloré por estrés de los niveles 3, en cada día donde me costaba seguir, pero igualmente venía al colegio; en las despedidas, en los abrazos y consejos que di, voy a perdurar en México, en cada noche de reunión, cada llorada y cada recorrido en la ruta.

Hoy 30 de septiembre a las 7:35 pm, me encuentro al frente del computador, a unas horas de la entrega del escrito, buscando un final para éste. Sí, lo dejé para último momento, pero creo que he estado evitando escribir el final de este texto porque siento que me estoy despidiendo del colegio y no me siento preparada para dejar esta etapa atrás.

Llevaba días pensando qué decir, no quería decir algo cliché, pero concluí que no hay manera de no hacerlo, pues todas las personas que hemos llegado hasta este punto del colegio, de alguna u otra manera, hemos vivido la experiencia “meranista” y sin importar la montaña rusa que llegó a ser en un momento, no me arrepiento de haberla vivido y sé que recordaré esta etapa como una de las mejores en mi vida.



Portada

Lo logramos, Catica, ese TAD para mejorar la autonomía socio-afectiva sí sirvió.

Gracias Ana-Sofia, Michileda, Saris, Juanis, Michi, Cediel, Henry, Sergio, Malela, Morris, Maria-José, madre, padre y hermana




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