María Alejandra
Chavarro
30 de noviembre de 2023
Nunca imaginé que este año tuviera que decirle adiós a tanta gente, a tantas cosas en mi vida. Las que fueron lágrimas que mi alma derramó con dolor, hoy, sin duda, son gotas cargadas de nostalgia, acompañadas de una sonrisa en el rostro. Han sido ya catorce años y parece algo irreal que es el momento de saltar al abismo que llamamos futuro. Mucho tiempo solo quise salir corriendo y escapar de aquí. Pero siempre supe, en el fondo, que este es el sitio que mi corazón llama con fervor. Y, sin duda, es el lugar donde quiero culminar esta extensa etapa de mi vida.
Este viaje ha sido un revuelto de emociones, experiencias, memorias y colores. Me han pedido escribir mi carta de despedida, cosa que no puedo creer que estoy haciendo y, en un intento de posponer el inevitable adiós, solo quiero agradecerles a todas las personas que han llegado a mi vida, a las que ya se fueron, a las que siguen conmigo y espero que se queden muchos años más. Sin querer mencionar uno por un,o porque una sola página no alcanzaría, les agradezco a todos: a mi familia y lugar seguro, quienes me vieron crecer y caer, con los que viví desde las más locas experiencias hasta las más sentimentales, con los que me enojé, lloré y reí a carcajadas. Todos están tatuados en mi ser, porque, es verdad, no sería la misma sin ellas y ellos.
Quiero dedicar un párrafo a mis profesores. Sus lecciones las llevo conmigo siempre y son con las que me enfrento a los retos de la vida. Me llevo de mi gran amigo y maestro Nicolas Cediel, su disciplina y extraordinarios consejos, su brillante sonrisa y los cálidos abrazos que tantos años me costó valorar. Me llevo de mi querido Henry, la pasión y entrega, la música y el cine, la locura y el humor negro, el amor y la ética, y esa manera tan especial de ponerle poesía a la vida. Del sabio Mechas me llevo la sinceridad y el rock, la vez que recitó reggaeton como si se tratara de los versos de Borges, las nuevas formas de insultar y su manera peculiar de amar. Me llevo de mi sensei Iván Montoya, el rigor y perseverancia, el gran poema “una carroña” y sus célebres frases. De la extraordinaria Luisa, definitivamente, me llevo el empoderamiento, el feminismo y su inexplicable fuerza para echar pa´ lante. Y, por último, de la dulce Laura, me llevo su cariño y esas reflexiones profundas sobre la vida, su alegría infinita y la gran presencia que posee al entrar en un sitio.
El colegio es el lugar más contradictorio que hay, pero eso es lo que lo hace especial. He crecido y me he equivocado, he construido y derrumbado, he amado y odiado, he llegado a la euforia y a una frustración que me ha dejado exhausta. Es esa ambivalencia y revolcón de sentimientos a los que debo decir adiós. No sé qué es lo que me depara ahora que dejo mi cómodo nido. Pero sí sé que el Merani siempre será para mí, como lo es, un faro de luz para el náufrago en el ancho mar.
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