Michell Natalia
León Daza
30 de noviembre de 2023
El Merani es a Michell lo que un nido es a un huevito. Es difícil para mí escribir un cierre de mi paso por el Merani, porque aquí he estado toda mi vida, he crecido, he conocido a muchas personas valiosas y me he conocido. Antes de entrar al Merani, estuve en un jardín en el que a los dos días le dijeron a mi mamá que no me volviera a llevar porque cada vez que me dejaban me atacaba a llorar y no paraba hasta que volvían por mí. Pero aquí fue diferente porque, aunque el primer día lloré hasta que no pude más y me agarré a las piernas de mi mamá como si no la fuera a ver nunca más, encontré personas que me tuvieron paciencia y me hicieron sentir cómoda. Recuerdo que el primer día me presentaron a Gladysita y Teresita, que me acompañaron como mi mamá lo hubiera hecho; me mostraron el colegio y ese mismo día conocí a mis primeras amiguitas, planeábamos coreografías, nos rayábamos con palos para ir a la enfermería por hielo para comérnoslo y nos escapábamos de la reja. Uno de esos días, mientras corríamos lo más rápido que podíamos, nos cruzamos con unos grandes que nos atropellaron, nos paramos para ir a la enfermería y, cuando íbamos en la media torta, a Juliana le pegaron un balonazo, tan pero tan fuerte, que le rompieron las gafas y le sacaron sangre de la nariz; desde ese día no volvimos a escaparnos por miedo a los grandes.
Hoy, me di cuenta de que ya no hay grandes, que esa soy yo y que se acerca el momento de despedirme como estudiante. Como grande, cuando fui tutora de niños y niñas que estaban en el punto en el que yo estuve, recordé mi vida y me di cuenta de que, a pesar de que he pasado momentos de estrés, de tristeza, de autoexigencia que me han hecho sentir mal, haciendo un balance, he sido simplemente feliz. Solo me queda agradecer a quienes me han hecho feliz: a mis amigas de verdad, que me han escuchado, con las que con solo cruzar miradas sabemos que en el descanso ya tenemos chisme, para dar nuestra humilde opinión y a quienes he visto y me han visto llorar. A mi novio que amo con todo mi corazón, a los profesores hermosos que me hicieron sentir acompañada cuando llegué, como Moyita, Lelito, Bibi, Ricardo Forero y que hoy recuerdo con todo el cariño de mi corazón. Gracias a Teresita que siempre está pendiente de mí y a Gladysita, que cada vez que me ve me abraza con el corazón. Gracias a Liza que hizo posible Fenix Feminista, en donde me acerqué a amigas hermosas y a una pasión: el feminismo. Gracias a Iván por ser un gran director de tesis, por sus chistes y por enseñarnos que no se puede estar medio embarazada, que hay que tener una postura. Gracias a Henry por sus chistes maldadosos, a Laura por su ternura, a Mechas por tenerme fe. Pero sobre todo quiero agradecerle a mi profesor favorito de la vida, el que me conoció con mi camiseta rosada del Real Madrid, que me ha enseñado que soy más que una nota, que tengo que tomar las cosas con más calma y que cuento con él. Te llevaré siempre en mi corazón, la niña chiquita y la que soy ahora estará eternamente agradecida por todo lo que has hecho por mí.
Hace once años, mis papás le entregaron al Merani a una niña consentida que lloraba por todo y se atacaba a llorar cuando se separaba de ellos. Hoy, el Merani les devuelve a una niña que sigue llorando por todo, pero ahora por los mejores recuerdos que podría tener. “La vida no es la que uno vivió sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla” dijo García Márquez, y yo de este lugar me llevo los recuerdos más tiernos, felices, nostálgicos y chistosos de mi vida, y así es como quiero que sea mi vida en adelante. Gracias por todo.
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