Memorias Proyectivo C

Elogio del esfuerzo y la resiliencia
Palabras del director en la ceremonia de graduación 2024

Julián De Zubiría Samper
30 de noviembre de 2024
Foto: Sebastián Zamudio


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Cuando Estanislao Zuleta, el filósofo más original en la historia de Colombia, llegó a Cali en los años ochenta, le preocupó el impacto del tráfico de drogas sobre la cultura. Zuleta devoraba los clásicos, daba conferencias a estudiantes universitarios y reflexionaba a profundidad sobre educación, sociedad, historia, política y arte. Al recibir el doctorado honoris causa en la Universidad del Valle, escribió su memorable discurso “Elogio de la dificultad” para criticar esa sociedad mafiosa que les decía a las niñas que tenían que verse flacas y esbeltas si querían llegar al paraíso y para reivindicar el esfuerzo y la complejidad como dos condiciones esenciales de la vida humana. La subcultura caleña invitaba a los adolescentes a lo contrario, a vivir –como él la denominó– “una vida sin riesgos, sin lucha y sin búsqueda de superación”. Eso fue lo que lo llevó a afirmar que “en lugar de desear una relación humana inquietante y compleja, que estimule nuestra capacidad de luchar y nos obligue a cambiar, deseamos un idilio sin peligros, un nido de amor”. Zuleta comprendía a cabalidad una de las ideas nucleares del pensamiento de Platón, quien se empeñaba en convencer a la sociedad griega de que lo bello es difícil.

Hoy, yo les quisiera decir a los jóvenes algo similar. Tenemos que leer y releer cientos de discursos, miles de artículos y esforzarnos en equipo y con muy buenos docentes para intentar entender una realidad tan incierta, cambiante y compleja. Tenemos que estudiar a profundidad múltiples teorías para poder decir algo nuevo, para pronunciar nuestra palabra. Nadie llega lejos sin trabajo, esfuerzo y resiliencia. Y eso pasa en todos los campos. Como recordaba Roger Federer al recibir este año el doctorado en Humanidades en Darmouth: “Los mejores del mundo no son los mejores porque ganan todos los puntos. Lo son porque pierden una y otra vez y aprendieron a lidiar con ello”. Al decirlo, rendía un homenaje a la resiliencia.

Cuatro niños indígenas que tenían entre 11 meses y 13 años le dieron al mundo un bellísimo ejemplo de resiliencia y esperanza al lograr sobrevivir durante 41 días en lo más profundo de la selva del Amazonas después de que la avioneta en la que viajaban cayera a tierra. En el impacto murieron todos los adultos, empezando por la madre de los menores. Pudieron sobrevivir entre el 1 de mayo y el 10 de junio de 2023. Lo hicieron comiendo pescado crudo, semillas y frutos silvestres. Es indescriptible hasta dónde podemos llegar cuando tenemos ganas de vivir, esfuerzo y resiliencia. El psiquiatra y sobreviviente a un campo de concentración Víctor Frankl, expresó bellamente el sentido del esfuerzo y de la esperanza con base a una idea del filósofo Friederich Nietzsche al afirmar “Quien tiene un por qué puede soportar casi cualquier como”.

Un buen deportista tendrá que intentarlo una y otra vez. Sus fines de semana serán más cortos. También su vida social. Tendrá que levantarse antes de que amanezca y dejar de asistir a una parte de las reuniones con sus amigos. Quien quiera tocar muy bien un instrumento no podrá dejar de entrenar ni un solo día y, antes de cualquier presentación, nuevamente, deberá volver a ensayar. Solo así se conquistan los sueños. Thomas Alva Edison realizó más de 1.200 experimentos para desarrollar la bombilla incandescente. Fracasó en los primeros 1.199. A menor escala, ustedes también lo han visto. Las mejores tesis fueron las que tuvieron más trabajo, más lectura y relectura, más investigación y debates, más reelaboración, más dudas, más esfuerzo y más trabajo en equipo. Y si las quieren publicar, tendrán que seguir trabajando. Revisarlas, repensarlas, reescribirlas. El poeta mexicano Octavio Paz lo explicaba por medio de un verso muy sencillo: “merece lo que sueñas”.

No les crean a quienes los inviten a llegar lejos trabajando poco. Quienes les propongan vivir una vida de rosas en el matrimonio nunca han estado casados. Quien los convide a llenarse de dinero sin esforzarse es porque va a estafar a otros. Solo quienes se vinculan con la mafia o actúan como mafiosos pueden llegar lejos trabajando poco.

Seguimos –como decía Zuleta– deseando mal. Estamos profundamente equivocados creyendo que la felicidad se alcanza al consumir más. Si esto fuera cierto, sería millones de veces más feliz Ardila Lülle que un líder que vive del trabajo comunitario en los cerros de Bogotá. Para los aimaras en Bolivia, un individuo pobre es el que no tiene comunidad, el que está solo. Yo creo que ellos son más sabios. Tal vez Ardila Lülle vive más solo que muchos líderes comunitarios. No hay duda, seguimos equivocados en nuestras prioridades como sociedad. Queremos alcanzar altos niveles de pensamiento, lectura y autonomía, pero sin esfuerzo. Y eso no es posible. Quien lo diga los está estafando.

Precisamente, hoy estamos aquí para rendir tributo al esfuerzo de los padres, los profes y, muy especialmente, de los jóvenes que se gradúan. No hay duda de que tuvieron que hacer un esfuerzo grande para aprobar los requisitos, las asignaturas, las actitudes y los retos que les ha puesto la vida hasta el momento. La historia les dirá que valió la pena. Luchar siempre vale la pena, hasta el último día, hasta el último aliento. Es por eso que muchos de sus compañeros no llegaron hasta acá. No tenían la autonomía o no contaban con el acompañamiento familiar necesario. Convivían en familias más sobreprotectoras. Se quedaron a mitad del camino. Que ustedes lleguen hasta aquí dice mucho de ustedes, pero también de sus familias. Solos no hubiera sido posible. Sin familias empáticas, resonantes y democráticas sería especialmente difícil. También lo es con muy poco esfuerzo y baja resiliencia.

Vivirán en una época compleja, con juegos, vínculos, realidades y gobiernos muy diferentes. El nuevo presidente de los Estados Unidos, por ejemplo, ya fue condenado por violación y, en lugar de acabar en la cárcel, terminó en la Casa Blanca. El nuevo fiscal que nominó está siendo investigado por pedofilia y el nuevo secretario de salud es un antivacunas acérrimo y un promotor de la desinformación. Es como si hubiera querido nombrar a un terraplanista para dirigir los viajes al espacio. La nueva secretaria de educación es una empresaria de lucha libre, cuyo marido tuvo que renunciar para defenderse de acusaciones de tráfico sexual. Gobernará con amigos con graves cuestionamientos éticos y que no tienen los mínimos conocimientos técnicos del sector a su cargo.

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Y en Colombia, no nos quedamos atrás. El Informe Edelman de 2023 nos ubica como el segundo país más polarizado del mundo. ¿Y eso qué quiere decir? Que no podemos dialogar con quienes piensan diferente, porque medio país cree que la otra mitad está completamente equivocada en sus ideas, prácticas, valores y sistemas de creencias. No escuchamos a quienes piensan diferente. ¿Para qué si creemos que están equivocados? En consecuencia, no aprendemos de ellos. Simplemente nos convencemos de que nosotros siempre hemos tenido la razón y que los otros han permanecido equivocados. Así mismo, confiamos muy poco en los gobiernos, los partidos políticos, las instituciones, el Congreso y los medios de comunicación. Nos quejamos de ellos como si pudieran existir sin nosotros, como si nosotros no los hubiéramos elegido.

Cuando sus padres y abuelos fuimos jóvenes, también nosotros creíamos que el mundo se iba a acabar. No por el calentamiento global, como creen ahora, pero sí por una guerra nuclear que acabaría la vida sobre la faz de la Tierra, como lo recordaba Gabriel García Márquez bella y trágicamente en “El cataclismo de Damocles”. Los jóvenes del mundo han salido a la calle para exigirles a los gobiernos que no toman las acciones necesarias para impedir el calentamiento de la Tierra. También se han movilizado por causas muy justas y nobles como denunciar el genocidio que se está presentando contra la población palestina en la Franja de Gaza.

Nosotros también nos movilizamos contra la guerra y la desaparición de la vida. Sin embargo, hoy quiero enfatizar una gran diferencia. Ustedes se movilizan para denunciar, pero creen que la realidad no se puede cambiar. Creen que el exterminio en Gaza y el calentamiento de la Tierra van a continuar. Por el contrario, cuando nosotros nos movilizábamos, estábamos convencidos de que podíamos cambiar el mundo. Sabíamos que podíamos detener la guerra en Vietnam. Es más, la detuvimos. Hoy, creo que los jóvenes del mundo están equivocados. Sí se puede cambiar la educación en Colombia y en América Latina. Es más, la estamos cambiando. Sí podemos detener el calentamiento global y el exterminio en Gaza. Los ciudadanos tenemos más poder del que la mayoría de la gente supone. Lo que pasa es que no lo lograremos nunca sin trabajar de manera más unida y articulada. Y en eso los jóvenes actuales han tenido más dificultad. No estamos condenados a nada. La realidad es la que queramos construir, ustedes, nosotros y todos los demás. La cuestión es que lo hagamos colectivamente y pensemos y actuemos conjuntamente. El poeta mexicano Octavio Paz escribió en su poema Piedra de sol: “No soy, no hay yo, siempre somos nosotros”.

Pero el contexto de ustedes es muy diferente del que se vive en la mayor parte de Colombia y Estados Unidos. Tuvieron familia, pan, amigos, educación de calidad, cultura y techo. Pertenecieron a una familia que eligió una innovación para educarlos, con un padre y una madre que creían que ustedes merecían una escuela que impulsara su formación integral. Ya lo dije: una parte del grado que hoy reciben les pertenece a sus padres. También ellos los acompañaron en sus trasnochadas, han sido resonantes con sus intereses y estuvieron a su lado en los momentos de angustia, alegría, miedo y llanto. Los acompañaron en sus tristezas. Hablaron cientos de veces con sus profes para superar sus dificultades. Por eso no estamos celebrando solamente el grado de cada uno de los graduandos. Sus madres lloraron al verlos sustentar sus tesis y hoy volverán a hacerlo. El día de la sustentación, por ejemplo, repartieron pañuelitos para todas las madres presentes. Tal vez hoy también lo hagan.

Algunos de sus compañeros salieron muy rápido al no aprobar un requisito, una recuperación o una actitud al cambiar de ciclo. Esos padres ese día les dieron a sus hijos una muy equivocada lección: hijo, sal corriendo cuando te enfrentes a cualquier dificultad en la vida. Sus padres no hicieron eso porque saben que ustedes se van a enfrentar a mil dificultades más. La vida consiste en convertir las dificultades en oportunidades. En encontrar la pasión que nos mueve. En saber por qué y cuándo luchar. En levantarnos después de cada derrota con más fuerza y sabiduría para enfrentar la siguiente. En encontrar el grupo de amigos con quienes compartirla. En pensar a qué fue que vinimos al mundo. En justificar nuestra existencia. Como dice el escritor colombiano Tomás González: “la alegría aflora siempre, o casi siempre, como trozo de madera en el agua, no importa lo profundo del horror vivido”.

De aquí en adelante ya no volverán las entregas de informes, ni las recuperaciones, ni los PAM, ni los TAD, ni las evaluaciones actitudinales, ni las jornadas pedagógicas. No volverán a tener tutorías, coordinadores de curso o asignaturas de autobiografía, argumentación, objetos innovadores o proyecto de vida.

Todos deberíamos saber que nuestro deber es dejar el mundo un poquito mejor de lo que lo encontramos. Por eso debemos caminar al lado de los que se quejan poco y hacen mucho. De los optimistas. De los que inviten a su casa a reuniones. De los que saben que, si queremos llegar lejos, debemos trabajar en equipo. Sus padres y nosotros sabemos que ustedes tienen la autonomía necesaria para enfrentar la vida y que aprehendieron a trabajar en equipo. Sabemos que tienen la sensibilidad necesaria para ayudar a un país insensible e insolidario. Sabemos que tienen el pensamiento y la lectura crítica necesarios para afrontar de mejor manera la vida. Por eso, sus padres y nosotros estamos tranquilos frente a lo que harán de aquí en adelante. Nelson Mandela, luego de estar preso por 27 años y contrario a lo que pasa en Colombia, salió a hacer la paz con sus enemigos. Siempre testimonió que el poema Invictus le permitió no perder nunca su profundo norte ético: lograr la paz en Sudáfrica. Recitaba siempre el siguiente fragmento:

No importa lo estrecha que sea la puerta, Cuán llena de castigos la bóveda Yo soy el amo de mi propio destino, Yo soy el capitán de mi alma.

Aun así, cuando quieran recibir un corazón, vuelvan al Merani. Si dejaron novias o novios, aquí los veremos. Cuando quieran un consejo, vuelvan a hablar con sus compañeros, profesores o directivos. Nunca se superan los problemas de manera solitaria. Cuando quieran jugar fútbol o básquet, vuelvan al Merani. Les aseguro que tendremos mejores canchas y confío en que no les vuelva a ganar ningún curso de Contextual. Cuando quieran trabajar en el Programa Tú, vengan nuevamente al Merani. Cuando se sientan tristes, acá los estaremos esperando. Pronto tendremos el más bello edificio que hemos construido, con laboratorios, terraza y espacios para el trabajo en equipo.

Uno siempre retorna a donde fue feliz y construyó la identidad y los vínculos más importantes que lo acompañarán a lo largo de la vida. Tal vez por eso el Merani siempre estará atiborrado de egresados.

Con profundo aprecio,
Julián




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