Irene Pardo
Gutiérrez
30 de noviembre de 2024
Joan Manuel Serrat
Hoy me piden que hable del pasado, del futuro, de mí, de ustedes, de todo. Y sinceramente, desearía poder escribir “Me sobran las palabras (buenísima canción, por cierto). Hasta pronto, los quiero”, porque las letras parecen pañitos de agua fría en una quemadura profunda.
Pero acá estoy, usando mi voz de niña grande que siento que aún no me termina de quedar, pero que se convertirá en la norma y ya no en la excepción. Uso mi voz, de despedida, de nostalgia, de alegría, de expectativa, de todo lo que no puedo nombrar, para decir que este lugar es y será siempre sinónimo de hogar.
La palabra “hogar” viene de “hoguera”. Hoy quiero agradecerle a cada uno de ustedes por avivar el fuego de esta hoguera que me ha calentado el corazón. Gracias a todos los que nos regalan pedacitos de su vida, sea preparando un almuerzo, cuidando una ruta o limpiando un salón. Gracias a los profes; son artistas que con cada palabra, cada acto cariñoso, van marcando pinceladas en el lienzo que somos. Gracias por luchar por nosotros y por enseñarnos a tener fuerza para que nosotros también seamos guerreros, guerreros de la vida.
Gracias a mi curso, a esta gran familia de 38 personitas que hoy alza el vuelo, después de crecer juntos en el mismo nido. Nos imagino a todos, parados ahí en la ceremonia de grado, y no puedo evitar sentir orgullo. Qué honor graduarme con un grupo tan bonito. Un grupo que atravesó aventuras y conquistó montañas. Somos luz, somos fuego y somos mar, y lo seguiremos siendo, aunque ahora en otros lugares y con otras personas.
Les doy las gracias, aunque no sin que me duela el corazón. Desearía que agradecer no significara también despedirse.
Recuerdo todas las veces que en medio del estrés deseé graduarme, y ahora me encuentro diciéndoles a chicos de Conceptual que aprovechen el tiempo, tratando de prepararlos para este momento, aunque inútilmente. Uno nunca está preparado para esto.
Siento que estoy dejando mi casa y que una parte de mí se queda aquí. Pero también sé que a donde vaya llevaré conmigo una parte del Merani. Hoy, eso de mí que son ustedes aturde la sala exclamando: “¡estoy aquí, estoy, y a pesar de cualquier cosa seguiré aquí!”.
Ahora que me gradúo, aprecio todas las noches, todo el tiempo trabajando para llegar a este momento. Mis manos, que se mancharon de esfero, hoy pasan triunfantes a recibir el diploma. No ha sido fácil, pero un grupo de ángeles me ha acompañado. Con mi familia y mis amigos estoy tremendamente agradecida. Han sido compañeros de llanto, público de un sinfín de exposiciones, ayudantes en varios trabajos y sonrisas en momentos de victoria. Hoy también es su mano la que recibe el diploma.
El IAM, como el pueblo de “Pueblito viejo”, me ha visto crecer. Sus piedras vieron mi primer amor y también mi primera ruptura; me ha visto fallar y triunfar; me ha visto sustentando una tesis y un requisito de Exploratorio con las mismas ganas, y hoy debe verme partir. Es momento de hacerme parte de su historia, y aunque siento muchas cosas, la principal es amor. Un amor profundo y grande por este lugar y la parte de mí que nació en él. Quererla es quererlos a ustedes, así como apoyar a Santa Fe (el equipo de la familia) es amar a mis hermanos.
Dentro de un tiempo, cuando se muestren las marcas que ustedes me han dejado, las portaré feliz. En parte porque amar eso de mí es enorgullecerme de haber crecido con ustedes.
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