Juanita
Molano Gallo

Mi yo de seis años no se lo podría creer. Esa pulga aventurera que llegó a este nuevo entorno con una maleta más grande de lo que podía cargar en su espalda, con miles de sueños, expectativas y deseos. En ese tumulto de emociones empezó a crecer y comenzó a querer ser “de los grandes” y hoy, estando aquí, ni yo me creo que ya soy de los grandes. Ese sueño tan grande y que se veía tan lejano llegó muy pronto, fue un segundo, todo pasó tan rápido, un día estás en Exploratorio y al otro en Proyectivo C, escribiendo tu texto de despedida. De un momento a otro dejas de estudiar únicamente para los niveles y estás estudiando para el ICFES, estás eligiendo una universidad y una carrera y estás en el borde del barranco, esperando a saltar a ese vacío que representa la vida, ese lugar que no conoces.

Y a pesar de querer saltar hay algo que te detiene, siempre te va a detener, el miedo y el cariño y la nostalgia; dejar atrás lo conocido, dejar ese lugar donde has crecido, donde te has formado como persona durante los últimos diez años de tu vida, dejar esa comodidad para enfrentarte a lo desconocido.

En este momento estoy a punto de saltar de ese barranco, estoy a punto de enfrentarme a este cierre, este cambio drástico de vida, y aunque sea con miedo, puedo decir con la mayor de las certezas que estoy preparada para lo que se venga. No estaría aquí de no ser por las personas que me acompañaron en el camino, por mis padres, que me estuvieron apoyando y dándome fuerzas para continuar, aun cuando el camino se viera oscuro e interminable. A mis profesores, que día tras día me motivaban a mejorar y volverme una mejor estudiante. A mis amigos, que con sus risas, chismes y jodedera hicieron del colegio mi segundo hogar.

Gracias a todos porque sin su apoyo no podría estar hoy aquí, lista para saltar ese barranco y para enfrentar esta nueva etapa de mi vida, preparada para todo lo que venga. Hoy no tengo miedo de saltar.