María Paz
Vacca Morales
30 de noviembre de 2024
Érase una vez, en los Andes, pueblos que pintaban su nombre en las montañas y las casas vacías de la Mara que cuentan sus propios cuentos a quienes quieran escucharlos.
Visité Poroy y escuché las historias de pueblos que eran a la vez muy parecidos y muy diferentes a los de Colombia. Se enorgullecen del sol indígena que sobre ellos se pone.
Visité Ollantaytambo, y cuando los rayos iluminaron los templos entendí que no había fe más grande e inmensa que la de los Incas.
Visité muchas cosas, es verdad, pero pocas tienen una belleza que se compare a la de aquellas noches de Perú, en las que aún con miedo pude ver paisajes que mis ojos buscarán siempre donde quiera que vaya.
El camino ha sido raro desde esa primera clase, pero como escuché decir a alguien hace un tiempo "el camino es duro, pero la vista lo vale".
En Cusco pude entenderlo, y ninguna alpaca tuvo que decírmelo, que a pesar de los momentos en los que las tragedias parecen ser eternas, la verdad es que todo pasa.
A veces siento que Alicia y yo nos quedamos en Aguascalientes, aquella noche que no dormimos mucho por quedarnos hablando como hace tiempo no lo hacíamos, aquella noche en la que me volví a enamorar de ella por un segundo.
Admitiré que a veces quisiera volver al pasado y compartir mucho más de lo que me permití por tener miedo.
Quisiera quedarme, solo a veces, y poder llorar con mis monis siempre que esté mal, poder conocerlas de nuevo y sentir por siempre su cariño.
Quisiera volver a esa tarde en el edificio con Cediel, decirle que lo quiero, volver a contarle de mi vida por primera vez.
Quisiera (aunque solo en mis momentos más melancólicos) volver a esas clases de Yesid, en las que me preguntaba cosas que hoy en día no termino de entender, solo porque me la tenía montada para ver si estaba poniendo cuidado.
Quisiera volver a esas clases donde no le presto mucha atención a Mechas y en secreto miro a Huayra y pienso en lo hermosa que es.
Quisiera, pero no puedo.
Y a pesar de eso, todo lo que he vivido me llena completamente, aunque no pueda repetirlo. Prometí nunca olvidarme de ese sentimiento y llevarlo conmigo como el recordatorio constante de por qué estoy viva.
Los años que he compartido con Isabella me muestran cómo he cambiado y puedo ver cómo mi historia se dobla como uno de esos origamis que hace Juliana. Me quedé y amé ciegamente por ese cariño de Juan David, que a veces no entiendo pero que el destino me regaló, y por ese tiempo en el que Moreno se quedó a mi lado y me enseñó lo que es cuidar de alguien.
Quisiera agradecer y que todos supieran que me han enseñado lo que es la vida realmente.
A pesar de esa melancolía, es cierto que estoy desesperada por irme y conocer incluso más, dejar todo lo que conozco por algo que promete ser nuevo y profundo, dejar todo lo que he sido hasta ahora.
Pero sé muy bien, porque el corazón no miente, que una de las mayores alegrías siempre será haber estado aquí y ahora, viendo crecer a gente entre la que se ocultan cosas tan lindas como hirientes.
En mi libreta aún se esconden algunas palabras que dediqué a una ciudad de luces cálidas.
Tendré que volver algún día y recoger un pedazo de mi conciencia que se perdió soñando en Cusco, soñando con amores que me llenan, perdida en aquellas noches de Perú.
Artículo anterior
Emilio Uribe Espitia
30 de noviembre de 2024
Proyectivo C
Artículo siguiente
Saúl Andrés Vargas Polo
30 de noviembre de 2024
Proyectivo C

Síganos en Facebook
Síganos en Instagram
Siga el Canal
Escúchenos en Spotify
Síganos en Tiktok
Síganos en X
Visite Icarito