Matías
Sandoval Suárez
30 de noviembre de 2024
Solo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos.
Antoine de Saint-Exupéry
En agosto me regalaron esta frase, se ha convertido en mi fiel compañera. En este momento, en el cual me encuentro cerrando una etapa, me ha motivado a dar el siguiente paso. Las instituciones como el Merani se transforman tanto como sus estudiantes. No hablo del mismo lugar de doce años atrás, mucho menos del mismo estudiante que entraba a Exploratorio A. Ante los cambios, el colegio mantiene su esencia; a simple vista, solo algunos ladrillos podrán ser los mismos, sin embargo, sigue siendo el Merani. Ahora que he llegado al final de mi viaje, yo me pregunto: ¿cómo preservar aquello que mis ojos no pueden ver de mí?
El Merani está lleno de mis memorias, lleno de mis errores. Cada situación me ayudó a buscar mi identidad; encontrar quién quiero ser. En el futuro quiero hacer preguntas apasionadas sobre cada pequeña cosa de este mundo, quiero tener una visión metodológica, pero con crítica y ética, quiero ser químico, pero cuidando de la biosfera. Pero, sobre todo, no quiero parar de sonreír; ni ser un adulto aburrido y condenado. Se me ha enseñado a no darme por vencido, perseguir mis metas e intentar disfrutar el proceso. Por más que esté haciendo un nivel a medianoche, hay que intentar afrontar los retos con la cara en alto. Como decía Henry hace unos meses, somos meranistas por tres razones: somos libres, somos ñoños en algo y no dejamos que nos jodan la vida ni se la jodemos a los otros. Me alegra intentar ser meranista, aunque no sea tarea fácil.
Si existe una etapa que haya determinado lo que deseo para mi futuro, entonces lleva el nombre del ciclo Proyectivo. Aunque puedo atribuirlo a actividades como la tesis, ir de excursión o la transición a un contexto pospandémico, mi hipótesis habla sobre los bonitos seres humanos que he conocido; Proyectivo es tan memorable por sus profesores y estudiantes. Respecto a los estudiantes, aunque seamos cansones o distraídos en algunos momentos, cada uno tiene algo en lo que brillar, cada uno tiene su propia esencia. No pude conocer la de todos mis compañeros de clase, hubiera sido una tarea imposible intentar hacerlo. Sin embargo, sobre mis amigos puedo decir que me enseñaron cosas nuevas hasta el último día, incluso en los momentos en los que no quería ir al colegio ellos eran mi razón, así fuera para perder un partido de ping-pong.
Por otro lado, encontramos a los profesores, quienes en el ciclo Proyectivo no son únicamente maestros académicos, también son amigos con quienes establecer vínculos profundos. Desde los inicios de Proyectivo A tuve la fortuna de acercarme al camino del bien; el área de ciencias naturales se convirtió en mi hogar. Si por alguien estudio química el día de mañana, es por esos profesores que no se cansan de hablar de ecotecnociencia, por quienes me enseñaron que incluso los átomos más electronegativos tienen derecho a tener compañía, quienes me hicieron tener fe en que los ecosistemas más deteriorados pueden tener procesos de sucesión ecológica o por quienes, como dijo Sagan, piensan que somos polvo de estrellas y no por ello la vida carece de sentido.
Cada día intento ver con la menor ceguera posible, es difícil dado que tengo miopía. Si por alguien lo intento es por mis amigos, familia y maestros que creen en mí. Sin importar a donde vaya, aquí fui feliz y en cada momento sentí que podía ver a las personas con el corazón. Hasta pronto, Merani.
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