Todo cambia cuando
lo miras desde otro lado
Familias de Proyectivo C
Aprender no es adquirir información, es cambiar la manera en que uno opera en el mundo.
Humberto Maturana
Buenos días. Directivos, profesores, familias:
Es un motivo de orgullo y satisfacción compartir hoy este espacio con todos ustedes y poder transmitir estas palabras llenas de agradecimiento, nostalgia, plenitud y, sobre todo, amor. Amor infinito e incondicional para nuestras hijas e hijos. Así mismo, expresamos nuestra gratitud a todos los presentes por las redes tan significativas que hemos logrado estrechar a lo largo de este camino.
Tal vez la mejor manera de iniciar esta despedida sea recordando que, hace algunos años, nosotros, como padres y madres, nos encontrábamos en la búsqueda de la mejor opción de colegio para nuestros hijos e hijas. Queríamos un lugar que les proporcionara herramientas consistentes para su formación académica.
A medida que avanzábamos en la charla inicial del Merani, una voz esperanzadora, casi como una promesa, amplió nuestra perspectiva y nos dijo: “En el Merani se forman adolescentes tranquilos, sensibles, autónomos, solidarios y profundamente interesados en el conocimiento. Debaten con argumentos, no se dejan regañar sin razón, y quienes los rodean notarán esa diferencia”. En ese momento, esas palabras nos parecieron cautivadoras, quizá un ideal difícil de alcanzar. Sin embargo, hoy podemos afirmar con certeza: esa promesa se ha cumplido. Este camino no solo transformó a nuestras hijas e hijos, sino también a nosotros como familias. A veces lo recorrimos con miedos e inseguridades; otras, con confianza y alegría. La gran pregunta siempre fue: “¿Eres feliz en el Merani?”. Su “sí” constante se convirtió en nuestra brújula, la que nos guía hasta aquí, viendo cómo esa promesa inicial se hacía realidad: jóvenes equipados no solo con herramientas académicas, sino también con habilidades emocionales, sociales e interpersonales, preparados para enfrentar la vida con integridad y confianza.
Y es precisamente esa confianza la que hoy nos impulsa a cerrar este capítulo. ¡Felicidades! Hoy escriben la última página de este breve y eterno encuentro con la vida, una página en la que todos y todas han dejado una huella dorada y significativa, una huella que es tejido y círculo y que en adelante les permitirá construir sus propias historias, cargadas de asombro, incertidumbre y del milagro de vivir. Esa huella, sus huellas, que ahora los entrelazan entre sí, también con sus padres y madres, con las generaciones que egresaron, con los que vienen detrás hilando la historia y con cada alma de esta casa meranista, los sostendrá con la firmeza de un basalto y con la profunda alegría de un girasol, cuyo significado en chino es larga vida y buena suerte.
Larga vida y permanencia en el tiempo para este espacio que ha sido, para muchas familias, un verdadero segundo hogar: un lugar cálido donde prima el amor, la empatía y el interés genuino por el bienestar emocional y personal antes que por cualquier aprendizaje académico. Aquí, nuestros hijos han encontrado el acompañamiento constante de quienes dedican su labor a cultivar no solo mentes, sino también almas, con el propósito de formar seres humanos capaces de aportar al mundo.
El Instituto Alberto Merani trasciende lo académico, contribuyendo significativamente al bienestar integral de quienes pasan por sus aulas, un valor incalculable que siempre será motivo de gratitud. Es un lugar que mantiene sus puertas abiertas, recibiendo con alegría a quienes regresan, mostrando que el vínculo creado aquí es duradero y significativo.
A ustedes, que están en este momento de transición, queremos decirles desde el corazón que siempre estaremos presentes, a veces como guías en sus procesos, otras como espectadores amorosos de sus logros y, cuando lo necesiten, como un soporte incondicional en su camino.
En ese camino, nos reunimos a dialogar entre familias sobre el paso por el Merani y hay un denominador común: hoy, en los ojos de universo infinito de esos niñitos y niñitas desde los 4 años, vemos la fina, acuciosa y certera pincelada de maestros y maestras que han venido dibujando en las miradas de nuestras hijas e hijos la arquitectura de la ética, la crítica y la empatía. ¿Qué más podemos pedir?, nos decimos entre quienes conversamos. Sin duda este, su colegio, fue el mejor campo de entrenamiento para los seres humanitarios en los que se han convertido. El mundo necesita seres humanos como ustedes, necesita que esparzan las semillas e inoculen el camino con su entusiasmo y empatía, con sus narrativas para que se abran las mentes, y que florezca su propio futuro. Es ese su compromiso en adelante, porque, como dijera el gran poeta cubano Eliseo Diego, “no es por azar que nacemos en un sitio y no en otro, sino para dar testimonio”. Gracias sin fin al legado meranista por el gran desafío de educar como educan. Por nuestro propio aprender y desaprender. Gracias porque nuestros hijos e hijas se preguntan, cuestionan, aguzan los sentidos ante lo justo e injusto, incluso al interior de sus hogares y su escuela. Hoy celebramos eso: que son personas con criterio para decir sí o no, con capacidad crítica y mirada empática. Que son hombres y mujeres que tratan de imaginar que el mundo puede cambiar hacia un lugar más protector y conectado humanitariamente, para que esta tierra deje de ser ese planeta que imaginó el poeta Alejandro García Enríquez, un planeta “bello y triste, un débil punto en el espacio ilímite, vibración apenas del tiempo y la distancia, un átomo de lágrima, que, en el cansancio de sus errantes curvas solitarias, derramó entristecida una galaxia”. Sin duda, la palabra misma “esperanza” es un milagro y ustedes son esperanza y, por tanto, son milagro. Estamos convencidos de que jamás olvidarán la conexión que sintieron en esta aventura de transformación entre los 4 y los 18 años de vida. ¡Felicitaciones por la lucidez en su criterio!
Construir ese criterio ha sido un proceso. Nos hace recordar las mariposas en el estómago cuando se anunció de que iban a unir los cursos. Muchos juicios hacia el grupo que aún no se conocía: “que son inmaduros”, “que son cerrados”, “que no son tan juiciosos”, “que son caóticos”. Y el eco de esto en los padres: “qué van a hacer con un grupo tan grande”, “cómo van a poder aprender así”. Dos meses después de iniciado el año, las prácticas juntos mostraron nuevos grupos, se consolidaron nuevas amistades, nuevos amigos del alma, nuevas alianzas deportivas, académicas, socioculturales y políticas. En las excursiones se vivieron la solidaridad, la diversidad y la autonomía, no como conceptos de un reporte de avances, sino como experiencias tangibles y recuerdos inolvidables. Hoy, al enfrentar este gran nuevo camino, recordemos que para expandirnos necesitamos el cambio, que los nuevos mares traerán sus remolinos y podremos sentirnos algunas veces perdidos. Sin embargo, confiamos y les invitamos a hacer lo mismo, confíen en sus habilidades y valores para hacer de estos desafíos los caminos y aventuras para seguir creciendo, para transformar la incomodidad en sus alas y florecer como seres humanos que construyen su realidad con responsabilidad.
Responsabilidad que fue proceso y se construyó con éxitos y fracasos. ¿Recuerdan aquel día en que nuestros hijos llegaron con un nivel reprobado? El drama y el regaño se apoderaron de algunos de nosotros, pero ese pequeño o pequeña, con una seguridad inesperada, nos dijo: "Mami, creo que estás sintiendo tu frustración de no haberte permitido perder un examen. Esto no es malo, es una oportunidad". Tenían razón. Aprendimos que lo trascendental no era ese momento puntual, sino el proceso. No era el resultado parcial lo que realmente importaba, sino los recursos que hoy nuestros hijos poseen en lo intelectual, emocional, afectivo y social. Descubrimos que nuestros miedos no eran lo que ellos necesitaban; necesitaban, en cambio, nuestra confianza.
Con el tiempo, entendimos que estar en resonancia con la institución significaba conectar con cada espíritu en formación, con cada formador, sabiendo que la educación es un camino compartido. Hoy vemos los frutos de esa conexión. Cada principio y valor sembrado en sus vidas representa algo que, como familias, habríamos valorado tener en nuestra juventud. Recordamos con gratitud cada C, cada techo de ciclo que marcaba desafíos superados y aprendizajes adquiridos. Verlos preparar y sustentar sus tesis, con emociones diversas y siempre con satisfacción, nos demuestra que han trascendido con análisis profundos y una sensibilidad especial.
Ustedes, nuestros hijos, han encarnado una "cultura del cuidado colectivo" que los hace únicos. Gracias, queridos profesores y comunidad educativa, por mostrarnos que el reto de ser madres y padres es más llevadero con su apoyo.
La misión continúa y hoy celebramos este logro trascendental que nos invita a reflexionar, porque como especie estamos en un momento de quiebre. El consumo está generando las condiciones para nuestra extinción, las tecnologías nos esclavizan y nos arrebatan el tiempo para vivir y casi todas las reglas de juego de la sociedad –como los derechos humanos, la democracia y los valores éticos– están siendo cuestionadas.
En este contexto resulta relevante retomar la reflexión de la filósofa española Carmen Madorrán: ¿Cómo vivir bien en el siglo XXI? Su pregunta nos invita a considerar alternativas colectivas y éticas para construir una vida plena en un mundo marcado por desigualdades, precariedad y desafíos ambientales.
En contraste, el historiador Yuval Noah Harari, en su reciente libro Nexus, formula un interrogante más provocador: Si los sapiens somos tan sabios, ¿por qué somos tan autodestructivos? Esta pregunta no busca únicamente respuestas individuales, sino que cuestiona la lógica detrás de las decisiones humanas que nos conducen al deterioro planetario, a conflictos persistentes y a una desconexión de nuestra propia supervivencia. Mientras Madorrán nos impulsa a imaginar cómo vivir bien desde un sentido de justicia y bienestar colectivo, Harari nos enfrenta a nuestra capacidad para sabotear esas posibilidades, a menudo en nombre del progreso o del poder. Ambas preguntas se entrelazan, aunque desde perspectivas distintas: una propone una visión esperanzadora y transformadora del presente, mientras la otra nos obliga a confrontar los límites de nuestra supuesta sabiduría como especie. En este juego de tensiones, la educación que ustedes, meranistas, han recibido los interpela para reflexionar sobre la coexistencia de estas fuerzas.
Por un lado, contemplarse como seres aislados perpetúa un estilo de vida anclado en la sobreprotección y el consumismo compulsivo, un modelo que refuerza el individualismo y dificulta la construcción de vínculos significativos. Por otro lado, ese mismo sistema, dominado por algoritmos que anticipan y moldean nuestros deseos, nos ofrece una realidad controlada que adormece la capacidad de crítica y acción colectiva. Romper con este ciclo implica tomar distancia, luchar contra el hackeo mental y recuperar la capacidad de imaginar escenarios colaborativos que privilegien el trabajo en equipo, la sensibilidad y la humanidad. Solo así podremos responder con autenticidad a las preguntas de Madorrán y Harari, eligiendo entre perpetuar nuestras contradicciones o transformar las relaciones del mundo que habitamos.
Lo que nos llena de optimismo es estar aquí hoy, en una comunidad en la que celebramos el desarrollo de excelentes seres humanos, capaces de pensar y cuestionar, de actuar y transformar, pero sobre todo de amar. Que no nos quede difícil pensar en los cambios. Recordemos la frase de Nelson Mandela: “Siempre parece imposible, hasta que se hace”.
Para finalizar, todo cambia si lo miras desde otro lado. Ese cambio de perspectiva nos permite valorar cómo lo que antes parecía inalcanzable se ha transformado en orgullo y agradecimiento. Hoy celebramos no solo los logros que han alcanzado, sino también en quienes se han convertido durante estos años.
El timón de sus vidas, cada vez más, está en sus manos. Los valores que han aprendido y su corazón son su carta de navegación. El conocimiento adquirido es la tierra fértil para sembrar nuevas semillas que abran posibilidades y construyan una realidad mejor.
En este momento crucial, recordemos que como especie enfrentamos grandes desafíos. Ustedes tienen el potencial de dirigir ese cambio hacia el lugar correcto, hacia un futuro más justo y sostenible.
¡Creemos en ustedes! ¡Vivan plenamente, dejando huella y haciendo de este un mundo mejor!

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