Valeria
Benjumea Zapata

¿Se puede? Sí, se puede. Puede ser que una vez, en uno de esos tantos desvelos descubramos el mundo, que encontremos el fin de la respuesta que nos ha quitado tanto tiempo el sueño. Pero es una repuesta básica, y yo diría que un poco incompleta: ser felices. Es decir, estoy de acuerdo, pero ¿por qué solo felices? En la vida nos encontraremos muchos baches que nos harán caer, nos dolerá, pero lo importante es saber que sanará; en la vida encontraremos la maldad y, es verdad, nos sacará del camino por uno muy curvilíneo, pero a fin de cuentas aprenderemos de nuestros errores; en la vida hay amor, aunque no siempre es como lo imaginamos, pero seremos tan fuertes que entenderemos que no solo se trata de eso; en la vida hay mucho más, eso que nos cuesta aceptar, pero que nos compone como personas. Somos todos los lugares que amamos, las sombras que nos persiguen, los secretos de un abrazo cómplice, las palabras que algún día dijimos, los libros que leímos, las carcajadas que tuvimos, las promesas cumplidas y rotas, las angustias, el rumor de pasillo, las constelaciones favoritas, las miradas mentirosas, el sentimiento de creerse incomprendido, las dificultades que pasamos y nuestros más raros gustos. Somos un misterio que con esfuerzo logra grandes cosas, con esmero vive contento y con dureza experimenta la mayor esperanza de ser feliz, donde no hay necesidades que apremien ni sufrimientos que atormenten.

Por cada una de estas cosas bellas y maravillosas que empezaron a conformarme quiero dar las gracias. Gracias porque este camino ha sido una de la razones por las que soy feliz: por tener el privilegio de coincidir con personas admirables, creativas, apasionadas; porque en las buenas y en las malas siempre estuvimos unidos, uno al lado del otro, apoyándonos; porque he aprendido que en la vida lo importante es siempre sonreír hasta en la adversidad, disfrutar el momento y gozar al máximo; y gracias porque me llevo conmigo personas mágicas, personas que entraron en mi universo sin darme cuenta, compartieron conmigo sus alegrías, daños, experiencias, penas y heridas, personas que con el paso del tiempo se convirtieron en una familia. 

Pero además no voy a dejar pasar la oportunidad para agradecerles también a mis queridos padres, que desde el inicio me han estado apoyando, han sido los mayores promotores de esta travesía, de mis sueños, de mis metas; han confiado en mi cada día, deseando y anhelando para mí siempre lo mejor; han sido mis mayores confidentes, que con cada consejo y cada palabra han hecho una mujer fuerte y capaz. Ellos han sido mis forjadores, los herreros de mi vida, y por eso todos mis logros se los debo a ellos. Gracias, padres míos, porque con su amor me permitieron conocer los puntos claves de mi vida, la verdad y la realidad de las cosas, y me han enseñado la ternura de un camino sin igual.

Gracias, también, a mi DIOS por esta vida, la de mis padres y la de cada personita que he conocido en este trayecto; por bendecir todos mis días para gozar al lado de las personas que me aman y las que yo más amo; por permitirme conocer el infinito amor que cada día me ofreces y por guiarme, en cuerpo y alma, por los caminos que solo tú me escribiste.

Y, por último, gracias a la vida por este nuevo triunfo, por los retos del nuevo camino que empieza y los muchos que irán emergiendo todo el resto de la vida.