The Batman: descendiendo al infierno


por su mano rara vez saben dónde está el límite.
Richelle Mead
Como una fuerza primitiva se dibujó en la oscuridad, a los ojos de una luz tenue de la televisión, una silueta inquietante. Una sombra completamente inmóvil, de la cual solo advertiríamos que estaba ahí por el tibio resplandecer que rebotaba en unas gafas transparentes que llevaba. Por lo demás era inexistente. Fue hasta cuando el alcalde apagó el televisor que la oscuridad se convirtió en un vertiginoso reloj de arena, simplemente quedaba un escenario donde la sombra detrás del alcalde dejaría de ser sombra para convertirse en bestia.
No había mucha luz. El rostro de la sombra adquirió de pronto una expresión catatónica, previa al actuar. La bestia suspendió como verdugo la herramienta plateada en el aire, para luego, lanzando un grito rasgado y agónico, hundir la herramienta en el cuello del hombre hasta dejarlo arrastrándose por el suelo de madera. La rabia animal rasgaba el aire, la herramienta convertida en arma caía una y otra vez sin descanso, y sin cordura alguna. La bestia solo se detuvo hasta que el utensilio plateado se desprendió de su mano. Cuando la herramienta ensangrentada quedó lejos de los dos cuerpos retorcidos, el único sonido existente era el de la respiración inquietante del Acertijo.
La escena aún inquietante nos recuerda que las sombras causadas por los altos edificios, síntesis de progreso y modernidad en la ciudad, dan lugar a que de cada alma humana que habite allí, nazca una pesadilla convertida en hombre. Nace una oscuridad que defiende con un símbolo: la verdad, la justicia, la venganza.
Al acertijo, la sombra metódica, pero a su vez la bestia desatada, desde esa inquietante primera aparición se le presenta perturbado, se da a conocer la violencia que subyace en él. Una violencia que no solo yace en él, sino que es una violencia que también camina entre la noche y la lluvia, con una lentitud que infunde más miedo que autoridad o respeto.
Luego de escuchar el desgarrar de la cinta adhesiva, solo se escucha una voz, casi omnipresente, que parece escribir con acidez. Entonces, después de unos minutos, de miradas perdidas en las sombras, miradas perdidas en temor, una silueta imponente y firme parece nacer de la nada en una estación de metro. Se devela frente a unos sujetos que sostenían con fuerza a un hombre de anteojos, indefenso. Caminata lenta y pesada, hace llorar a las gotas de lluvia que yacen bajo sus pies, observa estoico el rostro de hombres con el rostro pintado en blanco y negro, y aunque estos últimos ríen en un principio, la figura pesada y lenta sigue sin inmutarse. Las risas se van apagando a cada paso del ser, al cual solo se le puede ver el mentón sobresaliendo de la máscara. Cara a cara, uno de los hombres con el rostro pintado, tras lanzar una pregunta que no obtiene respuesta, se atiene a dar el primer golpe con un objeto alargado que sostenía, pero antes de propinarlo el ser frena el golpe con el brazo izquierdo, el sujeto casi instintivamente intenta propinar un golpe con su otro brazo, pero el ser ya lo había detenido. Dos golpes certeros hicieron girar el rostro, el ser sostiene el brazo derecho del hombre y lo tuerce mientras destroza el aire con golpes fuertes y violentos al rostro pintado, arrebatos que no cesan hasta que el hombre del rostro pintado yace en el suelo embestido por 7 golpes. El ser oscuro se encorva hacia el hombre deshecho en el suelo lluvioso, para dar dos golpes más, cada uno más bestial que el anterior. Los demás hombres retraen sus corazones ante el ser oscuro contorsionado sobre sí y mientras las gotas de lluvia se deslizan por la máscara, el ser masculla: “Soy la venganza”.
Batman se levanta dejando al primer hombre tendido en el suelo y el grupo de hombres parece diminuto ante él, pero rápidamente empiezan a dispersarse para atacar. Uno desenfunda otra arma para golpear la espalda del ser, pero tras dar el golpe se escucha el sonido metálico golpeando su propia cabeza. Los demás usan los puños, pero la armadura parece destrozárselos en un instante. Batman agarra los cuerpos y los aleja de sí, como si acabar uno por uno fuese rutina. Entre los cuerpos agitados y las aproximaciones, uno de los sujetos, tras ver como dos de sus compañeros caían al cabo de unos instantes, saca un arma de fuego. El chico que tiene al lado lo intenta detener en vano, y se escucha el disparo, la llama anaranjada se desvanece del hombro del ser oscuro y este último toma al hombre armado del cuello mientras un resplandor eléctrico distorsiona el cuello del hombre. Batman, tras someterlo en una viga, suelta al sujeto, dejándolo caer. La respiración es profunda pero insonora, el ser imperturbable voltea con lentitud hacia los demás cuerpos tirados en el suelo, pero estos apenas se alcanzan a levantar para luego salir corriendo, sin respiro alguno.
Tiempo después, Batman encontraría la escena horrífica que dejó el acertijo, prácticamente servida para él. Ambos parecen seres que se adaptaron a la noche. Por un momento parece no haber diferencia entre la sombra catatónica bestial y el ser vengativo, preso de su armadura. Por instantes parece no haber diferencia. Los dos personajes se trazan y se asimilan por medio de paralelismos que se dibujan a lo largo de la historia, incluso hay un punto en que el parecido que tienen ambos personajes es tan enfermizo que al final entendemos que todo el tiempo parecen ser reflejos. Un reflejo más oscuro que el otro.
El primer aspecto evidente recae en la orfandad. Ambos personajes son huérfanos desde muy temprana edad, ambos parecen concluir que el ser humano se encuentra desamparado frente al caos y la violencia, pero a su vez cada uno entiende esto en un contexto distinto. El acertijo desde niño vivió en un contexto precario y distante, donde odiaba lo que Bruce significaba, ya que veía a un chico privilegiado, con muchas más comodidades de las que él había tenido y que, tras la muerte de sus famosos padres, la atención y lástima se la llevaba él, mientras que todos los huérfanos, apilados en habitaciones, no generaban ni de cerca la misma lástima.
No se revela con exactitud el momento cuando El Acertijo concibió lo que iba hacer frente a la ciudad monstruosa que se presentaba en frente, pero de forma inevitable le gritó a Dios que si el sistema político de Gotham no impartía justicia, entonces él mismo sería el responsable de desenmascarar lo que el determina como “la verdad”.
Tanto Batman como el acertijo se obsesionaron con su objetivo, preparándose constantemente para impartir lo que ellos concebían como justicia. Los dos son sumamente metódicos y calculadores en sus procesos, pero en momentos pueden ser poseídos por sus emociones. Batman ataca el crimen común, el crimen visible todas las noches y en cualquier esquina de la ciudad, pero el acertijo fija su mira en las personas con poder y que, aun con ese poder, toman el camino de la mentira.
El Acertijo busca un cambio violento, el acabar con el crimen, sus motivaciones y métodos son voraces. Batman puede valorar la justicia, la moral y la vida humana, pero el acertijo valora la verdad más allá de cualquier vida humana y aplastaría a cualquier peón que se cruce ante él. El Acertijo nunca duda de que las respuestas han de llevar a la verdad hasta la más cruda realidad social. En la sociedad enferma en la que él narra vivir toda su vida, ve la mentira y la injusticia en cada pilar de poder, al fin y al cabo, su visión tan errática concluye con querer acabar con todo a su paso.
Batman y el acertijo podrían ser un reflejo oscuro, pero por un lado está un ser atormentado por su pasado que se aferra a sus principios y del otro lado está un hombre cansado que, aun con capacidad de cuestionar su realidad, está dispuesto a ser su peor versión. Bruce Wayne está lleno de resentimiento, y por eso él no busca el bien común, sino que busca sanar su resentimiento fermentado con su alma. Batman no es un héroe, está destinado a serlo, pero aún no lo es. Entre dientes entendemos que Bruce Wayne parece haber nacido en el cielo, pero se cree merecedor de descender al infierno. Mientras tanto, El Acertijo, hijo del abrazador infierno, intenta arrebatar a los seres celestiales de su paraíso. El vengador desciende y el villano le recuerda al vengador que ambos representan una locura contenida, pero finalmente metódica. La historia nos sumerge en los primeros años de Bruce como Batman, que, pese a su estado, parece aún tener la fuerza como para levantarse y enfrentarse contra lo que lo desestabilizó en un inicio. Batman no solo persigue a El Acertijo, sino que, al mismo tiempo, lo que la imagen de este villano significa lo atormenta, lo atormenta en cada paso que da hacia él, ya que entiende que el resentimiento de ambos no obedece necesariamente a lo que es justo.
Es cuando el techo se despedaza en medio de destellos amarrillos, cuando el ser oscuro aparece, naciendo de las llamas, para caer frente a los seguidores del Acertijo. Las balas no se hacen esperar y estas parecen temerle a la figura que frenéticamente golpea y se agita entre las estructuras metálicas. Una por una las figuras con el traje verde oscuro quedan colgadas a merced de su arnés. Los golpes, la capa desplegándose por el suelo como si fuese agua, las figuras toman y arrastran al ser, de repente las figuras abatidas, la base aérea desprendiéndose ante tal frenesí, y el ser oscuro solo logra sostenerse de un borde. Los seguidores del Acertijo disparan contra el ser, pero este se desplaza con ambas manos, evitando ser impactado.
Súbitamente un humo blanco se esparce por el lugar, y lanzándose hacia las figuras como un animal derriba a uno, el arma de la figura es arrebatada y Batman somete a tres de las figuras gemelas, rompiendo la niebla con el mango del rifle. Entonces, frente a los cuerpos derrotados, como una hormiga en el suelo, el último hombre se arrastra al cruzar una mirada infame contra el ser oscuro, se despliega una escopeta del suelo y el ser, a pesar de su compostura, se desploma metros atrás, Luego del disparo, el ser vuelve a sostener su alma al borde de la plataforma. Se siente la agonía, se siente la irracionalidad de la figura con la escopeta en ambas manos, parece incredulidad después de todo. La escopeta se recarga con serenidad enfermiza y reposa en la cabeza del murciélago agonizante. Una figura delgada cae del techo y golpea a la figura, sin titubear sostiene al ser con ambas manos para que este no caiga y, tras un esfuerzo sobrehumano, logran desplomarse en la superficie plana. Se miran los rostros, Batman cierra los ojos con lentitud y se juntan los labios desfallecidos.
Se propina un golpe y la figura verduzca arrastra a Gatubela hacia él. Se ve un atisbo plateado que sale de la bota de la figura. La navaja se suspende sobre el rostro de la chica, y ella sostiene el arma que temblaba. Batman se retuerce de dolor, pero ante tal imagen saca una sustancia verdosa de su traje y la inyecta, se escucha un grito en el aire, y como si una escopeta no pudiese parar al superhombre, Batman levanta a la figura en el aire y lo estrella contra la superficie metálica, lejos. Un golpe, dos golpes, tres golpes, cuatro, CINCO. Los dientes del murciélago friccionan, las fibras, la carne del rostro con la máscara verde parece inflamarse, uno sometiendo a otro, como bestia y presa.
La escena se detiene por una voz desesperada y un violento el murciélago voltea; el rostro de Gordon parece regresarlo a la realidad. Gordon arranca la máscara al sujeto tirado. “¿Quién eres?” pregunta y, con el rostro inyectado en sangre, la figura sometida en el suelo dice “Soy la venganza”. Batman voltea hacia el sujeto tirado y este último recibe su mirada cansada.
Desaparece la luz y el agua cristalina entra al lugar arrastrándose por el suelo bajo sus cuerpos. Las siluetas corren y Batman ve la electricidad resplandeciendo. Súbitamente se lanza con su gancho hacia una torre electricidad que, como árbol arrebatado de raíces, desciende pendiendo de un hilo. Mirando el cielo, como buscando a Dios, el ser desprende la insignia de su pecho y con tenacidad corta el hilo de la torre. La electricidad se despliega por su traje y el murciélago cae al agua turbulenta, la electricidad se extingue. Cuando sale del agua, agitado, el murciélago se convierte en el héroe, como si hubiese sido bautizado. Batman decide salvar y dejar la venganza a un lado. Muere el vengador y nace el héroe. Con una bengala resplandeciente el ser se desplaza por el agua, que ya le llega hasta el pecho, se acerca a los ciudadanos temerosos y extendiendo su mano, ayuda a las siluetas retorcidas ante tanto horror catastrófico.
Las personas van perdiendo el miedo y, como la propia capa, parecen formarse detrás de Batman. El rojo resplandeciente renace frente a la destrucción que los rodeaba. Ahora la figura que sostenía la bengala no era el reflejo de un terrorista o asesino, no era la imagen encarnada del resentimiento e incapaz de superar el pasar del tiempo, era aquella figura que, aunque se limitaba por sus facultades como ser humano, se levantaría más de mil días y mil noches a enfrentar las sombras esqueléticas y carentes de cordura que dejaba Gotham a su paso. Batman entiende que su método no lo llevaba a un objetivo claro o una meta, de hecho, él mismo afirma que “la venganza no ha cambiado el pasado, ni el mío, ni el de nadie. Tengo que convertirme en algo más. La gente necesita esperanza, saber que alguien está a su lado”.
Al fin y al cabo, el héroe no es un justiciero con una moral incorruptible y con un aura de bondad. El héroe es vulnerable, y al verle a los ojos veremos que se encuentra constantemente cerca de ser devorado por la misma oscuridad que lo hace sobrellevar cada día. El héroe lucha todos los días, lucha contra una tarea que nunca tendrá un fin concreto. El ser oscuro, a la luz del sol, parece empujar una roca hacia la cima de una montaña indomable, pero siempre que está a punto de llegar a la cima la roca se resbala hacia el abismo eterno. Por más que se esfuerce, y aunque esa tarea parezca a punto de terminar, nunca acabará.
Los villanos parecen tener un vínculo inamovible con Batman o, al menos, con su identidad. Se atan a su propia concepción de la cordura.
Artículo siguiente

Familias democráticas: una conversación pendiente
21 de noviembre de 2022