Magia en el Restaurante

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VIDA MERANISTA IAM


Esta narración, inspirada en estudiantes del Ciclo Conceptual del IAM, pone en el espejo aquello que dio origen al actual Proyecto de Hábitos alimentarios . A lo largo de siete años ha venido haciendo importantes esfuerzos por desarrollar la autonomía de los estudiantes, en relación con sus hábitos alimentarios. Aunque tuvo una pausa en tiempo de pandemia desde el año pasado ha cobrado de nuevo fuerza.

Reconfigurar y nutrir vínculos adecuados con los alimentos y, generar conciencia y autocuidado nutricional, fueron las razones pioneras de esta labor a la que cada día se fueron sumando más personas: profesores vestidos de artistas o más bien artistas vestidos de profesores, colaboradores del restaurante o más bien chefs llenitos de amor y sabor, directivas o más bien líderes del cambio y la innovación pedagógica, estudiantes de casi todos los ciclos o más bien fuentes de inspiración, auxiliares o más bien promotoras de creatividad, personal de tecnología y coordinación organizacional o más bien posibilitadores de grandes momentos, departamento de comunicaciones o más bien fijadores de intenciones y nutricionista o más bien generadora de salud y bienestar.

Planear en detalle cada recurso, cada momento inolvidable para los niños y cada excusa para probar y desear volver al recinto de la nutrición, del encuentro con los otros, del intercambio cultural, de la fiesta y la exploración, ha sido una tarea maravillosa que promete dejarnos gradualmente niños más conscientes de su autocuidado nutricional, del valor de los alimentos como necesidad y privilegio, y mejor vinculados con el acto de alimentarse.

El proyecto ha pasado por la creación de kits pedagógicos con retos y talleres para cada curso de Conceptual; creación de videos formativos para las familias; proyección y difusión de contenidos fundamentales sugeridos por nuestra nutricionista; afiche interactivo del plato saludable de la familia colombiana instalado en el restaurante; festivales interculturales que ahora serán temáticos; y, actividades interactivas durante el almuerzo como "Arma tu ensalada" o pequeñas dramatizaciones para modelar situaciones.

Ahora este espacio, reclamado por la comunidad escolar y sobre todo por nuestros niños, evoluciona al integrar de forma oficial e intencional al Ciclo Conceptual y al proyectar una gradual transferencia, en el futuro, a Contextual y Proyectivo.

No sobra decir que contamos con el estamento de padres de familia, quienes son nuestros mayores coequiperos, ya que no se puede ignorar que la base de los hábitos nutricionales de cualquier ser humano se gesta y se forja primero en casa, en aquel comedor que ha de ser el primer buen recinto de sabor, encuentro y magia.

Contaremos con charlas formativas, podcast, recetas y otros recursos valiosos de parte de nuestra nutricionista y de los mismos padres porque somos en últimas, desde la empatía, nuestros mejores consejeros.

De la mano de nuestra nueva líder pedagógica, la profesora Diana Nossa y en equipo con Adriana Ladino, Liliana Silva, mi persona y todos quienes se suman de manera permanente y entusiasta a este propósito, los invitamos a sumarse cada trimestre a nuestros festivales. A aportar un granito de arena en esta intención permanente que no es para el colegio sino para la vida y, a dejarse contagiar de las múltiples maneras de ser feliz mientras se come.

Finalmente, y con su permiso, me despido, debo ir a revisar a qué pisadas de gigantes se refiere Cris, la niña que nos contó la siguiente historia…

La mesa es larga y fría aquí. No quiero comer este misterioso bosque de lechugas, ni el pantano de lombricitas, ni los ácidos cortes de piña, ni las tiras de carne que debo masticar por horas.

Santi siempre tiene afán, destapa su bandeja y me aturde los oídos con ese tac tac que produce la tapa al rebotar una y otra vez. Luego, devora todo lo que encuentra en su bandeja y para ello usa sus manos embarradas de tierra y de lápiz.

Eliana, en cambio, ¡es tan extraña! toma cada alimento con especial alegría y curiosidad, tiene una manera particular de usar los cubiertos y siempre se antoja de comerse todo con mucho cuidado. Saborea las tostadas de ajo mientras dice que son tan deliciosas como las que prepara su mamá.

Susana, mi maestra, me mira fijamente a los ojos y me recuerda que el tiempo va pasando. Ahora veo mi bandeja más llena que antes, adentro están todas mis emociones ante el desconocido mundo de alimentos que no quiero probar.

Finalmente, suena la música y me siento feliz porque me he librado de quedarme más tiempo aquí. Pero cuando salgo, ¡me siento triste! porque se acabó el descanso y me perdí de jugar con mis amigos, de tomar el sol y de tantas otras cosas.

Me pregunto, ¿a donde habrá ido todo eso que deje en mi bandeja?

Entonces, un día algo mágico pasó, porque llegué a ese lugar y había vocecitas cantando. Mi maestro parecía traído por un camello y mi maestra había adornado su cabeza con una hermosa balaca árabe y movía su cintura con especial delicadeza. El chef había preparado un almuerzo especial y aquella mesa siempre fría parecía un sol que mantenía tibios todos los alimentos de mi bandeja.

¡Todos nos habíamos vestido de fiesta! Santi tenía sus manos limpias y había olvidado su afán; Eliana era la anfitriona de mi mesa; en el escenario se hilaban historias, se cantaban emociones, se movían cuerpos con uno y otro ritmo, y entonces, el reloj se detuvo en mi estómago, en mi mente y en mi corazón.

Ese día brincaban sabores en mi lengua y yo me aventuraba a probarlos sin miedo. Aquel lugar se había convertido en un reciento de notas, de olores, de voces y sabores más variados que los colores del arcoíris.

Me sentí feliz y quise regresar una y otra vez para disfrutar de la magia de ese día. No podía perderme de descubrir que el brócoli no es como lo pintan, la sandía es más rica de lo que sabía y mis dientes son poderosos trituradores de jugosos trozos de carne .

Cuando llegué a casa, algo había cambiado porque ya no había bolas azucaradas de premio sobre mi puesto en la mesa. Pero en cambio, mis padres y yo jugábamos a probar cada día una cucharadita de un alimento nuevo y de pronto nuestra alacena comenzó a llenarse de esa magia de sabores y alegría.

Ahora, cada vez que como, el reloj se detiene para disfrutar del instante en el que me llevo un alimento a la boca. Sucede algo así como una erupción volcánica increíble en mi paladar y luego voy afuera a jugar con mis amigos, a tomar el sol y a preparar deliciosas recetas con flores, agua y hojas, mientras escucho las pisadas de gigantes saurios prehistóricos, que se aproximan al restaurante.

Y en ese juego de preparar recetas busco talentos, sumando cada día más amigos de aventuras y explorando con ellos todos esos mundos que en el Instituto son susceptibles de ser explorados. No puede faltarle a mi sopa tierra de jardín ni a mi plato de espaguetis lombricitas vivas en época de lluvia. Ahora entiendo el comentario que Anton Ego le hizo al chef Gusteau, cuando dijo cualquiera puede cocinar: "No es que cualquiera pueda ser un gran artista, si no que los grandes artistas pueden proceder de cualquier lugar".