15 AÑOS DE SEPIA

Bienvenidos y bienvenidas de nuevo, hijos e hijas de canciones, padres y madres de canciones, hermanas y hermanos de canciones, parientes de canciones, chicas y chicos hechos de canciones. Eso eran ustedes. Eso son ustedes. Y este padre putativo de canciones los seguía como sigue la sombra al foco de luz. Era la sombra mi escenario preferido, de donde salgo hoy para levantar mi pálida voz y decirles, al fin, que soy yo su quimérico amigo que acogía con orgullo la vida que dejaban en las canciones.

Salgo apenas fugazmente para levantar mi corazón al lado de ustedes, buscando el principio y el final del hilo que une estos quince años. Tenso ese hilo y lo acaricio con la yema de mis dedos. Lo pulso como una cuerda de guitarra que al vibrar cuenta el secreto que nos une y nos hace humanos, que nos hace volver. Yo sólo escucho lo que dice: Nada como la música. Siempre quiere decirnos algo, está por decirnos algo o nos alerta para que no nos perdamos lo que nos va a decir. Porque la música de verdad siempre nos revela algo.

Tal vez por eso, después de los ensayos de Sepia a los que me colaba, salía a caminar recordando melodías y poemas, y me daba cuenta de que aquello que veía y me hería en las calles y parques de esta ciudad ustedes lo envolvían piadosamente en sus canciones. Así entendí que la música y las canciones nos permiten ganarle al miedo de que, al final, el silencio pueda más… Venidos hoy de otras partes, este escenario espera otra vez sus sonoras bandadas de luz. ¡Hay que romperse una pierna!

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Another brick in the wall