Hombre de luz

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VIDA MERANISTA IAM


Me presento hoy aquí ante un reto, del cual ustedes leerán mi intento por cumplirlo. Los desafíos siempre son difíciles de llevar a cabo, es su naturaleza invocar el esfuerzo de quien los enfrenta y en última instancia llevar al aventurero a descubrir nuevos lugares y formas de él mismo; lo invitan a crecer. Hoy mi contienda tiene como objetivo hablar sobre alguien que me ha impulsado a encontrar nuevos caminos, que me ha inspirado con su sensibilidad y que me ha contagiado con su pasión y reflexividad respecto al arte, el amor, el ser humano y la vida misma.

La primera vez que nos cruzamos en un aula de clase fue hace relativamente poco. Para ser más exactos, coincidimos por primera vez en 2022, hace poco menos de tres años. En ese entonces me dictaba dos asignaturas, Historia del Arte, parte del currículum normal de ese año, y Seminario de Artes, una materia electiva que me entusiasmó como pocas hasta ese entonces. Desde ahí comenzó una relación entre maestro y estudiante que me marcaría profundamente y que hasta el día de hoy sigue en pie.

A través de las incontables e interesantes obras que nos mostraba, se encargaba de enseñarnos sobre la sensibilidad y la poesía. Sin embargo, nunca nos habló de una forma última o definitiva de verlas, por el contrario, nos animaba a acercarnos por medio de nuestra subjetividad a las obras de arte, a las personas y a la poesía. Porque cada vez que pienso en él me es inevitable pensar en poesía. Una poesía que excede y se libera de lo vacuo de un género literario que sirve únicamente para organizar los estantes de una librería expandiéndose a una cualidad de cada ser, de cada persona, o de la existencia misma. ¿Qué seríamos sin esa cualidad? ¿Cómo nos acercamos a los actos más genuinos, tiernos, conmovedores, apasionantes o dolorosos de la vida sin la facultad de la poesía, sin sensibilidad? En una sociedad en la que se me había enseñado a dejar de lado mis sentimientos para centrarme en mi voluntad y aparente intelectualidad, él abrió de nuevo una puerta hacia mis sentires, puerta que crucé, más tarde, para después construir una relación con el arte que no imaginé.

Cuando me acerqué más a él y conocí algunas de sus experiencias a lo largo de su vida me quedó claro que es una persona entusiasta, soñadora, que a partir de ahí se entregaba a construir el camino para llevar a cabo eso que visualizaba, siempre desde la pasión y la voluntad. Guiado por sus añoranzas, ha viajado, creado y sentido un millar de fantásticas vivencias que dan muestra de su gran pericia para con la vida. Al final, este colegio es uno de esos sueños que han ocupado su mente. Me di cuenta de que, si se propone con suficiente ahínco, cualquier sueño es capaz de volverse, en mayor o menor medida, una realidad y tener la capacidad de imaginar es un gran motor para la vida y nos da satisfacción con esta.

También me enseñó a detenerme para poder abrir el espacio necesario en el que nace la contemplación, la reflexión. De vez en cuando llenar el silencio de voces y colores. Y las demás veces dejar que broten las preguntas propias del ser y a partir de ahí perderse un rato en las cavilaciones, fluir con el sonido de nuestro interior y nunca evadir las dudas que atraviesan nuestra vida, nuestra existencia. Es un ser lleno de parsimonia, de calma y de sensibilidad. Cuánta fortuna tengo yo de conocerlo y de haber compartido clase con él.

Ahora es momento de embarcarnos en un nuevo camino, perdernos con las letras en el interior de los protagonistas y buscar lo que nuestra intuición nos dice. Seguir en la constante transformación en la que estamos envueltos. Seguir haciendo lo que nos llena y lo que amamos. Debo decir lo muy agradecido que estoy por haber tenido un maestro tan especial. Gerardo, gracias por compartir tu destello con tus estudiantes, amigos y seres queridos. Sé que seguiré aprendiendo de ti y de tu placentera compañía. Dejo acá a través de mis palabras un abrazo eterno, lleno de fulgor, alborozo y admiración. Sigue caminando con la poesía con que lo has hecho siempre.

Con cariño inmenso,
Saúl




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