Lina Gabriela Ortiz Vallejo
16 de noviembre de 2021
Han tenido que pasar 4322 días, 3 mundiales y 1 pandemia desde el 27 de enero de 2010 en el que el miedo se apoderaba de mí al cruzar esa puerta que decía “Exploratorio Alfa” y Jissel me recibía con una sonrisa de oreja a oreja para poder, hoy, estar recibiendo mi diploma de grado. El lugar en el cual, sin yo saberlo, sería mi segundo hogar lleno de glorias, frustraciones, tragedias y superaciones. Es difícil encontrar las palabras que escribiré en la única página que estará en el Ícaro memorias donde me despido de lo que me ha formado como persona y lo que he construido a lo largo de 12 años de mi vida, pero lo primero que siento al pensar en mi escrito es felicidad, porque desde el día uno encontré a personas increíbles que aún hoy, sin ellos saberlo, me han ayudado a mi formación y aprendí muchísimas cosas que se quedarán en mi mente y acciones. El problema no es culminar esta etapa de mi vida, el problema es que en un abrir y cerrar de ojos estamos planeando la excursión y la graduación, y solo hasta ese momento reflexionamos sobre los momentos, personas y detalles por los cuales hemos pasado gran parte de nuestra vida y que nos hace ser quien somos ahora. �
Despedirse nunca será fácil, aunque esta no sea la palabra correcta dado que todo lo que aprendí y viví se queda en mí. No se trata de alejarse, sino de llevarse experiencias y dejar huella en todos los que marcaron mi camino. Corro el peligro de nombrar demasiadas cosas o que las palabras no me resulten suficientes para todo lo que quiero agradecer. Pero hoy me despido de mis amigos, mi colegio, mi trabajo y esfuerzo que construí por 12 años de mi vida, que hicieron que mis días tuvieran sentido a pesar de las adversidades y los retos. El colegio es alegría, recuerdos, familia, me llevo para siempre eso en mi corazón. Graduarme de este colegio se siente como un logro, un logro muy grande, pero lo más importante es que no lo celebraré sola. Nunca hubiera logrado esto sin mis amigos, mis padres, mis profesores y personas que estuvieron a mi alrededor, que en mis momentos más difíciles me dieron la mano y me guiaron desconociendo el camino como yo. �

Ahora que no me queda más que dejar atrás el colegio en el cual estuve toda mi vida, la incertidumbre se apodera de mí, la incertidumbre de no saber si estoy haciendo las cosas bien o si elegí el camino que me gustaría seguir toda mi vida, pero la inmensa gratitud por los valores que me inculcó mi colegio nunca sobrará, porque sea cual sea mi nueva etapa, vive en mí un espíritu meranista que nunca me abandona y siempre me da un empujón ante cada tropiezo que se venga. A mi promoción, les deseo mucha suerte, siempre llevaré en mí una parte de este curso sin importar mi destino. Cierro este capítulo y espero con ansias abrir el siguiente para empezar a escribir en él. ¡Muchos éxitos a todos, los quiero mucho!�